sábado, 28 de mayo de 2016

Hacer, hacerse, hacerla...

Carlos Alberto Patiño

Habíamos hablado de “hacer el oso” y había ofrecido ocuparme de otros haceres.
Pero me estuve haciendo pato y no me ponía a escribir. Procrastinaba, pues, que es uno de los sentidos que tiene la expresión referida al ánade.
Otros, menos discretos, dirán que me estaba haciendo güey, pero no. Sólo buscaba cómo entrarle al tema, pues el verbo hacer es multifuncional, proteico.
Entonces, ¿cómo hacerle para abordarlo?
El reto es delimitar, no divagar.
Pero, miren, ya con el puro hecho de poner “güey”, hay tela de dónde cortar.
En el principio era el buey, el animal de tiro, el del arado, el toro castrado que es un ser parsimonioso y al que luego hay que sacar de la barranca, como a los políticos que se meten en problemas.
“¡Álzalas, buey!”, consigna el Diccionario de la lengua española, pero todos sabemos que la exclamación es “¡Álzalas, güey!”. A veces, en la Real Academia son medio güeyes.
El lector habrá notado que la palabra en mexicano lleva diéresis.
El Diccionario breve de mexicanismos, de Guido Gómez de Silva, alojado en el portal de la Academia Mexicana de la Lengua, dice que güey es: “Persona tonta, mentecata. || 2. Expresión que se usa frecuentemente para dirigirse a una persona de confianza.”
El Diccionario de mexicanismos añade que se usa para referirse a un amigo: “A este güey lo conozco desde niño” o para designar a un desconocido: “Llegó un güey a preguntarnos por el lugar del concierto”.
Sirve también para interpelar a alguno: “Oye, güey, pásame los apuntes”.
Y también podemos ocupar el término como exclamación de sorpresa: “Ay, güey!”
Si güey ya es distorsión, qué hacemos con “wey”, tan popular en las redes sociales.
El extremo es que el sustantivo ya pasó de masculino a epiceno, pues entre amigas también se tratan de  “güey” o “wey”.
Decía un amigo, “tanto tiempo cuanto pasan los padres buscando un buen nombre que dar sus vástagos, para que en la escuela todos se llamen güey”.
No nos hagamos bolas, el verbo hacer es complicado y su abuso puede hacer confuso y monótono un texto.
No la haré cardiaca. Aquí van unos pocos ejemplos de sus aplicaciones.
“Hacerse ojo de hormiga” es evadirse. “Hacerse fuera de bacinica” es regarla, fallar estrepitosamente o pasarse de lanza.
“Hacer la América” no está incluido en el DLE, con todo lo que le gusta a la Academia la referencia a sus gestas históricas como la Conquista. Esta expresión se usaba para aquellos peninsulares que partían a probar fortuna al Nuevo Continente. “Venancio hizo la América”, decían del pueblerino que regresaba rico y hasta título nobiliario compraba. Era además un “indiano”.
“Hacer la talacha” es emprender las tareas rutinarias, las que no lucen, pero que son indispensables.
“Ya se me hizo con La Güera” equivale a decir que ya realicé la conquista. “Ya la hice” es manera de decir que ya triunfé.
“Házmela buena” representa el deseo de que se cumpla una promesa o una oferta: “Saldremos temprano. ¡Házmela buena, güey”.
