Carlos Alberto Patiño
Decimos que
estamos de manteles largos cuando queremos lucirnos. Lo hacemos porque deseamos
demostrar la importancia que le damos a un acontecimiento. Pues he aquí que en Crónica
sacamos nuestras mejores galas este lunes. Es el día en el que se
entregarán los Premios Crónica 2017.
Estos
reconocimientos se otorgan a mexicanos que destacan en distintos ámbitos. Son
personalidades que nos muestran lo que verdaderamente somos: un pueblo que se
esfuerza, que tiene valores y que tiene mucho que aportar al mundo.
En esta
ocasión los galardonados son: en ciencia y tecnología, el biólogo Antonio
Lazcano Araujo; en Cultura, el arqueólogo Eduardo Matos; en Academia, el físico
Gerardo Herrera Corral y en Comunicación Pública, la Universidad de
Guadalajara.
Estos
personajes e institución son motivo suficiente para enorgullecernos. Los
méritos que les reconocemos no dejan lugar a dudas. Son ejemplo del México en
el que creemos, son muestra de hasta dónde podemos llegar.
Ni el
pasado, con los aportes del arqueólogo Matos, ni los misterios del universo con
el físico Herrera, ni el origen de la vida, con el biólogo Lazcano, son límites
para el desarrollo del conocimiento. Y en materia de comunicación, la labor de
la UdeG es incomparable.
Estamos,
pues de manteles largos. El lunes 9 de octubre estaremos en el Auditorio Jaime
Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología e Historia, para hacer el
reconocimiento a estos destacados mexicanos. Invito a nuestros lectores a
acompañarnos. Será un honor contar con ustedes.
.-.-.-.-.
De plácemes,
también, debería estar la Academia Mexicana de la Lengua. Logró avanzar ¡dos
letras, dos! de su Diccionario de mexicanismos.
La nueva
edición de la obra impresa debió estar lista en 2016 e inmediatamente ponerse
en el sitio web para su consulta en línea. Pero apenas vamos en la “ñ”, tan
importante que sin ella no podríamos escribir “español”. Este carácter y la
“n”, son los nuevos apartados del Diccionario.
Echemos un
vistazo a lo que la Academia considera como mexicanismos con estas dos letras.
La primera
definición es la de “na”, “no aprobado”. ¿De dónde sacan los ilustres
académicos que ésa es una palabra? Dicen, además, que se debe pronunciar “éne
a”. Es la calificación más baja que se utiliza en algunos sistemas educativos,
explican. ¿En algunos? Entonces no debería figurar como palabra de uso
corriente en México. Cuando yo estudiaba, la “ene a” era “no acreditado”.
“Naco”,
“najayote”, “nacayote”, “nejayote”... Vaya que somos creativos. Son formas
despectivas. Demuestran que en realidad sí somos una sociedad racista, aunque
creamos que somos muy tolerantes. Los negritos nos caen bien, pero los
indígenas no.
“Nacha” está
y también “naguas”.
“Nixtamal”
es un mexicanismo con todo derecho, ¿pero “nintendo”? Esa palabra ya pasó de
moda y, en cambio, “nini” no está.
¿Es un
diccionario de mexicanismos o del español hablado en México? Hay diferencia
desde la concepción de la obra.
“Noosfera”
es “conjunto de los seres inteligentes con el medio en que viven.” Ésta es la
misma definición que da el Diccionario de la lengua española, el de la
Real Academia. ¿Qué la hace mexicanismo? No es una palabra que yo oiga o lea
muy seguido.
“Nana” sí
aparece; “nenepil”, no. La primera como “útero guisado de la hembra del cerdo y
de otros animales” y como abuela o niñera.
A
“Nopalnocheztli” no la conocía. Es el nopal de la cochinilla, la especie de la
planta en la que habita un insecto del que se obtiene colorante rojo.
Para “nopal”
está la acepción que define la planta y su uso familiar para “tonto”. Tuvieron
el buen sentido los académicos de no dejar fuera los nopalitos “navegates”. La
receta de la Academia Mexicana incluye pencas tiernas, chile, epazote, cebolla
y ajo.
