lunes, 6 de noviembre de 2017

¡Zambomba!, ¡pas!, ¡cuas!, ¡zape!



Carlos Alberto Patiño

 

Al Big Bang, ese momento inicial del universo, Luis González de Alba lo llamaba, y proponía generalizar el término, el “Gran Pum”, castellanizando la expresión. Hace unas semanas Alex Grijelmo consignó en El País que las academias de la lengua hispánica decidieron que la grafía para la corriente literaria que conocemos como el “boom” debe escribirse “bum”.
Pero, relata Grijelmo, “Entre los orígenes del español y 1975 (250 millones de registros), se hallan en el corpus académico 51 casos de “bum” y 16 de “boom”, y por lo tanto ganaba la grafía castellana. Sin embargo, entre 1975 y 2000 (160 millones de registros) se contabilizan 847 ejemplos de “boom” y sólo 61 de “bum”. Mientras que en el siglo XXI (de 2001 hasta hoy, con 225 millones de palabras) la goleada es de 1,345 casos contra 151 a favor de la grafía inglesa. Y eso que la opción castellana se escribe con menos letras.”
Ambas palabras, pum y bum, o bang y boom, son onomatopeyas, es decir términos que tratan de representar un ruido.
Los lectores de cómics (los llamábamos cuentos), en general, y los que vieron la tele de los 60, en particular, sabemos bien del manejo de las onomatopeyas, especialmente por la serie
Batman (zas, paf)
El personaje murciélago es un producto de las tiras cómicas. Los realizadores del programa, que tenía muchos momentos de farsa, decidieron mantener esa referencia gráfica y añadieron letras a las escenas con golpes y peleas. Claro, estaban en inglés, los recursos técnicos no permitían hacer la sustitución de textos, como sí lo hacía el doblaje con las palabras.
Por esa característica de reproducción de sonidos, la escritura de estos vocablos es muy peculiar, pues mezcla vocales y consonantes como no vemos en otras.
Incluso pueden formarse con puras consonantes. El ronroneo gatuno es, por ejemplo, “prrr” o la representación del sueño es “zzzz”. “Shhh” sirve para demandar silencio y “paf” se usa para la caída de un objeto blando. Por el contrario, en México “cuas” ejemplifica un verdadero ranazo (vid La familia Burrón).
Los relojes hacen “tic-tac”, aunque ya no suenen más que con los pitidos de las alarmas (“bip-bip”). El “guau guau” es para los perros que ladran en español. Como ya vimos en “El perro ladra, la vaca muge... ¿Y la jirafa?” (http://www.cronica.com.mx/notas/2016/991172.html), las voces de los animales cambian con los idiomas.
“Plop” hacen  las gotas, “toing” era el remate de un spot radiofónico de Chaparritas El Naranjo y “tzing” hacen los disparos que no dan en la víctima sino en las rocas circundantes.
Los fantasmas emiten un “buuu” (en inglés “boooo”), pero la Llorona no se limita: “Aaaaaay, mis hijos” es su voz que ya cae en el terreno de las exclamaciones. Nótese que la repetición de la vocal representa un grito prolongado y que es “ay” no “hay”, como “a ver” no es “haber”.
“Cacle-cacle” decía la bruja Ágata.
(Explicación necesaria: Ágata era la tía de Alicia, una brujita amiga de La Pequeña Lulú, cómic del que surge el famosísimo Club de Tobi).
El asunto es que no logro dilucidar si la voz es onomatopeya o interjección.
Ésta es otra forma de palabra significativa sólo como exclamación, sin importar su forma o extensión. Su función es expresar un sentimiento (“vivo”, dice la Wikipedia).
La Real Academia Española, en su Diccionario de la lengua española. establece que es la: “Clase de palabras invariables, con cuyos elementos se forman enunciados exclamativos, que manifiestan impresiones, verbalizan sentimientos o realizan actos de habla apelativos.”
Y las divide en: “Interjección impropia… que se crea a partir de formas nominales, adjetivales, verbales o adverbiales; p. ej., ¡socorro!, ¡bravo!, ¡vaya!, ¡adelante!”
