Carlos Alberto Patiño
Cuando los talibanes iban a tomar la capital de Afganistán,
preguntaba a compañeros y amigos ¿cuál es el gentilicio de los originarios de
Kabul?
No es kábula, les aclaraba.
Era uno de esos tropiezos geográficos que ocurren de vez en vez
en las redacciones y ponen a sufrir a correctores y escribientes. Como cuando
hay un acontecimiento en las islas Feroe y lo primero que hay que hacer es
averiguar dónde demonios están. El gentilicio es feroés.
El
de los habitantes de la capital afgana es kabulí.
Como todos sabemos, un gentilicio es un adjetivo que nos da la
nacionalidad de una persona, su origen geográfico, su ciudad, su estado,
región, pueblo, continente. En español se escriben con minúscula.
Muchas veces toma la forma de sustantivo: ¿Ya llegó el “Cubano”?
El “Gachupín” está en la tienda. Este “Chino”, siempre tan misterioso.
Otras veces, el gentilicio es un hipocorístico, como “jarocho”,
para el originario del puerto de Veracruz; o “tico”, por costarricense.
Los hay despectivos, como “oaxaco” o el ya citado “gachupín”.
En esta categoría están “yanqui” (sobre todo seguido de la expresión “go
home”), “franchute”, “gabacho”, “sudaca”. Xarnego o charnego, que para los
catalanes, es el que no habla su lengua. “Terrone”, en italiano; “greaser”, en
inglés o “boche” (alemán), en francés. “Bárbaro”, “filisteo” y “chichimeca”
pertenecen a este subconjunto. Esta categoría de gentilicios, como es evidente,
está plagada de xenofobia y racismo. Hay también sentido del humor, como en
“codomontano”, dirigido a los oriundos de Monterrey, a quienes, por cierto, hay
que recordarles que son regiomontanos, no “regios”, como su inconmensurable ego
los hace creer.
De
Beirut, beirutí.
No hay una regla para crear un gentilicio. A veces se acude a
la historia, como germano; a veces a la etimología, a veces a la forma en que
le suena la palabra a quien llega de otro lado. A los portugueses se les llama
también “lusitanos”, pues su país fue la provincia romana Lusitania.
De
Jerusalén, jerosolimitano o hierosolimitano.
Gentilicios hay distintos para lugares con el mismo nombre.
De Mérida, Yucatán, es meridano; de Mérida, España, es
emeritense. En cambio, el de Salamanca, allá, y el de Salamanca, México, es el
mismo Salmantino. También hay las formas: salamanquino, salmanticense y
salamanqueño.
De
Azerbaiyán es azerí o azerbaiyano.
En Puebla usan dos: Poblano y angelopolitano. El primero es el
oficial, el segundo es tradicional, por aquello de que fue La Puebla de los
Ángeles. La históricamente conservadora ciudad lleva el apelativo “de
Zaragoza”, así que bien podrían ser “zaragozanos”, pero los tradicionalistas no
lo ven con buenos ojos, como don Ignacio no los veía a ellos.
Hay Pueblas en España. Una, la de Cazalla, usa el gentilicio
“morisco”. En otra, la de don Fadrique, es “poblato”.
En la de Guzmán son “puebleños” y en la de Castro son
pueblenses.
De
Kazajistán, kazajo o kazako.
Los habitantes de Córdoba, que las hay en España, Argentina,
Colombia y México, son todos cordobeses, como el torero. Pero como también hay Córdovas en Argentina, Colombia y Perú y
Cordovas en EU (sin acento), pues hay cordoveses.
Para
Jamaica valen dos: jamaiquino o jamaicano.
A los japoneses se les dice nipones por la fonética del nombre
de su país: Nihon-koku/Nippon-koku.
De
Mónaco, monegasco.
Algunos daneses radicados en México
prefieren dinamarqués como gentilicio, pues mucha gente asocia danés con la
raza canina. En el caso de Chihuahua, efectivamente, los chihuahueños son los
perros. Las personas son chihuahuenses. En cambio, entre pekineses (de Pekín) y
pekineses (perros) no hay diferencia en la grafía.
Un conocido, originario de Polonia,
impulsaba el gentilicio “polonés”, pues, conocedor del sentido que le damos a
las palabras “polaco” y “polaca” en México, quería sustraerse la designación.
De
Kosovo, kosovar.
Los “bonaerenses”
habitan en la provincia de Buenos Aires, Argentina. Los ciudadanos de Buenos
Aires, la capital, son “porteños”
De Uzbekistán, uzbeko.
Navegando, navegando, me topé con uno curioso. Los nacidos en Cabeza
del Buey, España, son capetibuvenses. Los de Paso del Macho, Veracruz, son
pasomachenses y patzcuarenses son los de Pátzcuaro.
Con “indio” hay que poner atención. Es el gentilicio para las
personas de India. Hindú es una religión e hindi es un idioma. Para Katmandú,
capital de Nepal, no encontré nada. De hecho, un autor, Antonio Fernández, en
su Diccionario de dudas, refiere que
la Real Academia de la Lengua Española no consigna ninguno. Se quedan como
nepalíes o nepaleses, según la Fundación del Español Urgente.
¿Mexiqueño?
Ése es el gentilicio que quiere imponer la monárquica academia
a los habitantes de la Ciudad de México.
A mí no acaba de convencerme, pues creo que pierde la
referencia a ciudad, parte del nombre de nuestra capital.
Defeño, por obvias razones se descarta. Chilango es una especie
de despectivo, que algunos ya asimilaron como apodo o hipocorístico, pero no es
en sentido estricto, un gentilicio.
Don Miguel León-Portilla, Premio Crónica 2013, descarta el
adjetivo (http://www.proceso.com.mx/432894/cdmx-gentilicio-una-ciudad)
y, tras una profunda reflexión, llega a “mexicano capitalino”, pero considera
que esa denominación “no tiene el valor sintéticamente emblemático”. Plantea,
entonces, fundir ambos elementos para obtener “mexicapitalino”, pero es un
gentilicio largo.
Tras un análisis histórico y lingüístico, llega a la palabra “mexicalino”
y con ésa se queda.
A usted, ¿qué le parece? ¿Cuál es su propuesta?
.-.-.-.-.
Aclaración: El apellido de la lectora Tania es Marsilli, no
Marsili, como escribí.
Del Arca de Arena. Polímata
es anagrama de “palomita” y según el DLE
es “persona con grandes
conocimientos en diversas materias científicas o humanísticas”. Es el ideal del
hombre del Renacimiento.
Francisco Báez la derivó
del anagrama. Marielena Hoyo dio con el término, pero se atoró con la “cotufa”
(palomita de maíz).
El Arca
propone ahora un tetrasílabo que alude a quien carece de dinero,
temporal o permanentemente. Comparte seis letras con un sinónimo de intachable.
06 08 16
Publicado en La Crónica de hoy
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