jueves, 18 de febrero de 2016

El agua, tal cual

Carlos Alberto Patiño
Confirman que hay agua en Marte. Lo anuncia la NASA, pero su forma de decir que el líquido está en el planeta rojo hace que uno se quede en la incertidumbre. Porque vaya usted a saber qué distancia de la realidad hay entre “pruebas sólidas” y “evidencia espectral”. Al final señalan que se refuerza la hipótesis.
Son cosas de los científicos que no comprometen una afirmación sin tener todas las evidencias.
Y de haber agua en Marte, seguramente será como la de la Tierra. Sabemos que la física y la química deben funcionar igual aquí que allá.
Y si así es, el agua será…
Voy a hacer una digresión antes de describir al elemento.
Empezaré citando a Octavio Paz, cuando habla de las malas palabras en su celebérrimo El laberinto de la soledad. El escritor dice de ellas que son “el único lenguaje vivo en un mundo de vocablos anémicos”.
Sobre las dichas palabras, precisamente, el Código de ética de La Crónica de hoy señala que se deben usar “poco y con discreción. En todo caso, se escribirán con todas sus letras sin abreviarse.”
Todo esto porque usaré una palabra que, aunque deberías formar parte del lenguaje técnico, puede ser mal vista por algunos.
Vuelvo al agua.
En las primeras lecciones de hidráulica que reciben los ingenieros, por lo menos los que conocí en un diplomado sobre la industria dela construcción, se les enseña a los alumnos que “el agua es cabrona”
Y sí lo es
Allá por 2004 escribí un texto al respecto. Va así:
Avatares acuáticos
El agua es cabrona. Esa es la lección básica de los ingenieros hidráulicos. Cada vez que uno se refiere al tema, los expertos dan como primera explicación ésa que seguramente fue una de las primeras advertencias que recibieron cuando estudiantes.
De que el agua es como dicen los especialistas, las muestras son abundantes en la historia de nuestra ciudad. La más reciente la tuvimos en Iztapalapa. Y fue más o menos leve, si la comparamos con un caso como aquel que ocasionó la muerte de un conductor en uno de los puentes del Periférico.
El agua merece esa calificación por los estragos que causa tanto por su abundancia como por su escasez. Incluso por su comportamiento físico, por ejemplo, el llamado “golpe de ariete” que se produce cuando una gran cantidad de líquido se precipita. La fuerza del impacto es tal que puede arrasar con casas y vehículos de los más pesados.
Aun en pocas cantidades, su efecto puede ser letal. Recordemos el tormento chino que consistía en dejar caer una gota de agua sobre la cabeza de un condenado hasta que el golpeteo permanente le perforaba el cráneo.
El agua acaba por erosionar la roca más dura y disuelve casi cualquier sustancia. Si encuentra un orificio, por pequeño que sea, empezará a filtrarse y a ampliar el hueco hasta terminar con cualquier barrera. Por eso las cortinas de las presas son vigiladas minuciosa y constantemente.
El agua es así, y yo lo sabía, pero nunca fui más consciente de ello como cuando, al pasar frente a una fonda, recibí una buena cantidad de líquido que una mujer lanzó desde el local, tras hacer la limpieza. Quedé helado, y ya imaginará el lector el aroma del cubetazo. Entonces recordé el adjetivo de los ingenieros, pero no fue precisamente para el agua. Se lo había ganado con creces la oportuna dama.
Hasta aquí mi autorreferencia. Si el agua en el suelo marciano también es cabrona, ya lo averiguará el primer terrícola que se meta con ella.
En el tintero queda el degenere que convirtió al sexo en género.
El texto original, Avatares acuáticos se encuentra aquí

03 10 15

Publicado en La Crónica de hoy

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