martes, 16 de febrero de 2016

Retorno al mundo bizarro

Carlos Alberto Patiño
Un querido y respetado colega (hola, Hugo Martínez) comentó mi texto sobre Un mundo Bizarro (29-08-15): “De inmediato me acordé del mundo bizarro, de Supermán”. Es una perspectiva generacional, sin duda.
Pero como cada quien entiende o se fija en lo que quiere (la percepción, como la memoria, es selectiva), me llegó una opinión de mi lingüista de cabecera, la doctora Ivonne Heinze-Balcazar, de la Universidad de California. Esto es lo que ella piensa de mi texto:
“Yo como lingüista describo el lenguaje y por lo tanto no llamaría a los que usan bizarro para significar raro como iletrados, sino como los agentes del cambio lingüístico que se da debido al contacto permanente que tienen el español e inglés. Por esta misma razón no intentaría detener este proceso ya que en la mayoría de los casos no es posible hacerlo.
“En la lingüística le llamaríamos a tu ejemplo préstamo lingüístico, lo cual no es muy exacto; sin embargo, la intención del término es clasificar y explicar este fenómeno tan común y arrasador entre idiomas en contacto.
“El término ya parece haber sido adoptado e integrado en el léxico de los hablantes de la Ciudad de México.”
Después de hacer observaciones sobre la sociolingüística, añade: “Es por esto que se observa que se integran más palabras del inglés en el léxico del español. Nada es permanente. Los idiomas no son estáticos los idiomas también cambian.”
A mi querida doctora debo decirle que, cuando califico de iletrados a algunos locutores es precisamente por eso, porque son iletrados y usan el lenguaje con un desconocimiento supino. Tal vez sean agentes del cambio, pero no será un buen cambio, dadas sus tremendas lagunas en cualquier materia.
Tiene razón la experta, los idiomas cambian y lo hacen todo el tiempo. Si no fuera así, por aquí andaríamos hablando latín, o el primer protoidioma humano.

Los cambios en el lenguaje, desde significados, formas de escribir o pronunciación, son como las mutaciones en los seres vivos.
De pronto se produce un error en la transcripción del código genético. Si el resultado deviene en una transformación que mejore las expectativas de supervivencia, la mutación hace evolucionar a la especia, si no el ente desaparece.
De esa cualidad proteica del lenguaje surge la necesidad de normar, de poner reglas. De otra manera acabaríamos una en Babel.
Sería como el reinado de Humpty Dumpty, donde las palabras significaran lo que a cada uno le diera la gana. Y así no serviría. Si el lenguaje no es producto convencional, si no parte de un uso común, no funciona. Por eso hay diccionarios y gramáticas.
Pero ahí está la canija realidad. La especialista vive directamente un fenómeno lingüístico fascinante. Es como si un astrónomo tuviera en la mira de sus telescopios e instrumentos una nube cósmica en camino de convertirse en una galaxia.
La doctora Heinze está inmersa en el proceso de formación de una nueva lengua, el spanglish
Del tintero.
De un tiempo para acá algunos medios y agencias han tomado la maña de escribir el cannabis, ignorando la condición femenina de la planta. La taxonomía nos da para la “hierbita vaciladora” los nombres Cannabis sativa o Canabbis indica. Las palabras complementarias están en femenino, entonces ¿de donde el masculino? Será producto del consumo.
26 09 15
Publicado en La Crónica de hoy

No hay comentarios:

Publicar un comentario