viernes, 19 de febrero de 2016

La incorrecta corrección

Carlos Alberto Patiño
Lo políticamente correcto ni es político ni es tan correcto, aunque algunos políticos hagan un uso político muy incorrecto del concepto.
¿Cómo nos llegó esa forma de decir al español?
Ahí vamos de nuevo con les faux amis, las palabras similares que confunden, esas celadas que atrapan a los malos traductores e incorporan al español palabras extrañas que desplazan a las maneras que ya tenemos para expresarnos.
Y como el mal ejemplo cunde, se extiende la plaga por el uso que hacen los ignorantes.
Y si esos ignorantes están en puestos de liderazgo acompañados por su Dulce Polly, ya estamos. Los “chiquillos” y las “chiquillas” se vuelven fórmula de gobierno.
El inglés “politics” no significa política, como no lo hace la “politesse” del francés.
Son términos más cercanos a la cortesía, a las buenas maneras, a la diplomacia, que a la grilla.
Pero el uso hace la norma, y con el afán de parecer progres, personas buena onda,  actualizadas, ahí vamos a proferir frases que sean aceptadas por la buena sociedad, por las buenas conciencias.
Incorporemos otro ingrediente: las posturas del feminismo simplón, empeñado en cambiar la realidad cambiando las palabras. Ése que cree que la discriminación se acabará con la defensa del “género” (¿Se acuerdan del viejo significado de “género”?)
Voilà, ya entramos en el campo de las complicaciones.
Ahora nos vemos obligados a contradecir los principios de economía del lenguaje. En vez de exponer las ideas con el número suficiente de palabras para que sean entendidas, debemos aumentarlas para que el auditorio socioconsciente, o semi o pseudopensante quede satisfecho (sin margaritas, pero con eufemismos)
Así al típico “señoras y señores”, “Ladies and Gentlemen”, “Mesdames et messieurs”, hay que añadirle engendros como “diputados y diputadas”, “niños y niñas”, “embajadores y embajadoras”, “maestros y maestras”, “poetas y poetisas”.
Don Arturo Pérez Reverte, académico de la lengua, hace frecuente burla de esa moda, de ese modo de decir.
Yo me pregunto si en aras de la equidad, del  combate a la discriminación, de este formidable embate lingüístico por la justicia, no debiéramos revisar un conjunto de productos culturales muy arraigados en nuestra inicua sociedad.
Por ejemplo, las canciones de Cri-Cri, muy especialmente ésa dedicada a la Afroemericana  Cucurumbé, que se fue a bañar al mar por sus severos problemas de identidad.
En la misma línea está el afrodescendiente Sandía, quién se caracteriza por su inmoderado uso de picardías. O su amigo bailarín , con su bastón y su bombín.
Eso, por no hablar de la gran discriminación que padece la muñeca que no encaja con los paradigmas de belleza y permanece en su rincón.
La labor es ardua, como se ve.
Ya encarrerados en el uso de este tipo de vocablos (mamemas, les dicen por ahí), imaginemos a los criptozoologos anunciando la aparición del abominable y de la abominable hombre y mujer de las nieves. No se da una noticia concisa, pero igual impactará con la debida corrección.
O el titular: “El o la chupacabras atacó un rancho”.
A La Llorona hay que dejarla sola, pues a El Llorón nadie le creerá que clama por sus hijos. Será muy chilletas, pero cuándo se ha visto a un macho queriendo hacerse responsable de sus hijos.
Ya solo les propongo pensar en la atribulada madre que dice al niño a o la niña que se duerma, por que vienen El Coco y La Coca, y al mencionar a ésta última el mozalbete o la mozalbeta la pida con poco hielo.
Y con El Viejo y/o Vieja del costal.
Como buen fan de Les Luthiers, el, la niñ@ contestará ¿Y si al, a la Viejo-Vieja del costal tampoco le gusta la sopa… el sapo… el sope?
En fin, ya se me entreveraron los géneros y los números, se  me atraganta la corrección, me apabullan los accidentes gramaticales.
17 10 15
Publicado en La Crónica de hoy

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