Carlos Alberto Patiño
Al Big
Bang, ese momento inicial del universo, Luis González de Alba lo llamaba, y
proponía generalizar el término, el “Gran Pum”, castellanizando la expresión.
Hace unas semanas Alex Grijelmo consignó en El País que las academias de
la lengua hispánica decidieron que la grafía para la corriente literaria que
conocemos como el “boom” debe escribirse “bum”.
Pero, relata
Grijelmo, “Entre los orígenes del español y 1975 (250 millones de registros),
se hallan en el corpus académico 51 casos de “bum” y 16 de “boom”, y por
lo tanto ganaba la grafía castellana. Sin embargo, entre 1975 y 2000 (160
millones de registros) se contabilizan 847 ejemplos de “boom” y sólo 61 de
“bum”. Mientras que en el siglo XXI (de 2001 hasta hoy, con 225 millones de
palabras) la goleada es de 1,345 casos contra 151 a favor de la grafía inglesa.
Y eso que la opción castellana se escribe con menos letras.”
Ambas
palabras, pum y bum, o bang y boom, son onomatopeyas, es decir términos que
tratan de representar un ruido.
Los lectores
de cómics (los llamábamos cuentos), en general, y los que vieron la tele de los
60, en particular, sabemos bien del manejo de las onomatopeyas, especialmente
por la serie
Batman (zas, paf)
Batman (zas, paf)
El personaje
murciélago es un producto de las tiras cómicas. Los realizadores del programa,
que tenía muchos momentos de farsa, decidieron mantener esa referencia gráfica
y añadieron letras a las escenas con golpes y peleas. Claro, estaban en inglés,
los recursos técnicos no permitían hacer la sustitución de textos, como sí lo
hacía el doblaje con las palabras.
Por esa
característica de reproducción de sonidos, la escritura de estos vocablos es
muy peculiar, pues mezcla vocales y consonantes como no vemos en otras.
Incluso
pueden formarse con puras consonantes. El ronroneo gatuno es, por ejemplo,
“prrr” o la representación del sueño es “zzzz”. “Shhh” sirve para demandar
silencio y “paf” se usa para la caída de un objeto blando. Por el contrario, en
México “cuas” ejemplifica un verdadero ranazo (vid La familia Burrón).
Los relojes
hacen “tic-tac”, aunque ya no suenen más que con los pitidos de las alarmas
(“bip-bip”). El “guau guau” es para los perros que ladran en español. Como ya
vimos en “El perro ladra, la vaca muge... ¿Y la jirafa?”
(http://www.cronica.com.mx/notas/2016/991172.html), las voces de los animales
cambian con los idiomas.
“Plop”
hacen las gotas, “toing” era el remate de un spot radiofónico de
Chaparritas El Naranjo y “tzing” hacen los disparos que no dan en la víctima
sino en las rocas circundantes.
Los
fantasmas emiten un “buuu” (en inglés “boooo”), pero la Llorona no se limita:
“Aaaaaay, mis hijos” es su voz que ya cae en el terreno de las exclamaciones.
Nótese que la repetición de la vocal representa un grito prolongado y que es
“ay” no “hay”, como “a ver” no es “haber”.
“Cacle-cacle”
decía la bruja Ágata.
(Explicación
necesaria: Ágata era la tía de Alicia, una brujita amiga de La Pequeña Lulú,
cómic del que surge el famosísimo Club de Tobi).
El asunto es
que no logro dilucidar si la voz es onomatopeya o interjección.
Ésta es otra
forma de palabra significativa sólo como exclamación, sin importar su forma o
extensión. Su función es expresar un sentimiento (“vivo”, dice la Wikipedia).
La Real
Academia Española, en su Diccionario de la lengua española. establece
que es la: “Clase de palabras invariables, con cuyos elementos se forman
enunciados exclamativos, que manifiestan impresiones, verbalizan sentimientos o
realizan actos de habla apelativos.”
Y las divide
en: “Interjección impropia… que se crea a partir de formas nominales, adjetivales,
verbales o adverbiales; p. ej., ¡socorro!, ¡bravo!, ¡vaya!, ¡adelante!”
E
“interjección propia: ...(la) que no ejerce ningún otro papel gramatical y que
presenta un cuerpo fonético habitualmente simple; p. ej., ¡ah!, ¡bah!”.
