sábado, 3 de septiembre de 2016

Balumba y léxico familiar

Babieca era el caballo del Cid y Rocinante el de don Quijote.
Las espadas de Ruy Díaz eran La Colada y La Tizona. La de Roldán o Roland era Durandel, y Olifante el cuerno que hacía sonar el héroe carolingio para dar la voz de alarma (a las armas). Joyeuse (Joyosa) era la espada de Carlomagno. Hautclaire (Preclara) era la del caballero Olivier, acompañante de Roldán.
Sting —Dardo o Aguijón (según el traductor)— la espada de Bilbo, y Excalibur, la de Arturo.
Arete era el caballo que montó Humberto Mariles cuando ganó dos oros y un bronce en los Juegos Olímpicos de Londres (1948).
¿Y Alejandro Magno andaba a pie? No, el más grande conquistador domó a Bucéfalo, un ejemplar tenido por incontrolable, cuando descubrió que el equino sólo tenía miedo de su sombra.
De Siete Leguas no hay necesidad de decir qué Centauro del Norte era feliz poseedor.
La famosa Cancia tampoco requiere presentación. Hagamos memoria de la yegua que actuó como caballo en La oveja negra, con Pedro Infante en sus lomos y tenía a Manuel Ávila Camacho como orgulloso dueño.
Orispelo y Anteburro fueron cabalgaduras de Maximiliano.
Y de la época es Jimmy, el perrito de la princesa arrodillada, la que dice la leyenda que se le hincó a Juárez para salvar a Max, madame De Salm-Salm.
En el Júpiter II vagaba la familia Robinson (“Peligro, peligro, advertía el robot más querido de la televisión [R2-D2 es del cine], y el ine­fable doctor Smith nos tranquilizaba a la voz de “No temáis, Smith está aquí”) Ellos buscaban un planeta habitable en la constelación de Alfa Centauri, donde ahora los astrónomos ubican uno del sistema de Próxima Centauri. O sea (no es ósea) que los Perdidos en el espacio no estaban tan perdidos.
El Enterprise fue el primer portaaviones nuclear, pero eso casi nadie lo sabe; en cambio, la nave espacial de ese nombre transportaba al señor Spock, y ese dato sí que es importante.
El almirante Nelson, el que iba con Kowalski, conducía el Seaview. El otro, el inglés que ganó póstumamente la Batalla de Trafalgar en el Victory y luego fue macerado en un barril de brandy, es el que da nombre a la plaza londinense.
El Beagle llevó a Darwin en el viaje que le sirvió para sentar las bases de la Teoría de la evolución. De La niña, La Pinta y La Santa María, nada hay que decir, más que la nave capitana era propiedad de Juan de la Cosa, de La Niña lo era Juan Niño y de La Pinta, Cristóbal Quintero.
El Mary Celeste y el Holandés errante son los barcos fantasma más célebres. Bueno, el Perla negra ha ganado ya su lugar.
No hay que olvidar que Alien, el octavo pasajero, se enquistó en el Nostromo.
Para Emma Bovary, la Hirondelle (Golondrina) era la diligencia que le permitía salir de su pueblo para llegar a Rouen, sitio de encuentro con su amante León. Ah… y la famosa escena en la carretela con las cortinillas corridas y la voz de León: “siga, cochero, siga…”.
Kitt era el Auto increíble y el Batimóvil, ni modo, era el de Batman. Nadie puede olvidar el Troncomóvil.
Firuláis, Nerón, Kaiser, se han llamado muchos perros.
El Saturno V llevó al Apolo XI a la Luna…
¡Ah, esta pulsión por nominar…! ¡Este humano impulso por poner nombres, por bautizar!
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De las palabras domingueras hay que comentar que para la familia de Francisco Báez no lo eran sólo para ese día, sino que formaban parte de la vida cotidiana. En su entrada “Léxico familiar” del Blog de piedras, ya citado en este espacio, lo relata de manera muy divertida.
He aquí algunos párrafos.
«El léxico familiar tenía una filosofía, dictada por las frases de mi madre y sus famosos “improverbios”. Los improverbios a veces eran totales, como aquel que decía “no por mucho más madruga se amanece más tempruno”. Otros, tenían un agregado, como cuando “la cosa está que arde y la Virgen se llama Juana”. Otros eran simplemente distintos, por lo que un agripado no podía bañarse, porque “vale más tierra en cuerpo que cuerpo en tierra”.
(...)
«Durante años, mi mamá me conminó a hacer la tarea con esta frase/poema didáctico: “Estudia, niño, estudia, y no serás, cuando crecido, ni el juguete vulgar de las pasiones ni el esclavo servil de los tiranos”. (...)
“Por ese mismo gusto, otra frase/poema didáctico, cargado de sarcasmo, aparecía a cada momento (digamos que no me quería comer un pescado retacado de ajo): “María Delicadeza no puede salir al jardín porque el olor del jazmín le da dolor de cabeza”.
«Un tercer poema didáctico, de Samaniego, alterado por mi mamá, generó una frase familiar que tuvo éxito durante algunos años. Dice el poema: “En una larga jornada un camello muy cargado exclamó ya fatigado: “¡Oh, qué carga tan pesada!” una hormiga que montaba sobre él, al instante se apea, y dice arrogante: “Del peso te libro yo”. Y el camello respondió: “Gracias, señor Elefante”. Pues bien, en la casa, si alguien se acomedía para un favor chafa, del tipo: “voy a recoger mis calzones tirados”, la respuesta era: “Gracias, señor Elefante”.»
Aquí, la liga del texto original: http://panchobaez.blogspot.mx/2006/01/lexico-familiar.html
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Los piratas de El Heraldo de San Luis Potosí retiraron de su página electrónica mi artículo “¡No me grite! Valores tipográficos”, pero no lo hicieron con “¿Que de dónde, amigo, vienes? Nuestras denominaciones de origen”.
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A la petición de El Arca de una simple palabra con muchos significados, que tiene que ver con los juegos de azar, con el transporte de agua y la geometría, pero la salida del centro de las ruedas, respondieron María de la Luz Rodríguez y Francisco Báez. La palabra es “cubo”.
Denominadora, hoy El Arca de Arena, pregunta: ¿Cuál es el nombre del caballo en el que Carlos IV espera restauración? Pista, ya lo publicamos en Crónica.

03 09 16


Publicado en La Crónica de hoy

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