miércoles, 28 de junio de 2017

¿El pluscuam... qué? En bretes con los tiempos



Sabia virtud de conocer el tiempo
Renato Leduc
Carlos Alberto Patiño

El tiempo está en el verbo. Las palabras que nos dan idea de la temporalidad son los verbos. Por las diferentes formas que toman, podemos saber si la acción está ocurriendo, si ocurrió o si ocurrirá.
Los adverbios, sus acompañantes naturales, complementan la información.
La conjugación del verbo nos indica, entre otras cosas, el presente, el pasado o el futuro.
No voy a hablar aquí de la relatividad einsteiniana, pero sí diré que, como se le atribuye al físico haber dicho, el tiempo es relativo. Por eso es compleja su expresión.
En términos gramaticales hay más de tres tiempos y tienen nombres que a muchos confunden y espantan.
Entre otras características (accidentes decían las gramáticas de antes), los verbos tienen modo, tiempo y aspecto.
Lo modos son indicativo, subjuntivo e imperativo (resulta que el potencial no es modo, es tiempo).
El aspecto nos muestra “el grado de terminación” del acontecimiento. Hay el aspecto perfecto o perfectivo y el imperfecto o imperfectivo.
Para no hacer más complicado el asunto, digamos que un verbo en modo imperfecto nos dice de una acción no concluida o que dura, y uno perfecto es en el que ya cesó, ya no ocurre.
El modo indicativo es el de la realidad. Dice el Diccionario de la lengua española: “modo con que se marca lo expresado por el predicado como información real”. La Nueva Gramática de la lengua española (2011) explica: “El modo indicativo expresa… que la información no se relativiza o se establece en función de alguna otra”. Es el modo objetivo, no representa posibilidad ni hipótesis.
En contraste, el modo subjuntivo es subjetivo, irreal. El DLE lo define como que “marca lo expresado por el predicado como información virtual, inespecífica, no verificada o no experimentada.” Es el modo de la duda, de la posibilidad, del deseo.
Al usarlo, no sabemos si lo enunciado ocurrirá u ocurrió, y ciertamente no está ocurriendo.
El imperativo no tiene problema, entiendan. Es una orden, un exhorto.
Bien, los modos comprenden los tiempos con distintos momentos de realización.
Hay tiempos simples y tiempos compuestos. Los tiempos simples del indicativo son presente, pasado o pretérito, futuro, copretérito y pospretérito o condicional. Éstas son las denominaciones más usuales en el español que hablamos en México. Son las formas llamadas imperfectas, pues muestran acciones no concluidas.
El presente es lo que pasa en el mismo momento en que se expresa. Según el DLE, “en un lapso que incluye el momento del habla.”
“Yo corro”, “él ama”, “ella duerme”…
El pasado o pretérito habla de lo que pasó en un momento indefinido. “Caminé”, “vi”, “pensaste”, “comieron”. Ya fue, pero no sabemos cuánto hace.
En el futuro el momento referido es posterior al momento del que habla. “Callaré”, “pasearemos”, “irán”. ¿Cuándo exactamente? Después.
Al copretérito lo llaman pretérito imperfecto porque presenta una acción que dura en el pasado, pero no se sabe cuándo termina: “lloraba”, “pasaba”, “leían”. También corresponde a la acción que ocurre al mismo tiempo que otra acción en el pasado: “Cuando llegué, llovía”. “Hablabas y estornudé”. “Caminaba, sudaba y reía”.
Nos queda el pospretérito o condicional o potencial. No existe, pero podría serlo si se cumple una condición: “amaría si fuera correspondido”, “comprarían comida si tuvieran dinero”, “te oiría si hablaras más fuerte”. Tiene también un uso de cortesía: “¿Podrías pasarme la sal?” “¿Me daría mi camisa?”.
Todos estos tiempos tiene su forma compuesta que se forma con el auxiliar haber.
