Carlos Alberto Patiño
Al lobo,
como al oso, los seres humanos le declararon la guerra. Ambas especies han
desaparecido de muchos territorios que compartían con la nuestra. Por los
cambios de ánimo que experimentamos los Homo sapiens, ahora hay
intenciones de recuperarlas.
No es una
preocupación generalizada, pues los ganaderos de algunos países, donde se ha
restablecido la presencia de los lobos, no están muy de acuerdo y algunos
gobiernos ya han autorizado la cacería controlada de ejemplares.
La
competencia y el miedo fueron causas de este enfrentamiento.
El lobo no
corrió con la carga de ridículo que experimentó el oso.
Lo vimos el
año pasado en la entrega “Hacer el oso” (http://www.cronica.com.mx/notas/2016/962216.html).
El lobo fue
satanizado de una manera extrema. Paradójicamente, una rama de estos
seres se simbiotizó con los humanos para dar lugar a los perros.
El nombre
científico del lobo es Canis lupus, el del perro es Canis lupus
familiaris, o sea el lobo familiar.
“Lobo”, dice
el Diccionario de la lengua española, es un “Mamífero carnicero, semejante a un
perro grande, pelaje de color gris oscuro, cabeza aguzada, orejas tiesas y cola
larga con mucho pelo, salvaje, gregario y que ataca al ganado”.
Pero también
es “ Persona sensualmente atractiva” y dos tipos de pez. En Perú, nos dice la
Academia, es una persona astuta.
Explica el DLE
que en ingeniería, como “lobo” se conoce una masa de hierro que queda en el
fondo de un crisol.
Es también
un garfio que usaban los sitiados para defenderse de los sitiadores... En la
época en que había sitios y sitiadores.
La
heráldica, tan del gusto de la Real Academia (por algo es “real”) considera que
el “lobo cebado” es el que aparece en los escudos nobiliarios con un cordero u
otra presa en el hocico.
Para la
heráldica, también, hay el lobo escorchado “de color de gules, que es el que se
da a este animal cuando se representa como si estuviera desollado”.
¿De gules? El mismo diccionario pone: “Color
heráldico que en pintura se representa por el rojo vivo y en el grabado por
líneas verticales muy espesas”.
El “lobo de
mar” (no el “lobo marino”) es un viejo marinero o un experimentado ejecutante
de un oficio o profesión que conoce los vericuetos de su práctica.
El otro, el
que está entre paréntesis, es un pariente de la foca, pero de la que se
diferencia porque tiene orejas.
Buena
expresión es “son lobos de la misma camada” que significa que dos personajes,
por ejemplo un par de políticos, se conocen o se adivinan mutuamente las mañas.
Hablar de la
“boca del lobo” es referirse a un lugar oscuro, tenebroso.
Para el DLE,
el producto de una relación entre un negro y una india era, en la
estratificación de castas colonial, un “lobo” o “loba”.
La cría del
lobo es el “lobezno”. A los cinco meses se convierte en un “lobato”.
Al lobo se
le asocia con la astucia y la valentía, pero también con la crueldad. Es un
depredador muy eficaz, por eso la competencia con los humanos fue extrema.
La etapa de
expansión de cultivos y ganadería fue crucial en la guerra entre humanos y
lobos.
Un dato
revelador es que cuando la peste negra diezmó a la población humana, los lobos
aumentaron su presencia.
En
contraste, cuando hubo bonanza, se exterminó a las bestias. Fueron erradicadas
de Inglaterra, España y Alemania. Los países nórdicos y la inmensidad del
territorio ruso permitieron la permanencia de comunidades de lobos.
Hubo en
Europa la profesión de “lobero”. Era un personaje que se presentaba en las
comunidades para combatir a las entonces consideradas como alimañas a cambio de
una gratificación. Y eran muy efectivos.
La crueldad
y fiereza atribuida a los lobos y las no menores “cualidades” humanas
dieron lugar a un ser mítico que reunía las peores características de ambas
bestias: el hombre lobo, werewolf loup-garou, lupo mannaro,
licántropo o, de alguna manera, el nagual.
En Europa,
la Edad Media estuvo llena de relatos de hombres lobo. Hubo en Francia, en los
siglos XVI y XVII, una epidemia de tales seres que fue necesario abrir millares
de procesos judiciales.
Algunos
autores hablan de la licantropía en dos vertientes: la alucinación y los
asesinos seriales. Se sospecha que mucho casos de la primera se debieron a la
mala conservación del centeno. El cereal se contaminaba con un hongo, el
cornezuelo, cuyos componentes, además de daños severos en el organismo,
producen alucinaciones. De hecho, el LSD se basa en los alcaloides de este hongo.
Los otros,
los asesinos seriales, son producto humano presente en todas las etapas de la
historia, a veces como monstruos, a veces como dirigentes, otras como
inquisidores o jueces y unas más como tiranos.
Hay que
imaginar el temor que provocaba en los campesinos la idea de un hombre lobo,
sumado a los reales ataques de los animales que, en un crudo invierno, eran
capaces de adentrarse en ciudades como París en busca de alimento.
Pero la
nobleza de los animales no está perdida en los recuentos que hacemos los
humanos. Tengo como ejemplos tres historias. Una es la del hermano Francisco y
el “torvo animal” que devoraba corderos y pastores y fue pacificado por el
santo. Es una de la historias contenidas en la Florecillas, retomada por
Rubén Darío en el otrora celebérrimo poema Los motivos del lobo . El
“hermano lobo” decidió abandonar la fiereza y se convirtió en un acompañante
del De Asís, pero al conocer la vileza, crueldad, envidias y beligerancia de
los humanos “me sentí lobo malo de repente”.
Cuando
Francisco lo fue a confrontar, fue tal la argumentación del hermano lobo que el
santo lo dejó en paz.
La otra
historia es la del Loup-garou, de Boris Vian, retomada por el grupo
español La Unión en su “Lobo hombre en París”. Es el relato de un lobo
feliz atacado por el Mago de Siam, un hombre lobo que le contagia su mal. El
pobre de Denis, que así se llamaba el especimen, se transforma en hombre con la
luna llena y su experiencia con los humanos en la Ciudad Luz lo hace no desear
que llegue de nuevo el plenilunio.
Para rematar
está el poema de José Agustín Goytisolo, convertido en canción por Paco Ibáñez:
“Érase una vez / un lobito bueno / al que maltrataban / todos los corderos. / Y
había también / un príncipe malo, / una bruja hermosa / y un pirata honrado. /
Todas estas cosas / había una vez / cuando yo soñaba / un mundo al revés”.
.-.-.-.-.-
Parece que
El Arca de Arena se puso en plan extremo al demandar una palabra que había
encontrado en el Espín de la Academia Mexicana. El sinónimo de “amok”
que es también una bebida refrescante preparada con una gramínea que se usa
como alimento y como forraje es “avenate”.
El Arca quiere ahora un sustantivo que
tiene que ver con el tema de hoy. Es sinónimo de una “planta anual de la
familia de las papilionáceas”, dice el DLE. Añade que “crece hasta poco más de
medio metro, con hojas compuestas de hojuelas trasovadas, flores blancas y
fruto de grano menudo y achatado, en legumbre o vaina. Es buen alimento para el
ganado”. Como adjetivo femenino acompaña al fruto de la vid como equivalente a
“acónito”.
21 10 17
Publicado en La Crónica de hoy
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