martes, 27 de marzo de 2018

Crítica o censura

Carlos Alberto Patiño




¿Tiene límites la imaginación? ¿Cuánta libertad hay para expresar sus creaciones? ¿Es válido constreñirla?
El lenguaje es el vehículo de los productos de la imaginación. Escrito, no verbal, icónico. Sin un sustento que lo comunique, lo imaginario se queda como un acto solipsista, se agota en sí mismo.
Pero las formas de comunicación se coartan con cualquier pretexto. Los guardianes del deber ser brotan por todas partes.
Los tiempos de la corrección política son más cercanos a Torquemada que a Voltaire. Nos tratan de convencer de que hay que defender la tolerancia y la inclusión, pero con las redes sociales se sustituye al potro y al garrote; y el linchamiento virtual no desmerece respecto del real.
La idea de quemar libros no es sana. Es cierto que no es lo mismo quemar a los autores, pero el espíritu de Lynch está en las dos prácticas.
Lo digo por la polémica que se ha desatado con Mario Vargas Llosa, primero por sus opiniones políticas y luego por su postura ante el feminismo extremo.
Yo recomiendo a sus detractores que no lo lean si no están de acuerdo con él. O pregúntense ¿cuándo se jodió Vargas?, y a otra cosa.
De igual manera sugiero que prescindan de leer a Nabokov si Lolita los incomoda, pero se  perderán de una gran novela como Ada o el ardor, si se distancian de este autor.
Lo digo también por la necia pretensión de meter al sexo donde hay género y al género donde hay sexo.
Suponer que la realidad cambia cambiando el lenguaje es tonto, pero no actualizar el lenguaje también lo es.
La cuestión es encontrar la fórmula para evolucionar y conservar.
Creer que si existe la palabra automóvil, como contrapeso justiciero, debe existir “automóvila”, es confundir todo, es una falsa visión. (Automotor y automotriz sí funcionan).
Complicar las formas de decir inventando grafías como “niñ@s” o aumentando el número de palabras usadas es poco práctico y no hace que desaparezca la discriminación que es una praxis y no una mera forma de decir.
El exceso de celo de los políticamente correctos deviene en moralina y se revierte en intolerancia.
Hacer crítica no debe ser censura sino discusión de las ideas.
La confrontación racional enriquece; la descalificación y el rechazo debilitan.
Aunque de creencias e ideología nadie está exento, hay que rehuir de los prejuicios.
Y, sobre todo, hay que saber qué se dice. Aunque no son una maravilla, ahí están los diccionarios para ayudarnos.
Por ejemplo, la palabra equidad, tan socorrida para hablar de equilibrio, significa, según el Diccionario de la lengua española, “1. f. Igualdad de ánimo. 2. f. Bondadosa templanza habitual, propensión a dejarse guiar, o a fallar, por el sentimiento del deber o de la conciencia, más bien que por las prescripciones rigurosas de la justicia o por el texto terminante de la ley. 3. f. Justicia natural, por oposición a la letra de la ley positiva. 4. f. Moderación en el precio de las cosas o en las condiciones de los contratos. 5. f. Disposición del ánimo que mueve a dar a cada uno lo que merece.”
Aunque el uso actual hace al término sinónimo de igualdad. 