El presente compuesto se conoce como antepresente o pretérito perfecto compuesto. Lo perfecto le viene de que ya acabó la acción. Lo empleamos para referir acciones que no hace mucho sucedieron. El verbo haber va en presente: “He creído”, “has salido”, “hemos vivido”.
Al antepretérito también se le conoce como pretérito anterior. Para el DLE “sitúa la acción, el proceso o el estado expresados por el verbo en un punto del pasado inmediatamente anterior a otro punto también pasado. “Hubo vivido”, “hubieron caído”. La acción ha concluido.
El antefuturo es el futuro perfecto, pues nos dice de un hecho que en el futuro ya habrá concluido: “habré comido”, “habremos salido”
Y viene el antecopretérito, que es el famoso pretérito pluscuamperfecto. Nos remite a un acto pasado sucedido con anterioridad a otro también en el pasado: “habíamos dicho”, “habías creído”, “habíamos escrito”. Su rimbombante denominación viene del latín y significa “más que perfecto”, lo cual no deja de parecer exagerado, pero tomando en cuenta “el grado de terminación” del acontecimiento corresponde perfectamente.
Vamos con el antepospretérito o condicional perfecto. Mantiene su situación de posibilidad: “Habríamos ganado… si nos hubiéramos preparado”. “Habrían adivinado si se hubieran fijado”
¿Y el hubiera, existe?
Ése ya es el terreno de los subjuntivos y objeto de próxima entrega.
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Regaños. En Canal 40, la periodista quiere hablar de historia y dice que Carlos V dio un permiso para fabricar cerveza en… “la nueva América”. Algo se le enredó, ¿Acaso había una vieja América? Se le denominaba Nuevo Continente y a lo que se convirtió en México se le conocía como Nueva España.
El nombre del continente es un asunto de cartógrafos. Martín Waldseemüller, el ilustrador de la Cosmographiae Introductio, redactada por Mathias Ringmann le puso el nombre en un mapa. Lo hizo porque creía que Américo Vespucio, otro cartógrafo, era el descubridor y no sólo, como lo fue, quien estableció que no era Asia, como Colón creía, sino un lugar diferente. El libro de Ringmann se popularizó y el nombre se quedó.
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Radix.
De los 800 años que pasaron los árabes en España quedaron en nuestra lengua más de cuatro mil palabras con origen en su idioma. Con alta probabilidad, si usted se topa con una palabra que empiece con la sílaba “al”, tendrá origen árabe: “Almohada” (de hadd, mejilla), “aldea” (de addáy’a, villa), “alcurnia” (de alkunya, tratamiento honorífico).
De entre otras que no llevan esa sílaba tenemos: “Arrecife”, “arroba” y “azulejo”. El primer término viene de “empedrado”; el segundo, de “cuarta parte” y el último, de “ladrillo vidriado”. No tiene nada que ver con el color azul, por eso hay azulejos amarillos.
“Cafre”, la etnia africana y el chofer atrabancado, es “pagano”. “Gañán” surge del árabe hispánico “gannám” y “joroba”, de “hadúbba”, ambas con los mismos significados.
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El Arca de Arena pidió una palabra que “algo comparte con inoportuno y molesto o con unos lentes antiguos. En realidad es de sangre y cabeza frías, inconmovible, a nada le teme.”
Hugo Martínez y Bertha Hernández dieron con “imperturbable” que comparte sílabas con “impertinente”. Cumple las condiciones y El Arca la da por buena, aunque en sus adentros mira el adjetivo “impertérrito” que el DLE define como “Dicho de una persona: A quien no se infunde fácilmente terror, o a quien nada intimida.”
Esta vez busquemos el verbo que corresponde a la acción que, para aclarar la garganta, ejecuta quien va a iniciar un discurso o finge una afección o quiere hacer una señal a otro para que se detenga al hacer un comentario. Es palabra de poco uso y equivale a carraspear.


