lunes, 27 de febrero de 2017

Las primeras palabras


Carlos Alberto Patiño
¿Cuándo se escribió por primera vez en español? ¿Cuáles fueron las primeras palabras de nuestro idioma plasmadas en una superficie?
Mucho tiempo se tuvo como verdad que fueron las Glosas Emilianenses, así llamadas porque se encontraron en el monasterio de San Millán (Emiliano) de la Cogolla, en La Rioja.
Datan del siglo XI y son las glosas o anotaciones que hicieron uno o dos monjes en los márgenes de un texto latino que copiaban. Eran como un apoyo para entender el contenido. Era el idioma que hablaban los religiosos, el que se había desprendido del latín vulgar en las tierras de la Hispania. Era ya el español.
Estos textos se hallaron en el monasterio “de Suso”, parte del conjunto de San Millán. La palabra la conocimos la semana pasada. ¿Recuerdan que significa “arriba”? La otra parte del convento es conocida como “de Yuso”, “abajo”.
Son más de mil las notas en español y algunas en vasco. Una de las más largas y conocidas es ésta: “no Christo, dueno/salbatore, qual dueno/get ena honore et qual/duenno tienet ela/mandatione con o
patre con o spiritu sancto/en os sieculos de lo sieculos. Facanos Deus Omnipotes/tal serbitio fere ke denante ela sua face gaudioso segamus. Amen.
Puesto en castellano actual es “Con la ayuda de nuestro/Señor Cristo, Señor/Salvador, Señor/que está en el honor y/Señor que tiene el/mandato con el/Padre con el Espíritu Santo/en los siglos de los siglos./Háganos Dios omnipotente/hacer tal servicio que
delante de su faz/gozosos seamos. Amén.
Hay más documentos.
La llamada Nodicia de kesos data de 959, unas décadas antes de las Glosas. Fue escrita en la Rozuela, ayuntamiento de las Chozas de Abajo, en León. Es una lista de víveres y consumo escrita por el hermano Ximeno, responsable de las provisiones del convento de los santos Justo y Pastor. Eran religiosos los pocos que entonces sabían leer y escribir, de ahí que los documentos vengan de conventos.
Esta relación contiene alrededor de 50 palabras escritas en un idioma que ya no es latín sino una lengua romance.
Seguimos. Están las Glosas Silenses del monasterio de Santo Domingo de Siles. Son también anotaciones al margen de escritos latinos. Datan de finales del siglo XI.
200 años antes, en el siglo IX, en Burgos, concretamente en el monasterio de Santa María de Valpuesta, otros monjes dejaron su huella en “una lengua latina asaltada por una lengua viva”, a decir de la RAE.
Los documentos son conocidos como el Cartulario de Valpuesta. Estuvieron mucho tiempo en entredicho, pues parte de sus fojas eran falsificaciones hechas por los mismos monjes para atribuirse antiguos privilegios reales que no tenían.
Sin embargo, filólogos y paleógrafos separaron el trigo de la paja y ya se tienen los documentos que pueden contener las primeras palabras en español.
En realidad no se puede establecer una fecha de lo que llaman —incluso los académicos— “el nacimiento del español”. Tenemos, si acaso, el testimonio de los primeros escritos de un idioma que llevaba siglos gestándose.
En paralelo surgió otra lengua romance de efímera vida, el mozárabe. En este idioma se escribieron poemas conocidos como jarchas y son los ejemplos más antiguos de poesía escritos en lengua romance.
Aquí está un par de muestras.
“¡Tant’ amáre, tant’ amáre,/habib, tant’ amáre!/Enfermiron welios nidios/e dólen tan málē.”
En español actual es: “¡De tanto amar, de tanto amar,/amigo, de tanto amar!/Enfermaron unos ojos antes sanos/y que ahora duelen mucho.”. La jarcha es de Yosef al-Kātib.
Esta otra es de Yehuda Halevi: “Garīd boš, ay yerman ēllaš/kóm kontenēr-hé mew mālē,/Šīn al-ḥabī bnon bibrēyo:/¿ad ob l’ iréy/demandāre?
La traducción: Decid vosotras, ay hermanillas,/¿cómo he de atajar mi mal?/Sin el amigo no puedo vivir:/¿adónde he de ir a buscarlo?
El primer texto escrito en el territorio continental americano es, sin duda, de Hernán Cortés.
El antropólogo Luis Barjau asegura que el primer documento es la Real ejecutoria de S.M. sobre tierras y reservas de pechos y paga perteneciente a los caciques de Axapusco, de la jurisdicción de Otumba.
El documento se encuentra en el Archivo General de la Nación y a partir de su estudio, Barjau hizo el libro Hernán Cortés y Quetzalcóatl (El Tucán de Virginia, 2011).