Y con ese tema,  el Instituto Nacional de las Mujeres tiene una campaña #IgualNiMásNiMenos.
En uno de sus promocionales, unos niños dicen: “Ni más creativas ni menos creativos; ni más fuertes ni menos fuertes”; luego una voz de adulto expresa: “Niñas y niños son iguales, es tu responsabilidad educarlas y educarlos igual” y siguen los niños “ni más capaces ni menos capaces; ni más sensibles, ni menos sensibles; Ni más ni menos. ¡Igualdad!”.
En un segundo video, los niños claman: “Ni más curiosos ni menos curiosas; ni más talentosas ni menos talentosos; ni más inteligentes ni menos inteligentes; y de nuevo la voz adulta: “Niñas y niños son iguales, es tu responsabilidad educarlas y educarlos igual”, para rematar: “Ni más hábiles ni menos hábiles; ni más ni menos. ¡Igualdad!”.
Entiendo la intención del organismo, pero en su afán por igualar las oportunidades para los niños sin importar su sexo cae en el desatino de apostar por una mediocridad generalizada, como de novela de Huxley.
Hay niños más inteligentes que otros; los hay con habilidades que superan las de otros. Los hay con grados distintos de sensibilidad.
Lo diré en su lenguaje. Hay niñas y niños más inteligentes que otros y otras niños y niñas.
Los y las hay con talentos que otros y otras no tienen.
¿Es eso un problema? No debería serlo ni debería proponerse como política un igualitarismo estulto.
Hay que estimular los talentos, hay que desarrollar las capacidades de cada cual para que cada quien encuentre su plenitud, niño o niña.
Las diferencias hacen a los individuos, la discriminación los limita. No hay que confundir.
Dicho como lo proponen es abrir la puerta a la cofradía de los mediocres.
.-.-.-.-.-.
Refocilar o refocilarse es el verbo que buscaba El Arca de Arena. Debo reconocer una falla en el planteamiento, pues no incluí la aclaración de que se trataba de un parónimo del arcaísmo que designaba al rayo. Quizá por eso Marielena Hoyo recordó el “refucuilo”, pero no encontró la expresión en la obra de Cervantes.
La palabra aparece así en El Quijote: “Sucedió, pues, que a Rocinante le vino en deseo de refocilarse con las señoras facas, y saliendo, así como las olió, de su natural paso y costumbre, sin pedir licencia a su dueño, tomó un trotico algo picadillo y se fue a comunicar su necesidad con ellas.” 
Y más adelante: “Había el arriero concertado con ella que aquella noche se refocilarían juntos, y ella le había dado su palabra de que, en estando sosegados los huéspedes y durmiendo sus amos, le iría a buscar y satisfacerle el gusto en cuanto le mandase.”
El primer ejemplo corresponde al capítulo XV de la primera parte, “Donde se cuenta la desgraciada aventura que se topó don Quijote en topar con unos desalmados yangüeses.”
El segundo es del XVI, “De lo que le sucedió al ingenioso hidalgo en la venta que él se imaginaba ser castillo.”
La palabra equidad tiene la etimología latina aequus, que significa igual, llano, justo, equilibrado, equitativo. Lo explica El Arca de Arena para pedir un adjetivo que con la misma raíz significa lo contrario. Es equivalente a malvado, injusto. Es parónimo de algo que no hace daño.