24 06 17
Publicado en La Crónica de hoy




sábado, 17 de junio de 2017

¿“Han” habido muchos errores? Éste es el primero



Carlos Alberto Patiño

¿Qué pasa con el verbo haber? Es un verbo auxiliar fundamental no sólo en español. Lo son, por lo menos, sus equivalentes en inglés y francés (to have, avoir).
Es un verbo que usamos mucho, pero también es cierto que lo usamos mal.
Consigna la Real Academia Española que entre las preguntas más frecuentes a la sección consultas lingüísticas de su sitio, están varias que se refieren a este verbo.
La oración que titula esta entrega es una de las formas erróneas del uso del verbo haber.
Para usarlo apropiadamente, debemos entender que cuando lo empleamos para expresar la presencia o existencia de cosas o personas va en modo impersonal. Es decir, no hacemos la concordancia con el complemento, puesto que no es un sujeto. “Hay muchos coches”, no nos representa ningún problema. Pero en el copretérito se nos confunde la concordancia. Hemos de mantener la tercera persona del verbo como forma impersonal: “Había muchos coches”, no “habían muchos coches”. Coches no es sujeto, es complemento.
Si podemos entender esto (¿podemos?) no tendremos más problemas para emplear la forma verbal correcta.
Repasemos lo que dice la academia: “Los verbos impersonales carecen de sujeto”. Y añade: “Es incorrecto poner el verbo en plural cuando el elemento nominal se refiere a varias personas o cosas, ya que la concordancia del verbo la determina el sujeto, nunca el complemento directo”.
¿Se entendió? Quienes sí estudiaron su gramática en la escuela no tendrán apuros. Los demás atengámonos a la fórmula: Si queremos expresar existencia o presencia, va en impersonal. O sea (no “osea”, por favor) en tercera persona: “había”.
Y topamos necesariamente con “habemos”. Lo tenemos, con uso muy influido por el latín en “habemus papam”. Y entonces nuestros periódicos impresos y virtuales, más los “independientes” y redes sociales se llena de “habemos” cuando se define un candidato, un funcionario o cualquier caso en donde nos parezca que acomoda más el verbo haber que tener.
En realidad, “habemos” no existe, sino como arcaísmo. La primera persona del plural (nosotros) del verbo haber es “hemos.”
“Hemos dicho”, “hemos vivido”.
¿Pero qué pasa con “habemos muchos que creemos…”? ¿”Habemos ingenieros aquí”? Puras incorrecciones. Sí queremos decir que pertenecemos a un grupo y nuestra falta de modestia nos impide excluirnos, usemos otro verbo. “Somos muchos médicos, aquí”. “Estamos todos los periodistas en la cena”.
Tenemos (que no habemos) más problemas con el uso de haber. Es el caso de “hubieron”.
Es el pretérito de indicativo del verbo haber. Es el pasado, pues. “Ellos hubieron”.
Dice la RAE: “Esta forma verbal se emplea, correctamente, en los casos siguientes:
“Para formar, seguida del participio del verbo que se está conjugando, la tercera persona del plural del tiempo compuesto denominado pretérito anterior o antepretérito de indicativo: hubieron terminado, hubieron comido, hubieron salido.”
¡Ah, la Academia! Con esas explicaciones se comprende por qué la gente se aleja del estudio de nuestro idioma. Sigamos, pero con atención, los ejemplos, donde sí se entiende el uso.
“Este tiempo indica que la acción denotada por el verbo ha ocurrido en un momento inmediatamente anterior al de otra acción sucedida también en el pasado: Cuando todos hubieron terminado, se marcharon a sus casas; Apenas hubieron traspasado el umbral, la puerta se cerró de golpe. (...)
“Como forma de la tercera persona del plural del pretérito perfecto simple o pretérito de indicativo de la perífrasis verbal haber de + infinitivo, que denota obligación o necesidad y equivale a la más usual hoy tener que + infinitivo: El director y su equipo hubieron de recorrer muchos lugares antes de encontrar los exteriores apropiados para la película.”
Pero aquí va lo que nos importa:
Uso incorrecto:
“No se considera correcto el uso de la forma hubieron cuando el verbo haber se emplea para denotar la presencia o existencia de personas o cosas, pues con este valor haber es impersonal y, como tal, carece de sujeto (el elemento nominal que aparece junto al verbo es el complemento directo) y se usa sólo en tercera persona del singular. Son, pues, incorrectas oraciones como “Hubieron muchos voluntarios para realizar esa misión” o “No hubieron problemas para entrar al concierto”; debe decirse ‘Hubo muchos voluntarios para realizar esa misión’ o ‘No hubo problemas para entrar al concierto’.”
A ver (no haber), ¿ya entendimos o hemos de dar más explicaciones?
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De los oficios idos, me recordó Bertha Hernández el de reparador o reparadora de medias. No sin malicia, mi padre decía que había sido “subidor de medias de mujer”. Hasta aparatos para subir los puntos o reparar las medias corridas se vendían.
Era un negocio que tuvo su mejor momento cuando, por la Segunda Guerra Mundial, la seda primero y luego el nailon fueron destinados a la confección de paracaídas.
Había mujeres que a falta de medias corridas o sin correr, se dibujaban una línea a manera de costura en la cara posterior de la pierna. Después de la guerra y con el abaratamiento de los materiales desapareció el oficio del zurcido de medias.
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Regaños. En las páginas de un diario de circulación nacional, en la sección de modas, bajo un título que dice: Obsesión sartorial”, aparece este texto: “El mundo a tus pies. Una de las piezas que más deben resaltar en tu look tailored es el calzado. Si prefieres un estilo clásico, opta por usar zapatos bajos con una orma bostoniana. Si lo tuyo es más arriesgado, unos pumps con color son ideales para resaltar tu figura” (las negritas e itálicas son mías).
Tan entrado estaba el autor de ese párrafo en escribir con ese pseudoespañol, que perdió una letra. “Orma” no existe. La palabra que corresponde a la forma del calzado es “horma”, con esa hache que nos refiere a la efe de forma. Por algo está ahí.
¿Cuál es el caso de mezclar de mala manera palabras del inglés con los textos en español? ¿Cuándo la colonización mental llegó a las páginas de los diarios? ¿Por qué creen que esa fórmula es señal de distinción?
Los lingüistas dirán que son “préstamos”. Yo creo que son usos que empobrecen el idioma y el pensamiento.
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Radix. Petra es piedra en latín. De ahí derivan “petróleo” que es “aceite de piedra”, “perejil”, que es planta que crece entre rocas y “petraria” es una máquina de guerra que lanza piedras, como la catapulta o el fundíbolo (trébuchet).
“Petroso” es un lugar lleno de piedras y “petrificar” es convertir a alguno en piedra, como hacía a sus víctimas Medusa con la mirada o, en sentido figurado, la forma en que se queda alguien al recibir una mala noticia.
“Petroglifo” es un grabado en las rocas, “petrografía” es la descripción de las rocas y con los “petrodólares” muchos hicieron sus sueños.
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El Arca de Arena recibió la respuesta “capicúa”. Es la palabra que representa una cifra y se puede leer en los dos sentidos. Lo Respondieron Bertha Hernández, Luz Rodríguez, Juan Ramón, Gloria Dupré, Marielena Hoyo y Francisco Báez. Doña Marielena, Pancho y Gloria aportaron que el año del “comes y te vas” fue 2002 y la desaparición de la Unión Soviética ocurrió en 1991.
Doña Gloria y el doctor Báez hablaron del momento capicúa: el 2002 20 02 20 02, que es el 20 de febrero de 2002 a las 8:02 pm.
También lo es el 1111111111, el once de noviembre de 2011 a las 11:11.
Y para rematar, Báez nos proporciona la etimología. Viene del catalán “cap i cua” (cabeza y cola).
Ahora la palabra que busca El Arca algo comparte con inoportuno y molesto o con unos lentes antiguos. En realidad es de sangre y cabeza frías, inconmovible, a nada le teme.