“Hacer el cuatro” era una forma primitiva de alcoholímetro. Consistía en que el sujeto bajo sospecha de estar en estado etílico debía, de pie, doblar una rodilla sobre la otra pierna figurando el guarismo. Si mantenía el equilibrio, pasaba.
Para no hacerla cansada y para hacerla un poco de emoción, seguiré con el tema en la próxima entrega de Giros.
.-.-.-.-.-.
Respecto de los temas de semanas anteriores, Pavel Luna Espinosa, el de los cuatro gatos, comenta que conoce a algunos que combinas osos y perros y crean una expresión muy curiosa: "Qué perro oso". Y hasta lo resumen con emoticonos.
Ramiro Martínez no dejó pasar el pulque, llamado "caldo de oso" porque se le atribuye proporcionar fuerza.
Marielena Hoyo había escrito hace dos semanas que “estoy totalmente en desacuerdo con la parte que relaciona a tan maravillosos animales con el empecinamiento (desde el punto de vista antropogénico), la hipocresía y menos aún con la traición. Me niego rotundamente a que los perros, y las perras, para ser correctamente política, sean descritos de esa forma, simplemente porque su lealtad a nosotros es históricamente a toda prueba y porque sin duda, quien inventó el sentido del agradecimiento lo proyectó y perfeccionó en los perros, y mayormente en las perras, aunque esto último pudiera ser ocasión de controversia.
“Mi experiencia es muy amplia en los muchos años de tratar directamente con estos animales, desde mi más tierna infancia, y ya luego por propia voluntad con los que en totalidad he ido adoptando desde 1989, contando todavía con la espléndida compañía de 15 de estas criaturas siempre atentas, solícitas, dispuestas y conformes con el custodio humano que les tocó en suerte, sea flaco o gordo; de buen humor o gruñón; alto o chaparro; feo o bonito (de acuerdo a los cánones); rico o pobre; con buen hogar o sin él.”
Debo decirle a la colega que no es mía la comparación. Así como hay expresiones favorables a los canes, también las hay negativas. Los animales, de suyo, no son buenos ni malos. Son amorales.
Añade la periodista referencias perrunas, de las que cito algunas:
“No tiene ni perro que le ladre”, “hijo de perra” (injusta e inadecuadamente, uno de los insultos internacionales más socorridos para describir a personas muy malas), “hasta en los perros hay razas”, “en cojera de perro y lágrima de mujer no hay que creer” (falso de toda falsedad).
“Defenderé el peso como un perro” y “la colina del perro llorón” son recuerdos de nuestra historia reciente.
A El Arca de Arena, respondió Francisco Báez. “Pelotear” es intercambiar ideas, confrontarlas para afinarlas o surjan nuevas. Es anagrama de paletero, el que vende golosinas heladas, y de pelotera, riña o barullo
Y Ahora, El Arca busca una palabra que tiene piedra en su estructura, pero no en su significado ni en su etimología. Se usa para obtener una gracia, pero debe realizarse con ahínco, diligencia o empeño. 