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Regaños. Nuevamente Marielena Hoyo me señala un motivo de regaño. Es una nota que circuló en varios portales, pero ella lo vio en Crónica. Dice: “EL HECHO/CUCARACHA VIVA EN CEREBRO DE INDIA”, y el texto era:
“Mientras dormía, sentía hormigueo en la nariz. La causa, una cucaracha que llegó viva a su cerebro. Tras cirugía de 45 minutos, lograron sacarla y salvarla así de infección grave si se pudría dentro”.
Comenta Hoyo que llamó su atención “que tan delicado y arriesgado trabajo fuera para poner a salvo a un bicho generalmente muy despreciado”.
Claro, hay una anfibología que nos lleva a confundir la infección que podría aquejar a la paciente con la que presentaría el insecto. Pero hay un error más grave. La cucaracha se introdujo por la nariz y no hay manera de que llegara al cerebro. Tenemos algo que se llama cráneo. Es de hueso y la nariz no es ninguna puerta. Pudo haber llegado a la base de la bóveda craneal, pero de ahí al cerebro…

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Radix. Pidió Mangel explicación de la raíz “trico” como en tricocéfalo. El griego thrix, trikhos significa “pelo”. Así el tricocéfalo es un parásito con cabeza en forma de pelo. Es un gusano que habita en el intestino. Con la misma raíz está “tricofagia” que es la manía de comer pelo y “tricofobia” el miedo al cabello. “Tricorrea” es la caída anormal del cabello y “tricosis” es cualquier anomalía o enfermedad en el pelo.
“Tricófero” se llamaban elíxires y tónicos para el pelo que abundaban en los siglos XIX y XX. La publicidad de uno de ellos rezaba: “EL TRICÓFERO DE BARRY nutre los tejidos del cuero cabelludo, que suministran la fuerza generadora del cabello. El Tricófero es, ciertamente, un nutritivo del cabello. Elimina la causa de la calvicie, reconstituyendo el cuero cabelludo gastado e impotente. El público usa esta preparación desde 1801, cuando por primera vez se dio a conocer. Por más de cien años pues ha crecido al compás de la civilización.”
Una maravilla y todavía se vende.
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El Arca de Arena pidió la denominación de un asesor o consejero que no figura en el Diccionario de la lengua española (RAE). Es un cargo de la antigua Grecia, pero Julio Cortázar lo toma en una gran novela y lo transforma en un ser fluctuante, ubicuo, intercambiable, siempre antecedido del posesivo “mi”.
Marielena Hoyo respondió “paredro”. El personaje aparece en la novela 62/Modelo para armar. Nos recuerda doña Marielena que mi paredro tenía como mascota a un caracol llamado “Osvaldo”.
Así habla Cortázar de su personaje: “... ya se ha dicho que la atribución de la dignidad de paredro era fluctuante y dependía de la decisión momentánea de cada cual sin que nadie pudiera saber con certeza cuándo era o no el paredro de otros presentes o ausentes en la zona, o si lo había sido y acababa de dejar de serlo. La condición de paredro parecía consistir, sobre todo, en que ciertas cosas que hacíamos o decíamos eran siempre dichas o hechas por mi paredro, no tanto para evadir responsabilidades sino más bien como si en el fondo mi paredro fuese una forma de pudor... Incluso había veces en que sentíamos que mi paredro estaba como existiendo al margen de todos nosotros, que éramos nosotros y él, como las ciudades donde vivíamos eran siempre las ciudades y la ciudad;..., como si en algunas horas privilegiadas saliera por sí mismo mirándonos desde fuera.”
Muy satisfecha, El Arca dice: “Aquí está el monumento fúnebre, pero el muerto está en otro lado.” ¿De qué hablamos?