17 06 17
Publicado en La Crónica de hoy


sábado, 10 de junio de 2017

Lo que el tiempo se llevó (Oficios idos y por irse)



Carlos Alberto Patiño
Serenos y faroleros se fueron. Eran personajes importantes en las noches de las ciudades. El grito de los primeros daba la hora y anunciaba tranquilidad: “Las diez y sereno”. Eso si no se presentaba alguna situación que requiriera de voces de alarma.
El personaje tiene su monumento en la glorieta del Metro Insurgentes.
El farolero encendía las luces nocturnas cuando no había alumbrado eléctrico. Debía mantener provistos de aceite y mechas los faroles; llevaba una buena dotación de trapos, pues también era su deber mantener limpios los cristales para que la luz fuera clara y suficiente. Cuando se pasó al gas como sistema de iluminación, prendía la flama y debía cuidar que no hubiera fugas.
En el Reglamento formado de orden del exmo. sr. viirey conde de Revillagigedo, para el gobierno que ha de observarse en el alumbrado de las calles de Méjico (sic), de 1790, se establece que los guarda-faroleros “llevarán consigo su nombramiento impreso con expresión de los números de los faroles y de las calles á que deben asistir, para hacerse conocer de las rondas y patrullas. Cada uno cuidará de solos doce faroles: deben acudir desde el amanecer á la casa del guarda mayor por aceite y mechas: proveer los faroles y tenerlos limpios lo más tarde para las nueve de la mañana: encenderlos al toque de la oración en las noches oscuras, y en las de luna á la hora que se les señale.”
No sólo eso, también cumplían funciones de policía. Debían “estar vigilantes toda la noche desde el momento que se encienden los faroles, y en las que no se encendieren desde el toque de la retreta: pasar la palabra de unos á otros desde las once de la noche, diciendo la hora que es, y el tiempo que hace de cuarto en cuarto de hora, no valiéndose del pito, sino para reunirse cuando necesiten de auxilio; aprender los malhechores ó ladrones que encontrasen, depositándolos en la guardia, cuartel ó cárcel más inmediata.”
Había penas para los servidores que fallaran en sus obligaciones. El virrey Revillagigedo dispuso que “se despedirá inmediatamente al que faltare de su distrito, ó se encontrare borracho de noche, sufriendo además en este caso ocho días de cepo en el que se halla al público delante de la puerta de la cárcel. Al que disimulare ó encubriere robo ú otra maldad, se le castigará según el rigor de las leyes. Al que tuviere alguno ó algunos de sus faroles apagados ó sucios, por la primera vez se le reprenderá, despidiéndolo á la segunda.”
A cambio, “a los cocheros que atropellasen á los guarda-faroleros se darán doscientos azotes, y además pagarán los daños, pero si se ocultase el delincuente y no pareciere á las veinte y cuatro horas, los satisfará su amo.”
Otro oficio que se ha ido es el de boticario. La botica, su habitáculo, desapareció desplazada por los laboratorios y cadenas farmacéuticas. Ahora hay dependientes, algunos eficientes y amables, otros gruñones, que nos venden —que no administran—, los remedios prefabricados.
Afiladores todavía hay. Pocos, pero todavía se escucha el peculiar sonido de su silbato con forma de flauta de Pan. La cuchillería japonesa pronto terminará de extinguirlos.
El buhonero es el vendedor ambulante, pero de veras ambulante; el que recorre las calles ofreciendo su mercancía, no el vendedor informal que se apropia del espacio urbano. De esta estirpe son los merolicos, cuyo nombre deriva del doctor Rafael de Meraulyock. En el blog México de mis recuerdos, de @Don_Susanito, hay una buena historia sobre el personaje: “Merolyco y el secreto de la longevidad” (http://donsusanito.blogspot.mx/2013/09/merolyco-y-el-secreto-de-la-longevidad.html).
Un ropavejero (el Señor Tlacuache) compra ropa, trapos y utensilios usados. El chamarilero es un personaje cercano, como el de los “refrigeradores, colchones y fierro viejo que veeeendan…”