En esta
última categoría se hace evidente que onomatopeyas e interjecciones están
emparentadas.
Hay autores,
Grijelmo entre ellos, que piensan que estas palabras son resabios del
origen de los lenguajes. Muestran una emoción o sentimiento, dan una voz de
alarma, manifiestan dolor o malestar, expresan simpatía o refieren un
acontecimiento como la caída de un árbol o de una roca… Puede ser que las
voces, gestos, signos hayan evolucionado para formar un lenguaje.
“¡Auch!”,
“ea”, “arre”, “chin” son interjecciones. “Toc toc”,
“ring” son onomatopeyas.
“Hic” o
“hip” es hipo y acompaña a quienes se quiere representar como ebrios, y a los
que se encaminan hacia ese estado se les pone haciendo “glu glu”.
Con un
“muac” al aire se saludaban las mujeres de sociedad. Ahora lo hace todo mundo.
Un
comediante chileno, asiduo visitante a nuestro país en los años 60-70 era una
especie de onomatopeya andante. Lucho Navarro tenía la habilidad de imitar toda
clase de sonidos y con ellos hacía divertidos sketches.
Gordolfo
Gelatino convirtió la palabra “ahí” en una interjección apelativa con su “¡Ahí,
madre!”
(Explicación
requerida. Gordolfo Gelatino parodiaba el nombre de Rodolfo Valentino, galán
del cine mudo, y era un personaje del dueto cómico conocido como Los Polivoces.
Luis Gimeno
fue un muy buen actor teatral que se popularizó como el “Chaca chaca”, por una
serie de comerciales televisivos de un detergente que prometía transformar las
cubetas en lavadoras automáticas... y hubo gente que lo creyó. También se
encargó de difundir la idea de “Acapulco en la azotea”.
“Tatatiú”
fue onomatopeya musical y firma de El Magazo, Beto el boticario, cuando
presentaba sus trucos de ilusionismo bufo.
La
tradicional interjección de abucheo “Buuuu” va perdiendo terreno frente al
grito “Eeeeeh…” seguido de la palabra que no le gusta a la FIFA y que tan cara
le va resultando en multas a la Federación Mexicana de Futbol.
.-.-.-.-.-
Pregunta
Marielena Hoyo sobre la mayúscula que empleé en el Sol de los volados. Explica
el Diccionario panhispánico de dudas. “Los nombres de galaxias,
constelaciones, estrellas, planetas y satélites: la Vía Láctea, la Osa
Mayor, la Estrella Polar, Venus, Ganimedes. Las palabras Sol y Luna
sólo suelen escribirse con mayúscula inicial en textos científicos de temática
astronómica, en los que designan los respectivos astros: «Entre la esfera de fuego y la
de las estrellas fijas están situadas las esferas de los distintos planetas,
empezando por la esfera de la Luna y, a continuación, las esferas de Mercurio,
Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno» (Torroja Sistemas [Esp.
1981]); pero, excepto en este tipo de textos, se escriben normalmente con
minúscula: El sol lucía esplendoroso esa mañana; Entra mucho sol por la
ventana…”
.-.-.-.-.-.-
Regaños.
De nuevo, el
uso ilógico de “nuevo”. Publica El Universal on line (08 19 17):
“Nace un nuevo burrito blanco en instalaciones del IPN”. El burrito nació
“nuevo”, vaya. Noticia sería que no lo fuera. “Nació burrito blanco…” o “Nació
otro burrito…” hubiera bastado.
.-.-.-.-.-
Va El
Arca de Arena. El anagrama de águila es “iguala” o “Iguala”. Respondieron
Marielena Hoyo, Hugo Martínez, Bertha Hernández, Mángel, Luz Rodríguez y
Eduardo Morales. Francisco Báez, también, pero hubo que esperar a que terminara
la Serie Mundial.
Doña
Marielena Hoyo reclama su crédito, pues ella sí puso “lupino” como el adjetivo
que se pidió en anterior entrega.
Tiene El
Arca de Arena este enigma: Si sinónimo puede ser antónimo de antónimo,
¿cuál sería un sinónimo de antónimo?
04 11 17
Publicado
en La Crónica de hoy
No hay comentarios:
Publicar un comentario