25 02 17 


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sábado, 18 de febrero de 2017

Antiguas y cortas

Carlos Alberto Patiño 

Revisando que estaba el libro Español 3 para la secundaria (Alma Yolanda Astudillo, Irma Itzihuani Ibarra, Javier Luna y Anna Lilia Luna) encontré una lección dedicada al lenguaje del Renacimiento (Siglo XVI).
Además de hablar de obras como El Lazarillo de Tormes, La Celestina, el Amadís de Gaula y hasta el Quijote que ya es del siglo XVII, incluye un glosario de época que es irresistible.
Entre las palabras que llamaron mi atención están “yantar”, que quiere decir “comer al mediodía”; “adeliñar”, “alguandre” y “auze”, que son “encaminarse”, “jamás” y “buena ventura”.
“Arrendar” no es rentar, sino “atar el caballo”; “ardido” es “valiente” y “ayuso” significa “abajo”; “cuidar” es “pensar” y “coyta” es “cuita”.
“Debdo” es “deber”, “sodes” equivale a “sois” y “suso” es “arriba”. “Yacunato” es “algo”; “ventado”, “descubierto”; “huebos” significa necesario y “odio”, “oyó”. “Otrosi” es “también”; “ubiar”, “socorrer” y “tuerta”, “vuelta”.
Ya encarrerado me fui a asomar al Lazarillo y ahí me encontré estas otras expresiones:
“Rifar” tiene el sentido de “reñir” (que se conserva en el lenguaje popular), “terciana” es “fiebre que se presenta cada tercer día” y “zaide” es “señor”. “Trebejando” significa “jugando”. “Pluguiera” equivale a “placiera” (y se ha convertido en un cultismo).
“Gallofero” es una palabra que se me antoja incorporar a mi lista de ganapanes y gandules. Es un “haragán, vagabundo, holgazán y limosnero.”
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¿Y las más cortas? Si las más largas nos ocuparon, las palabras más cortas también merecen tratamiento.
Por supuesto, son las que tienen una sola letra: “a”, “e”, “i”, “o”, “u”, “y” y “x”.
Originalmente no iba a incluir la “i”, pues de no ser el nombre de la letra, no conocía otro término. Pero me topé con el “número i”. Este guarismo representa la raíz de menos uno. Es lo que los matemáticos llaman un número imaginario.
Ahora veamos la “a”. Es preposición con muchos usos. El Diccionario de la Real Academia explica que, entre otros usos, “precede al complemento directo cuando éste es de persona determinada o está de algún modo personificado. Respeta a los ancianos. Acabamos de vacunar al perro.”
“Precede al complemento indirecto. Legó su fortuna a los pobres.”
“Introduce un complemento regido por determinados verbos, adjetivos y nombres. Empezar a correr. Disponerse a escapar. Parecerse a alguien. Suave al tacto. Propenso a las enfermedades. Sabor a miel. Temor a las alturas.”
“Indica la dirección que lleva o el término a que se encamina alguien o algo. Voy a Roma, a palacio. Estos libros van dirigidos a tu padre.”
También “indica una orden o exhortación. ¡A la cárcel! ¡A comer! ¡Todos a la mesa!”
Presenta la situación de alguien o algo. “A la derecha del director. A oriente. A occidente.”
“Denota el modo de la acción. A pie. A caballo. A mano. A golpes.”
Y sigue la “e”. Igual que la “i”, es un número, el conocido número de Euler. Es el irracional que sirve como base a los logaritmos neperianos o de Napier.
La “e” es conjunción copulativa que sustituye a la “y” antes de palabras que empiezan con “i” o “hi” (no así cuando la palabra subsecuente empieza con “hie”: “Leones y hienas”, “nieve y hielo”.
Es en esta función una evolución del “et” latino.
La “o”. No hay o no encontré “número o”. Es la conjunción disyuntiva que, según el DLE “Denota diferencia, separación o alternativa entre dos o más personas, cosas o ideas. Antonio o Francisco. Blanco o negro. Herrar o quitar el banco…
Se usa “generalmente ante cada uno de dos o más términos contrapuestos. Lo harás o de grado o por fuerza.”
De igual manera, “denota equivalencia, significando ‘o sea, o lo que es lo mismo’...”
En español antiguo significaba “en donde”.
La “u” (“como la cuerda con que siempre saltas tú”, Cri Cri dixit) es la conjunción disyuntiva que se usa en lugar de “o” antes de palabras que empiezan por “o” o por “ho”.