Los aguadores parecían especie en extinción, pero la mercadotecnia los tiene vivitos y coleando. Ya no usan carretones provistos de cubas para llevar el agua a las colonias con problemas de abasto ni cargan barriles en burros para transportarla. Su medio ahora son los triciclos llenos de garrafones. También están los piperos, que se aprovechan de la escasez para hacer valer con todas las implicaciones la expresión “vital líquido” y sacar dinero a los necesitados .
Los copistas se fueron con la aparición de la imprenta. Los formadores paste up, aquellos que preparaban los originales de impresión montando tipografía con cera o pegamento, quedaron desplazados con el avance de las computadoras.
Ignoro si todavía hay plañideras dispuestas a pasar una buena noche de llanto en algún velorio.
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Regaños. La vaquita marina es una especie en grave peligro de extinción. Años hace que se dieron las primeras voces de alarma y no se ha logrado revertir el proceso. Hasta Leonardo DiCaprio viene a pedirnos cuentas.
Con tantas tribulaciones, algunos pierden la precisión, como lo hizo el World Wildlife Fund (WWF) en cuyo portal aparece la nota “Se esfuma la vaquita” ¿Se esfuma? Puesto así parece que es misteriosa la causa de la extinción y no lo es. Sabemos que es un problema de depredación de criminales que, en busca de un supuesto afrodisiaco, el buche de la totoaba, no dudan en eliminar a las vaquitas que atrapan con los peces.
Se esfuman los conejos a manos de los magos; se esfuman los dineros a manos de algunos gobernadores, pero la vaquita no se esfuma, se extingue por causas bien conocidas.
Otrosí, el diario español El País publica “La vaquita marina lucha por sobrevivir en aguas mexicanas”.
La pobre vaquita no lucha como especie ni lo hace ningún individuo. Simplemente, carece de conciencia del hecho. Tal vez perciba que hay pocos congéneres, pero definitivamente no lucha.
Los que deben luchar son los responsables del exterminio: los humanos, y lo debemos hacer con premura y energía.
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Radix. Pali, palin significa repetición, hacer algo otra vez, de nuevo. Este prefijo de origen griego lo tenemos en “palíndromo”, palabra o frase que se lee igual de adelante para atrás o de atrás para delante como “Anita lava la tina”, “luz azul” o “dábale arroz a la zorra el abad”.
“Palimpsesto” era la tablilla de cera que se borraba para volver a escribir. El nombre pasó a los papiros y pergaminos a los que se raspaba el texto para volver a utilizarlos. Obras importantes de los clásicos griegos y latinos se rescataron de vitelas utilizadas para escribir obras de autores cristianos. Afortunadamente, con las nuevas tecnologías se pueden tener las dos obras.
La “palifrasia” es la repetición patológica de una palabra o frase. También se conoce como “palilalia”.
“Palingenesia” es renacimiento, la recuperación de la vida después de la muerte. Es la transmigración de las almas en algunas religiones o la resurrección de Jesús para los cristianos. Para los griegos estaba representada por el Ave Fénix.
“Palinodia” es volver a cantar o recitar. Es un acto de retractación pública. El poeta Estesícoro fue el autor de la primera palinodia. Resulta que el hombre culpó en un poema a Helena de la guerra de Troya y fue castigado con la ceguera. Se desdijo en otro poema, la palinodia, y recobró la vista.
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Fácil fue responder a El Arca de Arena. Lo hicieron Luz Rodríguez, Francisco Báez y Mangel. El “agujero” es quien vende agujas, objetos que tienen un agujero en uno de sus extremos.
De El Arca sale una palabra que representa una cifra. Igual que en el primer ejemplo de Radix, se puede leer en los dos sentidos. El año del “comes y te vas” tiene esa característica. También el de la desaparición de la Unión Soviética. En el dominó se dice del triunfo que se obtiene con una ficha que embona en cualquiera de los extremos de la fila de fichas jugadas.
10 06 17
Publicado en La Crónica de hoy