E “interjección propia: ...(la) que no ejerce ningún otro papel gramatical y que presenta un cuerpo fonético habitualmente simple; p. ej., ¡ah!, ¡bah!”.
En esta última categoría se hace evidente que onomatopeyas e interjecciones están emparentadas.
Hay autores, Grijelmo entre ellos, que piensan que estas palabras son resabios del  origen de los lenguajes. Muestran una emoción o sentimiento, dan una voz de alarma, manifiestan dolor o malestar, expresan simpatía o refieren un acontecimiento como la caída de un árbol o de una roca… Puede ser que las voces, gestos, signos hayan evolucionado para formar un lenguaje.
“¡Auch!”, “ea”, “arre”,  “chin” son interjecciones. “Toc toc”, “ring” son onomatopeyas.
“Hic” o “hip” es hipo y acompaña a quienes se quiere representar como ebrios, y a los que se encaminan hacia ese estado se les pone haciendo “glu glu”.
Con un “muac” al aire se saludaban las mujeres de sociedad. Ahora lo hace todo mundo.
Un comediante chileno, asiduo visitante a nuestro país en los años 60-70 era una especie de onomatopeya andante. Lucho Navarro tenía la habilidad de imitar toda clase de sonidos y con ellos hacía divertidos sketches.
Gordolfo Gelatino convirtió la palabra “ahí” en una interjección apelativa con su “¡Ahí, madre!”
(Explicación requerida. Gordolfo Gelatino parodiaba el nombre de Rodolfo Valentino, galán del cine mudo, y era un personaje del dueto cómico conocido como Los Polivoces.
Luis Gimeno fue un muy buen actor teatral que se popularizó como el “Chaca chaca”, por una serie de comerciales televisivos de un detergente que prometía transformar las cubetas en lavadoras automáticas... y hubo gente que lo creyó. También se encargó de difundir la idea de “Acapulco en la azotea”.
“Tatatiú” fue onomatopeya musical y firma de El Magazo, Beto el boticario, cuando presentaba sus trucos de ilusionismo bufo.
La tradicional interjección de abucheo “Buuuu” va perdiendo terreno frente al grito “Eeeeeh…” seguido de la palabra que no le gusta a la FIFA y que tan cara le va resultando en multas a la Federación Mexicana de Futbol.
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Pregunta Marielena Hoyo sobre la mayúscula que empleé en el Sol de los volados. Explica el Diccionario panhispánico de dudas. Los nombres de galaxias, constelaciones, estrellas, planetas y satélites: la Vía Láctea, la Osa Mayor, la Estrella Polar, Venus, Ganimedes. Las palabras Sol y Luna sólo suelen escribirse con mayúscula inicial en textos científicos de temática astronómica, en los que designan los respectivos astros: «Entre la esfera de fuego y la de las estrellas fijas están situadas las esferas de los distintos planetas, empezando por la esfera de la Luna y, a continuación, las esferas de Mercurio, Venus, el Sol, Marte, Júpiter y Saturno» (Torroja Sistemas [Esp. 1981]); pero, excepto en este tipo de textos, se escriben normalmente con minúscula: El sol lucía esplendoroso esa mañana; Entra mucho sol por la ventana…”
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Regaños.
De nuevo, el uso ilógico de “nuevo”. Publica El Universal on line (08 19 17): “Nace un nuevo burrito blanco en instalaciones del IPN”. El burrito nació “nuevo”, vaya. Noticia sería que no lo fuera. “Nació burrito blanco…” o “Nació otro burrito…” hubiera bastado.
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Va El Arca de Arena. El anagrama de águila es “iguala” o “Iguala”. Respondieron Marielena Hoyo, Hugo Martínez, Bertha Hernández, Mángel, Luz Rodríguez y Eduardo Morales. Francisco Báez, también, pero hubo que esperar a que terminara la Serie Mundial.
Doña Marielena Hoyo reclama su crédito, pues ella sí puso “lupino” como el adjetivo que se pidió en anterior entrega.
Tiene El Arca de Arena este enigma: Si sinónimo puede ser antónimo de antónimo, ¿cuál sería un sinónimo de antónimo?  

04 11 17

Publicado en La Crónica de hoy   

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