De la “y”, dice el DLE que es una conjunción copulativa que sirve “para unir palabras o cláusulas en concepto afirmativo. Si se coordinan más de dos vocablos o miembros del período, sólo se expresa, generalmente, antes del último. Ciudades, villas, lugares y aldeas. El mucho dormir quita el vigor al cuerpo, embota los sentidos y debilita las facultades intelectuales.
Asienta también que se usa “a principio de período o cláusula sin enlace con vocablo o frase anterior, para dar énfasis o fuerza de expresión a lo que se dice. ¡Y si no llega a tiempo! ¿Y si fuera otra la causa?...”
Finalmente la “x” representa una incógnita y se usa como adjetivo no determinado: “el señor ‘x’ es muy afortunado”.
¡Ah!, es el nombre de los famosos rayos descubiertos por Wilhelm Conrad Röntgen en 1895.
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Del tema de la entrega anterior, Mangel me hizo la sugerencia de incluir “Parangaricutirimícuaro” entre las palabras más largas. Tiene 22 letras, pero es nombre propio, le dije. Pero no lo es “desemparangaricutirimizar”, como en el trabalenguas, me dijo. Son 25 caracteres. Y rizando el rizo tenemos “desemparangaricutirimizador” (27) y “desemparangaricutirimizarse” (27).
También pidió “trigonometría” (13); Bertha Hernández sugirió “desoxirribonucleico” (19) y el DLE añade “desoxirribonucleótido” (21).
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Regaños. La agencia Notimex en su sección de videos, dentro de la categoría “Literatura y autores” pone: “Violeta Parra”, una gran poetiza: Los Folkloristas”.
Estoy seguro de que los músicos no son culpables de ese desastre.
Lo es quien escribió el titular e imagino que, como el corrector cibernético no marcó error, el artífice ni cuenta se dio del desaguisado. “Poetisa” es el femenino ahora denostado de “poeta” y va con ese.
Si al pasar el corrector electrónico no marca error, es porque éste ¿piensa?, ¿supone? (¿hasta dónde llega la inteligencia artificial?) que es la tercera persona del presente del verbo “poetizar”: “Él poetiza”, él hace poemas.
Hoy en día, muchas escritoras prefieren ser llamadas “poetas” en lugar de “poetisas”. Quién sabe en qué momento del siglo pasado, alguien le vio un tono despectivo a la palabra. En realidad no lo es como sí lo es “poetastro”.
Pero, hay autoras a las que la denominación no les hace mella, aunque son pocas. Esas cuestiones de “género” ¡Qué se le va a hacer!
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Radix. Vocare es “llamar” en latín. Está en palabras como “vocación” que es “el llamado”. Es la voz que atrae al servicio de Dios. Los seminaristas creen haber sido convocados, pero deben estar seguros antes de recibir las órdenes. Si no, al Siglo, donde reinan mundo, demonio y carne.
“Vocación” es también la disposición a desarrollar una profesión u oficio, una actividad de vida.
La orientación vocacional aspira a guiar a los jóvenes a que elijan una profesión a partir de las aptitudes personales y de la información profesiográfica.
Vocare también está en “vocativo”, uno de los casos de la oración que lleva una coma obligatoria. Implica, asimismo, el llamado, como en “Anita, lava la tina”; “Dios, ten piedad de mí”; “señora, de la tienda la llaman” (si se quita la coma, cambia el sentido; queda como apodo: “‘Señora de la tienda’, la llaman”).
En “abogado” no se nota, pero ahí está. “Ad auxilium vocatus” = “advocatus”: Al que se llama para que preste auxilio.
“Vocablo” es llamar, dar nombre, la palabra que denomina un ser, objeto o fenómeno; y “vocabulario” es un conjunto de vocablos”.
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“Falaz” es la palabra que pidió El Arca de Arena. Bertha Hernández, Mangel, Marielena Hoyo y Luz Rodríguez respondieron rápidamente. Francisco Báez también lo hizo, pero recibió como pista un chiste privado periodístico que no repetiré.
Va el requerimiento de El Arca de hoy. Es un asesor o consejero. La palabra no figura en el Diccionario de la lengua española (RAE). Es un cargo de la antigua Grecia, pero Julio Cortázar lo toma en una gran novela y lo transforma en un ser fluctuante, ubicuo, intercambiable, siempre antecedido del posesivo “mi”.