Publicado en La Crónica de hoy 
 

24 03 18   

lunes, 19 de marzo de 2018

Hijos de su…

Carlos Alberto Patiño



López son los hijos de Lope.
El apellido que más se repite entre los gobernantes de México es López. Un Virrey hubo en la Nueva España llamado Diego López de Pacheco. Fue el decimoséptimo y estuvo a cargo del virreinato de 1640 a 1642.
Entre los presidentes, ya como nación independiente, están Antonio López de Santa Anna, Adolfo López Mateos y José López Portillo.
A López de Santa Anna se le atribuye haber ocupado la Presidencia 11 veces, pero hay autores que sostienen que sólo fueron seis. Con eso bastaba para asegurar que es el apellido que ha estado más veces que ninguno en la Presidencia.
Don Antonio era un pillastre al que muchos consideraban héroe. No hay que olvidar que la versión completa del Himno Nacional lo califica como “El Guerrero inmortal de Zempoala”.
Pero es un hecho que los mexicanos de entonces lo llamaban cada vez que creían necesario que los gobernara. De esa catadura eran nuestros compatriotas en esa época; de esa caradura era él. La Guerra de Texas en el 35 y la guerra con EU en el 47, con las consecuentes pérdidas de territorio, no fueron suficientes para retirarlo. Fue hasta 1855 que el Plan de Ayutla lo expulsó.
Adolfo López Mateos ha sido el presidente que ha logrado los mejores índices de popularidad a largo plazo.
Fue un personaje querido, al punto de que sus conductas, aunque no fueran las más ejemplares, se le festejaban. Es conocida la anécdota que le atribuye preguntar cada mañana a su secretario particular Humberto Romero “¿Qué toca hoy, viaje o vieja?” Se le admiraba la galanura y su gusto por los autos deportivos. Fue el mandatario que obtuvo para México la sede de los XIX Juegos Olímpicos, creó los libros de texto gratuitos, mantuvo un gran impulso a la educación y a la cultura, nacionalizó la industria eléctrica y creó el ISSSTE.
Pero en su cuenta también está la represión a los movimientos ferrocarrilero (el de Demetrio Vallejo y Valentín Campa) y magisterial (el de Othón Salazar). El caso extremo fue el de los asesinatos del dirigente agrario Rubén Jaramillo y su familia.
Con todo su carisma, don Adolfo nunca pudo separarse de esas historias.
El último es López Portillo. Con él y con su antecesor Luis Echeverría comenzó un fuerte deterioro de la imagen presidencial (Díaz Ordaz tuvo lo suyo, pero sólo en algunos sectores). Jolopo le decían por el acrónimo de su nombre, pero terminó como El Perro, por su dicho de que como tal defendería al peso... y desató la más terrible de las inflaciones que hemos padecido. También se le festejaban sus amoríos. Muy señalado fue el que se le achaca con su secretaria de Turismo. Hasta del nepotismo hacía gala. Los niveles de corrupción en su sexenio llegaron a cotas inimaginables. El botón de muestra es su jefe de policía, Arturo El Negro Durazo.
Esos han sido nuestros López y así nos ha ido.
.-.-.-.-
Y ya que estamos con los apellidos, hablemos de ellos.
Entre nuestros usos y costumbres está la de transmitirlos a nuestros descendientes. La norma civil era la de poner primero el apellido del padre.
No nos metamos en las honduras de dilucidar las razones de esa práctica a la que no llamaré machista, pues antecede al concepto, aunque no al sentido. Sería un anacronismo efectista, sobre todo en algunos sectores, pero inadecuado.
Más allá de Federico Engels y sus ideas sobre el origen de la familia, supongamos que los apellidos surgieron cuando las comunidades humanas crecieron lo suficiente para hacer necesario distinguir a sus miembros e identificarlos por su pertenencia a los distintos grupos o familias.
De hecho, una de las denominaciones para los apellidos es “patronímico”, que viene del nombre del padre.
Lo curioso es que a mí me parece que, en el origen, los nombres debieron estar más vinculados a la línea materna. “Hijos de mis hijas, mis nietos serán; hijos de mis hijos, el Diablo sabrá”, decía mi abuela (El dicho concluye “en duda estarán”, pero doña Manuelita metía al de los cuernos por alguna razón).
Debió haber sido como cuenta la anécdota sobre el guitarrista gaditano Francisco Gustavo Sánchez Gómez. En Algeciras había con seguridad varios rapaces con el hipocorístico “Paco”. Así que tras alguna fechoría, los adultos se preguntaban “¿Quién ha sido?”. “Paco”, respondían otros. “¿Y cuál de ellos?”. “El de Lucía”, era la frecuente respuesta.