28 05 16


Publicado en La Crónica de hoy


sábado, 21 de mayo de 2016

Hacer el oso

Carlos Alberto Patiño

Hacer el oso es hacer el ridículo. Y es una expresión muy humillante para un personaje magnífico.
¿Cómo pasó de ser uno de los animales más admirados y poderosos a ser símbolo para el escarnio?
Tiene que ver con la necesidad atávica de los humanos por disminuir a un enemigo al que se le teme.
También habría un fondo religioso, de atender a la hipótesis de Michel Pastoreau en su obra El oso, un rey destronado (Paidós 2008).
El medievalista y heraldista francés sostiene, a partir de profusos elementos y abundantes argumentos, que el oso perdió la batalla en el imaginario colectivo durante la Edad Media, conforme los pueblos paganos fueron evangelizados.
El oso puede erguirse en dos patas, como los humanos y, como está cubierto de pelo, fue fácil para los religiosos convertirlo en una especie de demonio.
Cita este autor increíbles historias sobre la pasión pecaminosa que la bestia despierta en las mujeres y el irrefrenable furor de la hembra del oso, que la llevaba a descuidar a sus crías por seguir a un macho.
Deveras era delirante la campaña contra los osos.
Los animales fueron expulsados de las colecciones de los señores feudales y relegados de la simbología heráldica.
El león, animal exótico en Europa, ganó el lugar del rey de los animales.
Vencer a un oso era prueba de hombría en algunos pueblos.
Alejandro Dumas cuenta en El maestro de armas la aventura que vivió su personaje cuando fue invitado por un grupo de rusos a cazar uno de estos plantígrados con sólo un cuchillo.
Dumas o uno de sus “negros” (Ojo, los políticamente correctos no deben ver en el empleo de este término nada relacionado con la raza. Es la denominación de un escritor que trabaja para otro sin crédito, pero mediante una paga) (Por cierto, Dumas tenía origen familiar haitiano; era mulato).
Decía que Dumas describe todo un procedimiento para llevar a un sitio específico al ejemplar, aturdirlo, obligarlo a ponerse en dos patas y, al momento en que éste abre las extremidades para dar su famoso y mortífero abrazo, con habilidad, precisión y rapidez, clavarle un cuchillo en el corazón.
Luego los mujiks que acompañaban a la partida cocinaron para el invitado las patas del animal a las brasas.
Según Dumas, es un manjar exquisito. A Pastoreau no le parece tan atractivo el platillo.
El oso termina por ser castigado por su naturaleza. Ni siquiera es un animal belicoso, pero tampoco es el benévolo Baloo ni el simpático Yogui. Si usted se mete con uno de ellos puede costarle caro.
Un osezno puede ser enseñado, mediante hambre y castigos, a comportarse como un payaso. Desde la parte final de la Edad Media ya había espectáculos de osos bailarines.
Muchos años recorrió las calles de la Ciudad de México un gitano que llevaba un oso macilento, al que hacía bailar al son de un pandero, representar a un soldado y a un borracho, entre otras gracias.
