viernes, 19 de febrero de 2016

De muletillas y lugares comunes

Carlos Alberto Patiño
La muletilla y el lugar común son recurso del redactor o reportero víctima de la pereza mental.
Es plaga tan extendida como la que produce las cantidades ingentes de zombies que desbordan las pantallas grandes y chicas.
Es la salida fácil de quien no está seguro de su ilación. De ése al que rebasa la concatenación de ideas y de palabras.  El que toma el camino corto y busca realizar el mínimo esfuerzo.
La muletilla es fórmula que se repite aun cuando su ejecutor ni idea tenga del significado original.
Es vicio de redacción que viene de la mano con el lugar común.
Sí, sacan del apuro al pobre redactor, pero convierten al texto en un obra pobre para los pobres lectores.
No ofrece una prosa limpia, ya no digamos mínimamente clara y que no llene de tedio.
Quizá, en algún momento, cualquiera de nosotros ocupe una muletilla, utilice un lugar común. Es aceptable, lo que no lo es que se usen siempre. Que parezca obligatorio empezar los párrafos con una frase vacua.
Introducir un tema con “pero”, como en “Pero, ¿qué es un gluón?” es darle a esa palabra una función que no tiene.  “Pero” es una conjunción adversativa. Eso quiere decir que expresa una idea contraria a la previa. No sirve para abordar explicaciones.
Ahora bien, “ahora bien” es muletilla que sólo llena espacio y hace perder el tiempo, como lo hace, de algún amanera, la expresión “de alguna manera.”
Con “por su parte” tengo problemas. Siempre me pregunto ¿por cuál de sus partes? Y la imaginación se dispara con resultados de estrambóticos a terribles.
Cabe señalar que si cabe lo decimos. ¿Para qué lo anunciamos? Igual ocurre con “cabe recordar” Simplemente recordemos lo que haya menester recuperar de la memoria, aunque no lo hagamos con la otra forma manida: “hay que recordar que”.
Y es que me da temor un párrafo que empieza con “Y es que…“, sobre todo en una nota informativa, donde la frase hecha me indica que el reportero está disfrazando su punto de vista, está tratando de introducir una opinión, vamos(qué tal ésta) nos anuncia su intención de alejarse de la objetividad.
Los otros vicios, los lugares comunes, hacen que los cuchillos sean siempre pavorosos; los aplausos, abrumadores; las lluvias, torrenciales; los autos, lujosos; y las carreras, locas.
Qué decir del “vital líquido”, utilizado como sinónimo de algo que no se ha mencionado. Por cierto (¡colé una más!), si de líquidos vitales se trata, ¿por que los redactores nunca usan la frase para hablar de la sangre?, fluido vital, si los hay.
¿Y cómo ven el “Palacio de Cobián” en las notas de la fuente política? ¿Alguno de los reporteros que se atienen al molde sabe quién fue Cobián? ¿El tal Cobián escribía su nombre con “b” o con “v”? Creo que para ganarse el derecho a usar el lugar común, deberían conocer la historia.
Hay términos que además son redundantes, como “el funcionario público”. Si es funcionario es servidor público, si no será directivo o ejecutivo. O como “en breves minutos” Todos minutos duran lo mismo: 60 segundos. No los hay mayores o menores. ¡Ah! Lo que queremos expresar es lo poco que dura un hecho o la espera de uno, pues usamos “breve lapso”, pero no pongamos “lapso de tiempo” ¿Acaso hay lapsos de tierra o de ranas?
Rematemos con la apropiación de la edad: “A sus 15 años…” Ni modo que a los de su mamá. Y para darle una vuelta de tuerca “a sus escasos seis años”, que obligarían a decir “a sus abundantes 40 años”.  Y no, ¿verdad?
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En las arcas de arena encontramos la palabra herrete. ¿Alguien puede decirme qué es? Peor, ¿puede decirme dónde leí la palabra?

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Publicado en La Crónica de hoy

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