Luego, el talentoso muchacho lo tomó como el nombre profesional que lo llevó a la fama: Paco de Lucía.
¿No parece una forma natural para identificar a las personas?
Otra forma, cuando el nominado emigraba y el apellido quedaba en usufructo del primogénito, era referir el lugar de origen: Rodrigo de Triana, Leonardo da Vinci, Francisco de Asís.
De nuevo, sin meterme en los berenjenales de la calificación o descalificación de las costumbres, aunque ahora sí pensando en Engels y la propiedad privada, vino la necesidad de asegurar filiación y legados.
Así que el hijo de Pedro fue Pérez; el de Muño, Muñoz; el de Martín, Martínez… El patronímico más común en México es Hernández, el de los hijos de Hernán.
Una manera más de distinguir a las personas es por las características físicas o morales de algún antepasado.
Gerardo Bueno, Salvador Malo, Carlos Prieto, Genaro Moreno, Vicente Guerrero, Miguel Hidalgo, Arquímedes Caballero…
Algunos apellidos derivan de los oficios que se ejercieron: Hortelano, Herrero, Pastor…
Los hay relacionados con animales, plantas u objetos: Gallo, Del Toro, Cuervo, Zorrilla, Becerra, Cabral, Arce, Del Olmo, Manzanilla, Centeno, Lanza, Torres, Platas…
Los hay de colores: Añil, Cano, Celeste… Blanco era el materno de mi padre. Y el que me legó, Patiño, es “pequeño pato” en lengua gallega.
No hay modos (ni modas) que no cambien. Así que sonó la hora de modificar los usos.
En cuatro entidades de la República, Morelos, Estado de México, Yucatán y Ciudad de México, la ley autoriza a los padres a elegir si será el materno el primer apellido de los hijos. En otros estados, las madres solteras pueden registrar a sus vástagos con el propio. En muchas partes la legislación no especifica el orden, pero se rigen por la costumbre, a menos de que con buenos argumentos se convenza al juez de inscribir primero el materno.
Para darnos una idea del talante que prevalece en El Bajío, la ley en Guanajuato impone el paterno.
Y no se puede terminar este análisis sin acordarnos del “Hijo de Su”, personaje al que popularizó Tin Tan. Era un chico malo a quien no le gustaba trabajar y ni el agua, por no bañarse.
No tenía amigos, robaba y bailaba como apache… “El hijo´e Su era un/ muchacho el hijo´e Su/hijo de Doña Susana hijo´e Su/desde chico era muy malo/pa´levantarse temprano/dicen que nació cansado el hijo´e Su”.
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Regaños. La fotografía nos muestra a un reptil arrastrado por la cola y el texto dice: “Un ejemplar de cocodrilo —de casi dos metros de longitud— fue arrollado por un auto en movimiento al salir de la laguna Negra de Puerto Marqués, ubicada en el acceso principal de playa revolcadero, en la zona Diamante del puerto”.
Muy bien, un auto en movimiento. El corresponsal, el editor y el corrector imaginan que los automóviles detenidos pueden arrollar seres así nomás, sin tener la condición necesaria para causar daño. “Lo que mata es la velocidad”, decía mi maestro de física para explicar inercia, energía cinética y otros conceptos de la mecánica.
Es pleonasmo decir que el vehículo estaba en movimiento.
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El Arca de Arena estaba en busca de un sinónimo de una palabra que se usa para hacer un encomio. Es un discurso laudatorio al que el diccionario académico lo asocia con Baco o Dioniso.
La respuesta vino del lector Miguel Ángel Castañeda Rangel, quien nos explica que “Ditirambo es composición poética laudatoria que expresa un gran entusiasmo por el objeto a que se dedica el elogio. Alabanza exagerada”. Marielena Hoyo añade que el vínculo con Baco está relacionado porque el término es sinónimo del dios griego del vino y sus excesos.
El Arca anda en pos de una palabra que aparece varias veces en El Quijote. Es una palabra que apareció ya en Giros asociada con un arcaísmo para denominar a la descarga eléctrica que se produce en la atmósfera. Sin embargo, Cervantes la usa con otro significado, también antiguo. El Manco de Lepanto la ocupa para referirse a encuentros placenteros entre hombres y mujeres o entre caballos, burros y sus hembras. El DLE la presenta como una acción que recrea, calienta y vigoriza.