Este ejemplar vivía haciendo el oso.
Y no era ése el oso que se asea.
Como a las recientes generaciones los domina la pereza mental, ya no usan la expresión completa. Ahora ya nada más dicen “qué oso” y nunca se preguntan por qué sus desatinos toman al noble animal como su referente.
Y ya que se hizo el oso, ¿cómo está eso de “hacerse pato”, “hacerse buey” (o güey) u “ojo de hormiga”?
De eso tratará la siguiente entrega de Giros.
.-.-.-.-.-

Más perros

“Bastantes perros en el Zócalo” rezaba el pie que le puso un fotógrafo a su imagen del día. Y sí, eran hartos chuchos deambulando por la plancha de la Plaza de la Constitución.
Como pedí aportaciones perrunas, no tardó Francisco Báez en recordarme la película semidocumental Mondo cane (Perro Mundo) de los italianos Paolo Cavara, Gualtiero Jacopetti y Franco Prosperi (1962). Entre mis muy remotos recuerdos infantiles está este título. Nunca vi la película, pero se quedó la impronta.
“Perro Mundo” es también el nombre de la columna de David Gutiérrez en Crónica.
Hombre de conocimiento y razón, como es el doctor Báez, no pudo resistirse a usar el latín para expresar una advertencia pompeyana: “cave canem”, “cuidado con el perro.”
Bertha Hernández, nuestra historiadora, nos recuerda el juego de palabras que se hacía con los padres dominicos, responsables del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición de la Fe. Les decían los “domini-canis”, los perros de Dios.
Hugo Martínez exclamó: "¡Primero perro!", para explicar que esa expresión se usa cuando te comparan con algo que te desagrada.
Para referirse a personas irremediablemente violentas o explosivas se dice: "Es como perro de rancho. Cuando hay pleito, lo sacan; cuando hay fiesta, lo amarran".
El profesor que firma como Keke Javo aporta: “Se llamaba ‘Lebrel’ al que se utilizaba para cazar liebres. Bernal Díaz relata una anécdota a propósito de los lebreles que traían en (creo) la expedición con Hernández de Córdoba. Al bajar a tierra, los canes echaron a correr y no pudieron recuperarlos antes de abordar nuevamente. Tuvieron que dejarlos. Sin embargo, en la siguiente expedición (Grijalva), los perros salieron al encuentro de los viajeros cuando desembarcaron cerca de ahí. Los europeos creyeron que igual los nativos se los habrían comido.”.
.-.-.-.-.-.
El Arca de Arena recibió la respuesta de Marielena Hoyo. La petición era una palabra referida al tema perruno, pero el sentido relacionado con la costura de libros, con la encuadernación de los viejos volúmenes que al paso de los años no se deshojan, como los de ahora.
El término es “pasaperro”. Ella precisa que se encuadernaban pergaminos.
Nuestra colega, autora de la columna “Animalidades”, hizo algunos comentarios sobre los perros, pero el tiempo y el espacio me hacen dejarlos para más adelante.
Ahora de El Arca sale un anagrama de aquel que vende golosinas heladas en medio de un barullo o riña. Sirve para intercambiar ideas. 

