Carlos Alberto Patiño
Todos sabemos que los sinónimos son
palabras que, aunque de escritura diferente, significan lo mismo o
tienen significados cercanos o parecidos.
Es error común de los estudiantes
(especialmente los que sólo leen sus mensajes en redes sociales)
confundir la homonimia y aplicar sin discriminación cualquier palabra
que venga en un diccionario o en internet.
Por ejemplo, con las tres letritas que
aparecen cuando acaban las películas. La palabra “fin” significa
terminación, pero también puede ser finalidad. Si queremos decir que
algo concluyó, podemos decir que llegó a su final, pero también podemos
encontrar “sentido”. Entonces diremos que “el fin de la vida es la
muerte”. ¿O el sentido de la vida es la muerte?
Lo mismo llega a ocurrir con los
antónimos. “Bueno” y “malo”, lo son. En sentido metafórico, podemos
decir que “blanco” y “negro” también (asimismo, de igual manera) son
antónimos.
“Vaca” y “toro”, no. Parece que exagero,
pero he visto casos. La homonimia también causa problemas. “Duro” y
“blando” son antónimos (opuestos, contrarios), sí, si el primer término
habla de consistencia, pero si es el nombre de una antigua moneda, creo
que no cabe el antagonismo.
Revisando diccionarios (glosarios)
impresos y virtuales, me he topado con algunos sinónimos peculiares
(particulares), palabras de poco (escaso) uso (empleo). Estarían en el
terreno de las palabras domingueras (para ocasiones especiales). La
realidad es que han caído en desuso.
Al “averno”, nos han dicho que iríamos
por nuestras malas conductas o nos han amenazado con los castigos del
infierno, pero, ¿cuándo nos han advertido que acabaremos en el “erebo” o
en el “orco”.
A un contrincante o a un obstáculo, lo derribamos, lo tiramos o lo demolemos, ¿pero, qué tal si probamos a “abarrajarlo”?
Y sí hay obstáculos, busquemos un nombre llamativo: el “óbice”.
Recientemente, los mileniales descubrieron que a las fake news
podemos nombrarlas en español como “paparruchas”. El hallazgo corrió
por las redes sociales como una verdadera revelación, como la más
novedosa de las novedades. Para ayudarlos a enriquecer su vocabulario,
aquí les dejo éstos: bulo, borrego, embuste, chisme y gallofa.
Sé que algunos (varios) de mis lectores poseen un vocabulario (acervo) notable. Las respuestas a El Arca de Arena lo
demuestran, así que tal vez los vocablos que aquí pongo (cito,
presento, propongo) les parezcan de lo más común. Me conformaré,
entonces, con sorprender a quienes no los conozcan.
Sería el caso de una palabra que también
es un apellido. Tiene que ver con “bizarro”, con su sentido original en
español, el que equivale a “gallardo” (¡Ah!, éste también es apellido).
Es galano, valiente… “garrido”.
A los conocedores de la obra de Balzac
no les resultará extraño este sinónimo de pollino, jumento o burro. Es
el “onagro” una especie de asno. La piel mágica de uno de estos bichos
es el objeto de la novela del autor de la Comedia humana.
A un objeto o a un personaje maravilloso, admirable, podemos calificarlo como “mirífico”. Queda bien.
Me voy a poner parco, frugal, sobrio, moderado, pues la palabra que sigue ya figuró en El Arca de Arena
(Francisco Báez y Marielena Hoyo la conocían). Estamos ante una persona
“de buenas costumbres que ha logrado templar o moderar los excesos de
los afectos”. Es un “morigerado”.
Necio viene de ne-scius, el que no sabe y se aferra a su ignorancia. Es contumaz. Lo llamamos ignaro o indocto, pero es un “nesciente”.
Si tenemos un cochino, puerco, marrano, chancho, cuino, podemos hacerlo notar si lo denominamos “verraco”.
“Don Facundo” era el nombre de un
célebre presentador de animales amaestrados en la televisión de los 60.
Quizá no sería muy bien visto en estos días, porque su método para
lograr que los animalitos hicieran sus gracias era el del premio y
castigo. A los niños de entonces les gustaba el espectáculo sin
preocupaciones de
corrección política. El nombre de este personaje es equivalente a locuaz, hablador o hasta elocuente, pero también “verboso”.
Simple hablantín sin maldad inherente.
Pero, a un perverso, alguien inclinado a la crueldad, al gusto por hacer
el mal, por dañar, verdaderamente malvado, torvo, avieso, a ése lo
calificaremos, con justicia, como “protervo”, sin que sea una afrenta.
Es una descripción, no un baldón, insulto, injuria, agravio o “dicterio”.
Aunque no vale la pena ocuparse de
cuestiones baladíes, triviales, anodinas, “frusleras”, pues eso podría
causarnos algún tipo de pesar, padecimiento, tristeza. Terminaríamos
como el joven Werther, “cuitados” (¿o “agüitados”?).
Alejémonos de las tristezas. Esperemos a
que un mecenas o filántropo nos subvencione. Alguien que sea altruista,
desprendido, “munífico”.
El verbo “espetar” es muy socorrido por
los reporteros de éste y otros medios. Lo usan como sinónimo de
responder o proclamar. Y no lo es. De todos los significados que
consigna el Diccionario de la lengua española (atravesar con un
asador la carne, aves, peces, para asarlos; meter un instrumento
puntiagudo en un cuerpo, sólo uno se aproxima a la idea: “Decir a
alguien de palabra o por escrito algo, causándole sorpresa o molestia. Me espetó una arenga, un cuento, una carta.”
En el lenguaje reporteril funcionarios,
políticos y declarantes “espetan” sus respuestas, pero nunca “hesitan”,
claro siempre están muy seguros de sus dichos, por eso nunca vacilan,
dudan o caen en la incertidumbre.
(Aprovecho la vía, vereda, senda o
camino para repetir que “previo” no es sinónimo de antes, sino de
anterior. Ambos, como adjetivos deben acompañar a un sustantivo, deben
concordar con él en género y número. No se puede decir “anterior al
discurso” como no se puede escribir “previo a la salida”. Me equivoco,
los reporteros y comentaristas bien que pueden, de hecho, lo hacen.
Entonces el verbo necesario es deber, no poder. El adverbio de tiempo
adecuado es antes).
Hablemos de otra cosa. Por ejemplo de
los impulsos (pulsiones) eróticas.Quien experimenta deseos acuciantes
puede parecernos “caliente”, si lo demuestra más insistentemente, le
diremos “libidinoso”. Aunque si de plano sus inquietudes rebasan los
estándares (parámetros) sociales aceptables podemos describirlo como
víctima de la “sicalipsis”.
Por supuesto que si utilizamos todos
estos términos, acabaremos por ser considerados sujetos alambicados,
tanto por refinados como por rebuscados y rimbombantes.
* * *
El Arca de Arena
recibió respuestas de Marielena Hoyo, Tarsicio Javier Gutiérrez, Felipe
de Jesús Roura, Miguel Ángel Castañeda, y Luis Demetrio Flores. Se
trataba de “archipámpano”, un figurón, un ser fatuo o engreído, que
ejerce una autoridad imaginaria.
El Arca cree que la
palabra que busca en esta ocasión es un eufemismo de matar. Es la acción
de rematar, de quitar la vida o de ayudar a morir al moribundo. También
es sacar de penas a alguien. No es la acción que cometió Lorena Bobbit
en 1993, pero con un poco de humor negro, se podría decir que eso fue lo
que le hizo la ecuatoriana a su marido.
20 10 18