Publicado en La Crónica de hoy 
 
17 03 18  
 

lunes, 12 de marzo de 2018

¿Argumentos o falacias? Créale a las campañas

Carlos Alberto Patiño

 


¿Qué tan válida puede ser una opinión? ¿Qué la hace valer?
En estos días y meses que corren, las opiniones nos inundan, amenazan con aplastarnos. De todas partes, por todos los medios nos llegan mensajes encaminados a influir en nuestras decisiones.
Hay alegatos, ataques y pocas proposiciones.
¿Cómo podemos cribar ese alud? ¿Cómo separamos el grano de la paja?
En primer lugar, es importante tener cuidado con los adjetivos, que de calificativos se convierten en elementos de descalificación.
Con un adjetivo se pone de lado lo sustancial. Se dirige la atención a alguna característica que no siempre es cualidad. Se relega o disminuye lo sustantivo.
Los discursos de campaña están llenos de estos elementos.
En un mundo ideal, donde las formas de la democracia sí correspondieran a las ideas democráticas, los discursos contendrían propuestas sólidas y realizables, no promesas vanas, panegíricos, acusaciones ni vituperios.
No perdamos de vista que el objetivo de los políticos en campaña es persuadir. Y con esa meta se suelen valer de dos vías: La argumentación o el engaño.
Se entrambulican ambos caminos de manera descarada. Así es la política y así son los políticos.
Argumentar es presentar razonamientos que demuestren una proposición.
Deberían ser los ladrillos para construir los discursos, las columnas, los artículos… deberían ser.
Los argumentos, como razonamientos que son, deben partir de premisas verificables.  Una buena argumentación debe ser consistente; es decir, no tiene que incluir contradicciones. La argumentación se dirige a demostrar un punto. Si está bien hecha, le dará al público los elementos para que tome una decisión, por ejemplo, emitir un voto.
¿Son así los mensajes que nos apabullan?
Así como con los adjetivos, tenemos que  tener cuidado con las falacias.
Son estas formas argumentales juicios tramposos; aparentan ser demostraciones ciertas, pero envuelven el grano de la falsedad.
Las hay involuntarias, se tropieza con ellas por mera torpeza lógica o falta de rigor.
Y las hay interesadas, pergeñadas con mala leche, como salidas del ministerio de Joseph Goebbels. Albergan dolo entre sus  componentes, su intención es aviesa.
Si en la prepa, además de todo lo que se hace en esa etapa, a veces, un poquito, nos dedicábamos a estudiar, sabremos de lo que se habla.
De cualquier modo, hagamos un repaso.
Se incurre en la falacia cuando se extraen conclusiones que no corresponden a las premisas. Pueden éstas ser verdaderas, pero el juicio, falso.
Hay casos de aparente veracidad, pero apuntaladas en falsas premisas. La falla no es siempre en el criterio de verdad, sino la construcción del razonamiento… Voluntaria o involuntariamente.
Desde Aristóteles están bajo la mira las falacias. Volvamos a la prepa y veamos algunos ejemplos.
La típica es la de falsa conclusión. Es el caso de las orejas de burro:
Los burros tienen orejas/Sócrates tiene orejas/Sócrates es un burro. Es muy simple, elemental, y nos la quieren aplicar tantas veces.
Continuemos con el repaso.
La falacia de falsa generalización es frecuente, vean si no el viejo eslogan de la cervecería Modelo. Es de los años 40 del Siglo XX: “Veinte millones de mexicanos no pueden estar equivocados”, pero que creen, la mayoría no hace verdad, aunque nos acomode. Es del tipo “Por el bien de todos”
¿Es tan difícil atender a la razón? Los autores de campañas publicitarias y propagandísticas suponen que no y creen que votaremos por un candidato sólo porque Yuawi nos cae bien. Es un chico carismático, de hecho lo es más que su candidato, que solo acierta a fungir como comparsa en un promocional. ¿Eso los convenció de dar su voto? 
La pregunta es tonta, pero ahí está el promocional.