“Normalista”
es el egresado de la escuela donde se preparan los maestros de educación
básica. No tiene ninguna connotación vandálica.
Me sorprende
“npi”, pues no tenía idea de su significado: “ni puta idea” Malhablados sí
somos, ¿Pero los mexicanos hablamos así, con siglas?
“Nuez” es un
fruto, cuya forma mexicana va en la expresión “va de nuez”
Llama la
atención “nuncamente”. Yo no esperaría haberla encontrado en este lexicón pues
es un auténtico barbarismo, pero ya ven cómo es la Academia.
A “nerd” ya
se le dio carta de naturalización. Y a “nylon” y “naylon” se le usa como
equivalente a nalga.
La entrada
referente a “no” es interesante. De “no malos bigotes” a “no te calientes,
granizo”, “si no es Chana es Juana”, “no jalen que descobijan”, hasta la
extendida expresión que incluye la acción de succionar.
La “eñe”
empieza con “ña” como una forma respetuosa, pero hipocorística: “doña”. Las
definiciones de esta entrada, curiosamente, terminan con un equivalente “ñor”,
“ñora”.
“Ñaca” se
usa en fórmula doble “ñaca ñaca. Para el Diccionario es expresión de alegría
con un toque de malicia: “‘ñaca ñaca’, nuestro equipo pasó a finales y el suyo
no”. Sirve también para expresar suspenso: “‘ñaca ñaca’, la que nos espera”
“ñango” o
“ñengo” es enclenque.
“Ñáñara” es
expresión de temor indefinido, repugnancia o comezón en el ano. “Ñerez”,
“ñeris” y “ñero” no podían faltar.
“Ñoño” no me
parece mexicanismo. Pero sí la palabra con “eñe” que designa al órgano genital
masculino... una de tantas que tenemos para eso.
.-.-.-.-
El Arca de
Arena preguntó
¿cómo se medían los sismos en la antigüedad? Y aludía a la época de la Colonia.
Francisco
Báez respondió que en avemarías. Luz Rodríguez nos dice: “Respecto a la
pregunta de su columna encontré que los temblores se medían en rezos u
oraciones, específicamente “Padres Nuestros”, y entonces el temblor no duraba
segundos ni minutos, sino el número de oraciones que se hubiera hecho…”. Gloria
Dupré no quiso quedarse con la duda y se lanzó a investigar. Encontró en
internet la referencia a los rezos y salmos. Eduardo Morales nos dice que en
credos.
Bertha
Hernández explica que “credos, padrenuestros y avemarías eran los instrumentos
que el miedo y la fe daban a los novohispanos para intentar descifrar el
misterio y el pánico que los envolvían cada vez que temblaba. Un par de
ejemplos: el fuerte sismo de enero de 1653 duró dos credos; el de septiembre de
1667 duró tres credos, según los testimonios que se conservan.”
Así es. En
cuanto se percibía el movimiento telúrico, las personas se arrancaban a rezar
para pedir a Dios clemencia y luego hacían el recuento de sus oraciones para
estimar qué tan corto o largo les había parecido el temblor.
Fernando
Benítez, en La ruta de Hernán Cortés, hace esta cita “Un cronista de la
Colonia relacionaba los sucesos de su reseña a los sacudimientos de la tierra y
decía así: ‘Hoy, mientras el virrey contemplaba desde un balcón de palacio la
marcha de los soldados que salieron a combatir contra Lorencillo el Pirata,
ocurrió un temblor de tres credos’”.
Doña Bertha
nos refiere que sus amigos colonialistas, los jóvenes historiadores Iván
Martínez y Mario Carlos Sarmiento, calcularon en dos padrenuestros y tres
avemarías el terremoto del 7 de septiembre.
La sorpresa
y el miedo que nos causó a todos el sismo del 19 impidieron hacer la medición
correspondiente.
El Arca encontró un tuit de la Academia
Mexicana de la Lengua que preguntaba por el significado de una palabra. Es la
que describe la acción de poner un palo o caña para mantener derecha una
planta. El sustantivo del que deriva el verbo puede también ser tutor a criado
anciano que se destinaba como compañía a las señoras.
07 10 17
Publicado en La Crónica de hoy
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