18 02 17


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sábado, 11 de febrero de 2017

¿Quién tiene la más larga?

 Carlos Alberto Patiño
La palabra más larga en cualquier idioma, según el sitio about.com, es “Donaudampfschiffahrtsgesellschaftskapitän”, que tiene 41 caracteres y que en español es “Capitán de la compañía de buques de vapor del Danubio”. El alemán es así. Suma y suma significados a una cadena que tiene sentido para sus hablantes. Por eso hay versiones de que Donaudampfschifffahrtselektrizitätenhauptbetriebswerkbauunterbeamten-Gesellschaft” es la que ostenta el récord. Significa “Sociedad de funcionarios subalternos de la construcción de la central eléctrica principal de la compañía de barcos de vapor del Danubio.” Y si le ponemos al jefe de esa sociedad en la lista resultará una tremenda palabrota. Pero todavía no se hace… creo.
En español, la palabra más larga contenida en el Diccionario de la lengua española, de la Real Academia, es “electroencefalografista”, con 23 letras. “Electroencefalográficamente” llega a 27, pero no está en el diccionario. Con 22 está el famoso músculo “esternocleidomastoideo”; también “contrarrevolucionarios”. “Antirreeleccionistas”, con tanto peso a favor y en contra de Porfirio Díaz, sólo tiene 20. “Antirreglamentario” llega a 18. “Otorrinolaringólogo” es de las de 19, pero “otorrinolaringología” suma 20. “Electrocardiograma” es de 18 y “paralelepípedo” tiene 14. “Ornitorrinco” apenas suma 12.
“Espiritifláutica” (16) figura en el Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva, no así en el del Español de México, del Colmex, ni en el de mexicanismos de la Academia Mexicana. Significa flaca como flauta.
Para Wikipedia la más larga es griega clásica: “Lopadotemajoselajogaleokranioleipsanodrimipotrimmatosilfiokarabomelitokatakejimenokijlepikossifofatoperisteralektrionoptekefaliokinklopeleiolagoiosiraiobafetraganopterigón” (171). Es un plato culinario ficticio mencionado en los versos 1169 a 1175 de la comedia Las asambleístas (392 a. C.) de Aristófanes (444-385 a.C.)”. El platillo estaba compuesto por peces, mariscos, aves, vino, miel y frutas… La idea era satisfacer todos los gustos.
Sostienen algunos sitios de la red que la palabra más larga es el nombre de la proteína más grande conocida, la “titina” cuya denominación química incluye 189 mil 819 letras. Sin embargo, lingüísticamente no tiene valor como palabra.
En inglés el vocablo más largo es “pneumonoultramicroscopicsilicovolcanoconiosis” (45), el nombre de una enfermedad pulmonar producida por intoxicación con polvo fino de sílice. La palabra está en el Oxford English Dictionary, por si alguien duda.
En francés están registradas “anticonstitutionnellement” (25 letras) y “neuropsychopharmacologie” (24).
En italiano encontré “precipitevolissimevolmente” (26). Ya me dirán mis lectores hablantes de ese idioma si es cierto.
Palabras como “supercalifragilisticoespialidoso” (32) son meros divertimentos que forman parte del imaginario colectivo.
La fobia a las palabras largas, lo vimos en la entrega sobre los miedos y odios, es “hipopotomonstrosesquipedaliofobia” (33).
Hay quienes tienen afición por buscar palabras raras, largas o deslumbrantes, desmesuradas. Son pacientes del “sesquipedalismo”, término que solo tiene 15 letras (como la famosa miscelánea) pero que apantalla.
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Sobre el tema de la semana pasada, las frases hechas, me preguntó Mangel sobre “rabo verde” y “lengua viperina”.
Sabido es que “viejo verde” o “viejo rabo verde” se refiere a un adulto (masculino) maduro o mayor con afición por las jóvenes. Es como la cebolla, dicen de alguno: “Con la cabeza blanca y el rabo verde”. Es un término despectivo y, pensándolo bien es discriminatorio, pues niega el derecho a experimentar algún tipo de impulso o sentimiento a quienes acumulan edad.
Dice el Diccionario del español de México: “(Viejo) rabo verde (Coloq) Hombre viejo que tiene la costumbre de pretender a las jóvenes con fines amorosos”.