21 05 16

Publicado en La Crónica de hoy

miércoles, 18 de mayo de 2016

Perra duda

Carlos Alberto Patiño

Después de escribir de los gatos me surgió una duda, una perra duda.
¿Y los perros? ¿Tienen los perros —que ya han concurrido a este espacio— una carga ideológica que los ponga en el lado políticamente incorrecto?
Apenas terminaba de escribir estas líneas, cuando resonaron a lo lejos las risitas del perro “Patán” (Aquí la mascota de Pierre Nodoyuna: https://www.youtube.com/watch?v=oEs4KLy_Ovw)
“Perro” es un término lleno de significados. Lo mismo positivos, como “el mejor amigo del hombre”, que extremos, como el “perro infiel” de las guerras santas.
Disparidad tal debe relacionarse con el origen lobuno de estos animales: Canis lupus, el lobo; y Canis lupus familiaris, el chucho.
El asunto es que el perro representa la fidelidad, pero también el empecinamiento, la hipocresía y la traición.
En el Diccionario de la Lengua Española, (DLE), cosa curiosa, muchas de las explicaciones que se refieren a los canes tienen que ver con la cacería y con las costumbres pastoriles españolas.
Es el tipo de cuestiones que hacían las delicias de Nikito Nipongo cuando se dedicaba a criticar a la que él llamaba Madre Academia y a su diccionario, tratado como mamotreto las más de las veces.
Con esta edición del tricentenario habría hecho burla y escarnio sin contemplación.
Veamos las expresiones.
El “perro albarraniego” es cuidador de ganado trashumante. El “perro alforjero” es animal de caza enseñado a quedarse en el rancho guardando las alforjas. El “perro ardero” es el que caza ardillas; el “cobrador” es  el que “tiene la habilidad de traer a su amo el animal que cae al tiro, o de coger el que huye malherido”
El “perro de ajeo” es un perdiguero “acostumbrado a acosar tanto a las perdices, que las hace ajear antes de levantar el vuelo”. (Ajear: Dicho de una perdiz: Repetir, como quejándose, aj, aj, aj, cuando se ve acosada”.
“Perro lucharniego”, el que caza de noche; “perro quitador”, el que  evita que otros perros se coman la caza; “ventor” el que caza venteando, olfateando el viento.
El “podenco” merece un lugar especial. No por lo que dice el DLE (“Perro de cuerpo algo menor, pero más robusto que el del lebrel, con la cabeza redonda, las orejas tiesas, el lomo recto, el pelo medianamente largo, la cola enroscada y las manos y pies pequeños, pero muy fuertes. Es poco ladrador y sumamente sagaz y ágil para la caza, por su gran vista, olfato y resistencia), sino por su presencia en el inmarcesible Don Quijote, específicamente en el prólogo de la segunda parte de las andanzas del Caballero de la Mancha.
Cuenta Cervantes la historia de un loco que paseaba por la plaza y dejaba caer piedras sobre los indefensos perros. Un día lo hizo con uno cuyo dueño vio la operación y le puso tal paliza diciéndole “¿No viste, cruel, que era podenco mi perro?». Y repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una alheña” (hecho polvo).
El pobre hombre tardó en regresar a la plaza. Lo hizo provisto de su piedra, pero no la volvió a soltar, pues cada vez que se acercaba a un perro decía: “Este es podenco: ¡guarda!”
Los especialistas dicen que con ese loco, el escritor exhibía y ridiculizaba al suplantador Fernández de Avellaneda
Hay en el DLE también otras explicaciones del sustantivo.
Como la del “perro del mal”, que según el DLE, en México es perro rabioso, dato que no podemos constatar en el Diccionario de Mexicanismos. Ya sabemos, esa obra sólo llega a la “ñ”.
Con el manejo del “perro de agua” y de “los perros de aguas” hay que tener cuidado. Uno es una nutria (Lutra lutra) y los otros son ejemplares rechonchos y peludos.
El perro mudo es un mapache.
Hay expresiones que incluyen a nuestros amigos caninos, como “a otro perro con ese hueso” que sirve para rechazar a los portadores de engaños y patrañas.
“Cuando ataban los perros con longaniza”, sirve para hablar de un mítico pasado lleno de abundancia. “Como perros y gatos” es útil para describir algunos matrimonios, pero también a la forma en la que se dan las relaciones en algunos partidos  políticos. “Tiempo de perros” no requiere explicación.
“Echar los perros” para el diccionario español no es lo que en México entendemos. Allá es “vituperar, echar bronca”. Nuestro Diccionario de Mexicanismos ahora sí sale al quite: “pretender a alguien”.
Palabras que involucran a los perros tenemos abundantes:
“Aperrar”: “Emprender con tenacidad una empresa difícil.”
“Descalzaperros” es un barullo, una revuelta.
“Perrada” es un conjunto de perros, puede ser despectivo si se emplea para un conjunto de personas.
“Patiperrear” es la actividad del “pata de perro”, el que pasea o vaga.
Dejemos que ladren los perros. Por cierto, en ninguno de los dos tomos de El Quijote ni en el apócrifo de Avellaneda viene el dicho “Ladran, Sancho, señal de que caminamos”. No sé de dónde salió.
Se agradecerán comentarios y referencias perrunas personales.
.-.-.-.-.-
El Arca de Arena pidió el parónimo de un ritmo muy popular, pero también muy satanizado. Es, como la contera, un remate de hule o de metal en el extremo de la pata de un mueble.
Marielena Hoyo dio con el baile estigmatizado. Es el reguetón o reggaetón, danza en la que se perrea. Pero no con el vocablo.
El casquillo es un “regatón”. En el DLE sólo se le menciona como remate de una lanza para apoyarla, pero mi padre siempre se refirió a los hules de las patas de las sillas como regatones.
Ahora requiere El Arca una palabra que incluya la que ocupó este Giros, pero el sentido tiene que ver con la costura de libros, con la encuadernación de los viejos volúmenes que al paso de los años no se deshojan, como los de ahora. 