La falacia llamada de conclusión irrelevante es típica. Es la que argumenta a partir de cualidades de una persona que no necesariamente corresponden a la función que deben desempañar, como a los futbolistas… quise decir boxeadores, a los que se lanza a un puesto de responsabilidad. La construcción va así, sin futbolistas ni boxeadores ni otros especímenes que no es oportuno mencionar: “Juanito es un corredor, va a misa y es buen padre. Merece ganar la medalla”.
La falacia por argumento ad hominem es la que descalifica a la persona antes que al argumento. “Fulano es de la mafia en el poder”, pero está la más burda y cotidiana, no la justificaré, aunque alcanzo a entenderlo: “Lo dice Alejandro, pero es americanista”.
Está la contraparte, no los que les van a las Chivas o al Cruz Azul, que los hay, sino a la apelación a la autoridad. Es como cuando citamos a Einstein para justificar cualquier argumento o al Papa o al Chicharito: “Como Einstein decía, todo es relativo”, “Como dijo el santo Papa… sólo Veracruz es bello”, “El Chicharito toma Coca-cola” O esta que es típica, “Me dijo mi cuñado que va a temblar y él trabaja en la Universidad”. (Es contador)
Falacias, las hay a granel. Aparecer como víctima es una de frecuencia inconmensurable: “Es compló”, “todo fue legal, es campaña en mi contra”... Y las que usted identifique.
Los encuestadores saben que no deben confundir con las preguntas ni inducir las respuestas, así que para ellos no van los siguientes ejemplos, como el de la pregunta compleja, cuando se pide una respuesta a dos o más cuestionamientos o a una inquisición  ambigua: “¿Quieren portarse bien y callarse?” ¿Y si nada más necesitamos que se callen?
Otra: “¿Ha dejado de emborracharse?” La respuesta implica que siempre se emborracha.
Y aquí vamos con el énfasis como recurso falaz. Ocurre cuando se destaca uno de los elementos del enunciado: Un día, el capitán de un navío anota en la bitácora: “Hoy, el contramaestre estaba borracho”.
El aludido lee la bitácora y reacciona. Escribe: “hoy el capitán estaba sobrio”. No mentía, pero dejaba entrever que el oficial no siempre lo estaba.
Otro ejemplo clásico es el de el ídolo nacional: “Pedro Infante no ha muerto… Vive en el corazón de los mexicanos.
Llegamos a la falsa causa. Se relaciona causalmente a dos fenómenos de ocurrencia simultánea: “Me tomé el refresco y me empezó a doler la cabeza. El refresco provoca dolor de cabeza”. O el ejemplo experimental: “Tomé ron con agua mineral y me embriagué. Tomé whisky con agua mineral y me embriagué. Tomé vodka con agua mineral y me embriagué. Ten cuidado con el agua mineral”
No todos los casos son tan evidentes. Las argucias de los propagandistas son a veces obvias, a veces sutiles. Como las voces de los íncubos y súcubos, a cual más seductora.
De eso se trata, de obnubilar la razón para que se actúe por la emoción.
“Estad despiertos”, recomendaba el evangelista Marcos.
Aunque, optimista, pienso en lo que decía Don Quijote en el capítulo XXII de la primera parte: “Aunque bien sé que no hay hechizos en el mundo que puedan mover y forzar la voluntad, como algunos simples piensan; que es libre nuestro albedrío, y no hay yerba ni encanto que le fuerce”.
Así sea en la temporada electoral.
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Llegado hemos a El Arca de Arena. Buscábamos “una expresión latina de doble palabra. Tiene que ver con el tema de la pasada entrega de Giros. Originalmente se refería a la tablilla sin marcas, cuando aún no recibían ningún texto. Actualmente equivale a desentenderse de los matices, de ignorar diferencias y actuar como si todo fuera parejo. Puede significar “borrón y cuenta nueva”, “partimos de cero”. Es la “tabula rasa”, como respondieron Marielena Hoyo y Bertha Hernández.
Ahora El Arca va por un sinónimo de la palabra que se usó en uno de los primeros párrafos de esta entrega para hablar de un encomio. Es un discurso laudatorio. El diccionario académico lo asocia con Baco o Dioniso.