Y el de mexicanismos, de Guido Gómez de Silva: “. adj. Que conserva inclinaciones galantes impropias de su edad, enamoradizo. || 2. m. Viejo verde, viejo enamoradizo”.
(¿Impropias? Con la intolerancia hemos topado).
Sin embargo, en el origen el término era positivo. Era elogio para las personas que pese a la edad conservaban la lozanía.
La palabra verde viene de viridis. La página El español.org señala que “el sentido original del viridis latino, que expresaba relación con el vigor, la fuerza y la juventud se conserva en nuestra expresión viejo verde, que explicaba así Covarrubias en 1611: «estarse uno verde, no dexar la loçanía de moço aviendo entrado en edad».
La “lengua viperina” es la lengua bífida o serpentina. Para el DLE es una “persona mordaz, murmuradora y maldiciente”. Es decir, alguien que figuradamente tiene lengua de víbora, que es “venenosa”. (Recordemos que “víbora” es la excepción para las palabras terminadas en “vora”, que todas se escriben con la “v” chica, menos ésta).
El lector Ricardo González Cruz da su versión del “ojo de buen cubero”: “Tengo entendido que surge del vendedor de nieves y helados. Giraba el cubo dentro de un recipiente de madera y… antes de que se solidificara el agua, suspendía los giros ya que, si continuaba con esa tarea, la nieve se cristalizaba”.
Y de los “cuberos”, dice Gerardo Galarza: “Por cierto, eso del buen cubero es algo que, entre muchas cosas más, ignoraba; siempre creí que había una errata histórica en esa palabra”. “Salud”, le respondí.
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Regaños: Ahora es Publimetro. Reza su cabeza: “Trump enseña a AMLO lo que no se debe de hacer: Alfonso Romo”.
Y la nota dice: “‘Eso es lo que no hay que hacer, nos está enseñando el presidente Trump que es lo que no debemos hacer, eso es un gran aprendizaje, no se gana nada confrontándonos con los medios’, dijo Romo”.
¿Deber de o deber? ¿Como se pone en el titular o como está en la nota?
Son dos significados diferentes. Los de más edad se acordarán de la sección del programa de Chabelo —No En familia, sino el que tenía con Genaro Moreno—: “Lo que se debe hacer y lo que no se debe hacer”. No está la preposición “de”, ¿verdad? Es porque se expresa una obligación.
“Deber” es algo ineludible, “deber de” es posibilidad, algo opcional. “Debes hacer la tarea” no es negociación. Si no la haces, hay chancla… (No, cambio de expresión. Aunque Derechos Humanos no tiene un articulado sobre la chancla, más vale no buscarle). “Si no la haces, reprobarás”.
En cambio: “¿Vendrá Luis? Debe de venir”. Es decir, a la mejor viene. “¿Vendrá Luis? Debe venir”. O viene o se lo carga el payaso.
Me aclara Marielena Hoyo que lo que ella le oyó a Carlos Slim fue “negocía”, no “financía”, como yo escribí. Eso pasa por confiar en la memoria que, como decía mi mayor Reyero, el del Servicio Militar, es traicionera.
Empero (moría de ganas de usar “empero”), el regaño funciona también para “negocía”. El modelo de conjugación es “anunciar”, y no hay “anuncío” que valga. (Mmmh, no faltará quién).
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Radix. Estrenamos sección. Por el interés que despertaron las etimologías, en este espacio revisaré algunas. Hoy empezamos precisamente con “radix”, que es raíz. De ahí radical, que es lo relativo a la raíz y también lo que va a fondo. De ahí vienen también “radicar” (echar raíces, afincarse),”raigambre” (conjunto de raíces, orígenes), “arraigar” (fijar lugar a alguien para que no huya, como ciertos ex gobernadores), “desarraigar” (arrancar, despojar del origen, expulsar).
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El Arca de Arena se da por muy satisfecha con las respuestas a la demanda del sitio muy bien escondido, oculto. “Recóndito” respondieron Marielena Hoyo, Francisco Báez, Mangel y Luz Rodríguez.
Bien, El Arca busca un epiceno bisílabo, que puede ser falso, mentiroso, embustero; adjetivo que muy bien podría acomodar a Tartufo, por zalamero e hipócrita.