14 05 16

 
Publicado en La Crónica de hoy



miércoles, 11 de mayo de 2016

Cuatro gatos

Carlos Alberto Patiño

Por cuatro gatos le cayeron encima a Pavel Luna, lector y amigo de este espacio, las élites políticamente correctas, pero ignorantes del lenguaje, de las expresiones populares y del contenido del diccionario.
Resulta que el buen Pavel circulaba por el cruce de Insurgentes y Río Mixcoac, ahí donde las autoridades de la Ciudad de México construyen un deprimido, lo que en el español de los ciudadanos de a pie y de a rueda, prozac mediante, llamamos paso a desnivel.
Nuestro hombre tuvo la ocurrencia de tomar una foto y comentar que “con cuatro gatos” nunca iban a terminar la obra. Y tuit, al ciberespacio.
Se desató la furia de los exquisitos pseudosocioconcientes.
Tundieron gratuitamente al joven historiador por considerar ellos, desde su estrecho punto de miras, que usó el término “gato” en su peyorativa acepción para referirse a los criados. Y no, la expresión —registrada en el Diccionario de la lengua (DLE)— significa “Poca gente y sin importancia”.
Cuando uno la usa es para señalar lo escaso de la concurrencia, del personal v.gr: “Al estreno solo acudieron cuatro gatos”. “A este articulista lo leen cuatro gatos (pero de Angora, :p). “A ese historiador tonante lo siguen cuatro gatos, es un pocosfollowers”.
La ideología ciega hasta a los justos. Los ofendidos reclamantes no caen en la cuenta de que, con su limitada comprensión del sentido del vocablo, están anteponiendo ese significado despectivo a la realidad, lo cual los pone a ver, no a unos pocos trabajadores, sino a un conjunto de criados. Su lectura es la clasista.
“Gato” tiene 24 definiciones en el DLE.
Revisemos algunas.
Además de la descripción del animalito que todos conocemos, vienen: la herramienta que sirve para levantar objetos pesados y el mecanismo que equilibra y sostiene las grandes construcciones.
“Gato” también es el oriundo de Madrid. Así se les llama, en algunos países, a las personas de ojos verdes.
Con el nombre del felino se designa a un antiguo bolso o talego para guardar dinero.
Y, para conocimiento de nuestros refinados y solidarios críticos, se designa como “gato” al hombre sagaz y astuto.
Así que Pavel bien podría argumentar que lo que quiso decir es que por más astutos que fueran los trabajadores, siendo tan pocos, no lograrían terminar la obra.
La palabra sirve para designar a leones, tigres, jaguares, panteras, pumas, linces, onzas, leopardos y mininos.
En Centroamérica, el “gato” es el bíceps, ese músculo al que aquí le decimos “conejo”.
Hay también un pez y un género musical, como el famoso Gato y malambo de Héctor Ayala (escúchenlo aquí, interpretado por Narciso Yepes): https://www.youtube.com/watch?v=tIaZquFuvm8)
Y el Jarabe gatuno, bailable prohibidísimo por la Inquisición.
A las buenas conciencias no les gustará nada revisar el Diccionario de mexicanismos, de nuestra Academia de la Lengua.
Pura incorrección, pura descripción despectiva, excepto para el juego que consiste en poner cruces o círculos en una rejilla de nueve casillas y para el signo de número en teclados y teléfonos (#).
Viene por ejemplo “gatear”, como sinónimo de cortejar al personal doméstico. “Gatúbela” es un eufemismo para referirse a la empleada del hogar.
“Gatero” es el proclive a los encantos del personal del servicio y “gatígrafa” le dicen a la secretaria.
Ni más ni menos.
De las expresiones relacionadas con los gatos hay extensa colección.
“El gato de nueve colas” era el látigo de nueve puntas rematadas con garfios que se usaba para castigar tunantes, herejes y relapsos.
“Gato de Coliseo” se dice de la persona que entra o sale y deja abierta la puerta. Como se sabe, en las ruinas del Coliseo de Roma no hay puertas y los gatos, verdaderos dueños del monumento, pasaban a través de los arcos sin preocuparse de los buenos modales.
“Defenderse como gato boca arriba”, “llevarse el gato al agua”, “sentir gatos en la barriga”, “tener más vidas que un gato”... La lista es luenga como el rabo de los gatos y ni modo de ponernos a “jondear gatos de la cola”.
Con la fórmula “Gato por liebre”, @Don_Susanito tiene un buen relato: (http://donsusanito.blogspot.mx/2012/06/gato-por-liebre.html)
Finalmente, con criterios como los de quienes dieron origen a este artículo, será difícil entonar con gusto la canción de Chava Flores “El gato viudo”, a quien los doctores no pudieron quitar el mal de amores, y su novia dejó de darle lo que del mandado sisaba para su cine y su futbol. Se necesita un cierto sentido picaresco, pero políticamente incorrecto para disfrutar la letra.
.-.-.-.-.-.
“Sí o sí”, las dos acentuadas, puesto que son dos afirmaciones. Es una manera de anular la posibilidad de una elección, de cerrar una salida. Usamos la fórmula para sustituir el “Sí o no”, que permite optar. Como cuando se acabó la sopa de fideos. (Servida, doña Marielena).
Juan Ramón Magaña escribió a Giros para recordarnos que “corchete” se llama el signo musical que también se conoce como octavo o corchea. Conste que el DLE no incluye esta definición.
A la pregunta de El Arca de Arena respondieron Marielena Hoyo y Hugo Martínez. “Coprolito” es el excremento fosilizado de los dinosaurios, altamente valorado por los paleontólogos, pues brinda información muy rica sobre la alimentación y costumbres de esos reptiles gigantescos.
Y ahora, El Arca demanda el parónimo de un ritmo muy popular, pero también muy satanizado. Es, como la contera, un remate de hule o de metal en el extremo de la pata de un mueble. 

07 05 16

 
Publicado en La Crónica de hoy