Publicado en La Crónica de hoy 
 
10 03 18  
 

 

viernes, 9 de marzo de 2018

De puro relumbrón

Carlos Alberto Patiño


Es vicio de locutores utilizar palabras sin conocer su significado. Lo es también de algunos reporteros y de muchos productores de memes.
“Se veía muy ad hoc”, escuché decir por ahí. La comentarista hablaba de una personaje (personaja todavía no existe) que relucía en su atuendo. Se pudo haber dicho que brillaba, que destacaba, hasta que refulgía, ¿pero ad hoc?
La expresión viene del latín. Se usa, nos explica el DLE, “para referirse a lo que se dice o hace sólo para un fin determinado”. También es una locución adjetiva que significa “Adecuado, apropiado, dispuesto especialmente para un fin”.
Nuestra “comunicadora” seguramente oyó la expresión por ahí y le pareció que apantallaba, pero nunca se tomó la molestia de averiguar el significado y sin más la soltó al micrófono.
“Fue un chiste épico”, decía un joven redenauta para ponderar el gracejo de un su compinche.
Lo épico es lo que se refiere a la epopeya, el relato de las hazañas de un héroe o personaje de leyenda. Es también adjetivo que describe lo grandioso, las cosas o acontecimientos fuera de lo común.
Considerar épico un chiste es, por decir lo menos, exagerado.
Enfisema es palabra fuerte, es una enfermedad grave. Es una de las maldiciones del fumador.
Tan fea es la cosa que al reportero le pareció que no había nada peor. Para darle sentido humano a su trabajo, presentó el caso de un joven al que la fuerte contaminación de una ciudad del Bajío le ocasionó el mal. La creatividad y emoción llevaron al reportero a escribir “La voz del doctor lo sacó del letargo para volverlo a su cruel realidad: “enfisema pulmonar o lo que es lo mismo cáncer en los pulmones”.
Más dramático, imposible. Pero hasta el doctor quedó en entredicho. No es necesario aclarar que enfisema y cáncer son enfermedades distintas. En la primera se destruye el tejido pulmonar. Los alvéolos se agrandan y hay dificultad para respirar. Los órganos pierden la capacidad de oxigenar la sangre y, con los años, puede ocurrir un colapso pulmonar. Es un hecho que la calidad de vida se deteriora de manera notable.
El cáncer se origina por una proliferación descontrolada de células. Son tejidos sin función que invaden y afectan a los órganos. Definitivamente, enfisema y cáncer carecen de equivalencia.
Asueto, define el Diccionario de la Academia Española, es “Interrupción temporal por descanso del trabajo, los estudios u otra actividad habitual, especialmente si dura un día o unas horas. Día, tarde de asueto”.
Las negritas en las palabras “por descanso” las puse para destacar el sentido del vocablo.
A un cabeceador, la persona que pone cabezas o titulares, seguramente soltero o sin hijos, le pareció que una licencia de trabajo era un descanso y nos dice que se proponen seis “días de asueto para padres con menores enfermos”.
¿De veras cree el editor que cuidar a un niño enfermo es un descanso? Si atenderlos sanos es garantía de fatiga...
Las ventas van de la mano con los festejos. No hay verbena en la que no se presenten los comerciantes de toda índole. Es parte de la fiesta, pero tal celebración no es sinónimo de la acción de “la recolección o cosecha de la uva” (DLE dixit).
Así que hablar de vendimia cuando se instalan puestos de venta de comida, golosinas, artesanías o fayuca en la vía pública o en plazas y parques, es un dislate. La similitud de la raíz de las palabras no justifica el equívoco de ninguna manera.
La propensión a adornarse con el empleo de palabras rimbombantes es vicio extendido.
Cualquiera cree que puede destacar con esta fórmula. O peor, cuando se trata de “corregir” supuestos errores. Es el caso del “vaso con agua” extendido en la comunidad de los meseros. Tal como lo vimos en el artículo “Su vaso es de agua, Luis”.
Y ocurre con aquellos que creen que reproducir un documento es copear. Es harto frecuente este “correccionismo”. Incluso, hay multitud de secretarias y estudiantes que se encargan de fotocopear papeles.
En realidad copear, según explica el Diccionario de la lengua española es “vender por copas las bebidas”, “tomar copas” y, como mexicanismo, “emborracharse (beber hasta trastornarse los sentidos)”. Reproducir documentos es copiar, a menos que uno esté copeando y pierda la noción de lo que escribe.
Lo sorprendente es que es muy fácil librarse de estos errores. Basta con consultar un diccionario. Oigo o leo una palabra que no conozco y que me impresiona, me la grabo para usarla en la menor oportunidad, pero me aseguro de su significado para no regarla.
Incurrir en la conducta del imitamonos (palabra no reconocida por los diccionarios, aunque de amplio uso familiar, por lo menos en mi familia) no es lo más recomendable. Con un poco de esfuerzo se puede aumentar el vocabulario sin caer en el ridículo.
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Regaños. Con la tónica de esta entrega no harían falta los Regaños, pero un reportero televisivo se lo ganó. Era el típico comentario del 14 de febrero, El sujeto dijo algo así como “no faltaron las visitas al “cuatro letras” ¡Cuatro!, claro, como la hache es muda... Algo está podrido, no en Dinamarca, sino en nuestro sistema educativo.
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El Arca de Arena se siente un tanto frustrada. Fueron varias las personas que respondieron “inmaculada” a la petición del “vocablo que expresa la idea de limpieza, ausencia de manchas; es sinónimo del femenino que por antonomasia se da a la Virgen María”.
Les pasó desapercibida la aclaración de que es un sinónimo de la denominación de la Virgen. Claro que ella es conocida como “La Inmaculada”, pero la palabra buscada es impoluta, impoluto.
Respondió Bertha Hernández.
Bien, ahora El Arca pide una expresión latina de doble palabra. Tiene que ver con el tema de la pasada entrega de Giros. Originalmente se refería a la tablilla sin marcas, cuando aún no recibían ningún texto. Actualmente equivale a desentenderse de los matices, de ignorar diferencias y actuar como si todo fuera parejo. Puede significar “borrón y cuenta nueva”, “partimos de cero”.


Publicado en La Crónica de hoy 
 
03 03 18