11 02 17


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sábado, 4 de febrero de 2017

¿En la punta de la lengua? ¡A otro perro con ese hueso!

Carlos Alberto Patiño

Si se emplean sin mesura, sin tino, las frases hechas son una monserga. Pero existen porque tienen utilidad. Nos ahorran el trabajo de sintetizar una idea, aunque propician la pereza mental, fomentan la molicie y nos alejan del buen estilo.
Algo habíamos dicho ya de los lugares comunes en este espacio.
Las fórmulas hechas son un recurso de comunicación informal, son fauna del lenguaje coloquial.
Tengo en mente, desde que abordé los nombres de algunas medidas, la expresión “un palmo de narices”, y recuerdo el ademán con la mano extendida en la punta de la nariz. El palmo, lo sabemos, es la cuarta, la distancia entre el meñique y el pulgar extendidos.
Es el gesto mínimo para Donald Trump, aunque se me ocurren otros que implican dedos extendidos y doblados.
Las frases hechas no son refranes ni proverbios, pero se asemejan. De algunas, el origen se pierde en los tiempos, no así el sentido.
“A la buena de Dios” es dejar algo al descuido, que las cosas ocurran de cualquier manera, pero confiando en que la mano divina llevará todo a buen fin.
En cambio, “a ojo de buen cubero” es una estimación de la habilidad de ­cálculo. El cubero era el fabricante de cubas, los toneles para conservar el vino. La experiencia era la que marcaba las medidas.
“Se armó la de Dios es Cristo” nos remite a un enfrentamiento entre personas de distintos pareceres. La frase empieza a tomar forma en un concilio de los primeros tiempos del cristianismo, cuando se discutía la divinidad de Cristo y el dogma de la Santísima Trinidad.
“Ver moros con tranchete” debe venir de la época del al-Andalus y la Reconquista. Era o voz de alarma (al arma) o exageración, delirio persecutorio. Ahora llamar moros a los moros no es bien visto. De los tranchetes no sé.
“Se fue con el rabo entre las patas” describe el retiro de aquel al que no le fue bien en un encuentro, que no logró sus objetivos. Recuerda a la forma en la que los perros se alejan de un peligro protegiendo sus genitales con la cola.
“Poner en un brete” es meterse o meter a alguien en aprietos. Brete es un antiguo instrumento para inmovilizar reos.
“Meter las manos al fuego” es fórmula para avalar las propias conductas o las de otros. El origen es medieval. Era la prueba de la verdad. El señalado debía sujetar fierros calientes o meter la mano entre las brasas. Si resistía, comprobaba su dicho. Como los tiempos han hecho más blandengues a los humanos, lo más frecuente ahora, es decir “no meto la mano al fuego por nadie”.
Ser de “manga ancha” es ser de gran tolerancia, de mucha permisividad. Según algunas fuentes, el origen de la frase se relaciona con las vestimentas religiosas que eran, así, de manga ancha, y se aludía a los curas muy tolerantes con sus fieles.
Usamos “hacerse de la vista gorda” con un sentido similar, pero más para quien evade su responsabilidad que para el tolerante.
“En la punta de la lengua” tenemos todas las respuestas, pero no pasan de ahí.
“A otro perro con ese hueso” sirve para deshacernos de quien nos quiere embaucar, para demostrarle que su engaño es fallido. Y los perros tienen sus patas. “Andar de pata de perro” es pasearse libremente, como hacen los perros vagos que recorren sus territorios. Por supuesto, el término no aplica a los pobres caninos llevados por “paseadores” que ni los pasean y sí los maltratan.
¿Y qué le hizo el viento a Juárez? ¿De dónde salió esta expresión? ¿Alguien conoce la historia? Cuénteme.
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Me hizo notar Marielena Hoyo que Carlos Slim dice “financía” y no financia, como marca la norma.
“Financiar” se conjuga como “comerciar”. Rarísimo sería decir “comercía”. Ese acento no tiene razón de ser.
Decía la regla que cuando en el infinitivo a la vocal débil (“i”, “u”) de un diptongo en la terminación del verbo la anteceden la “c” o la “g”, al conjugar no se deshace el diptongo, no se pone acento.
Escribí “decía”, así en copretérito, porque la manga ancha de la Real Academia de la Lengua ya le dio entrada a conjugaciones como “licúa” y “adecúa”, que antes sólo eran “adecua” y “licua”. Ahora se admite como modelo de conjugación para estos verbos “actuar”, además del original “averiguar”, donde no cabe “averigúo”.
Aquí me pregunto ¿y el lema de la RAE? Ése que a Bertha Hernández le parece buen eslogan para un jabón de trastes: “Pule, fija, da esplendor” ¿Dónde queda? Porque no pule nada darle cabida a incorrecciones por más extendidas que estén.
Peor que “financía” es “financea” y eso me lleva al mal uso de “copear” en lugar de “copiar” y al estrafalario “fotocopear”.
“Copiar” es reproducir; “copear” es servir o tomar copas. “Fotocopear no es nada, a menos que lo sea por el efecto de las copas.
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Regaños. El portal sonorense dossierpolítico.com publica: “Una maniobra donde el presidente del PRI fue un colaborador dispuesto, especialmente si se trataba de perjudicar a Carolina Monroy, su segunda y con quien tiene una relación glaciar”.
Usar una palabra sin saber su significado es error común en los tiempos que corren. La pérdida de los hábitos de la lectura y la consulta al diccionario tiene esas consecuencias.
“Glaciar” es, según el DLE, “Masa de hielo acumulada en las zonas de las cordilleras por encima del límite de las nieves perpetuas y cuya parte inferior se desliza muy lentamente, como si fuese un río de hielo”.
Lo que quiso decir el autor de esos párrafos es “glacial” que entre otras acepciones tiene la de muy frío, y se usa en sentido figurado para indicar distanciamiento, indiferencia.
Tengo otro regaño, pero no lo puedo propinar. Un tuit del Fondo de Cultura Económica dice: “Cien años podrían no ser muchos para una carta magna, pero para la mexicana de 1917 son un tramo considerable”. El problema es que como no entiendo qué significa ese mensaje, me quedo paralizado. No puedo comentar nada.
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Rotundo respondió Francisco Báez a la demanda redonda de El Arca de Arena. La palabra de origen latino, contundente, terminante por lo redondo es “rotundo”. También lo respondieron Mangel, Marielena Hoyo y Luz Rodríguez.
Para esta ocasión, El Arca busca un sitio muy bien escondido, oculto. Algunos, indebidamente, lo usan como sinónimo de lejano.


04 02 17



Publicado en La Crónica de hoy