jueves, 23 de agosto de 2018

Aforismos, al foro

Carlos Alberto Patiño






No importa que el aforismo sea cierto o incierto:

lo que importa es que sea certero.

José Bergamín

Un aforismo es una oración que busca expresar una idea, un principio de manera breve, concisa y contundente.
Su etimología nos lleva a la idea de definir. Es cercano a otras figuras con las que se suele confundir, como el adagio, la sentencia, la máxima, la greguería y, de manera más lejana, está emparentado con el proverbio y el refrán.
Al adagio, además de la brevedad se le atribuye un sentido moralizante. La máxima expresa una enseñanza o principio moral ampliamente extendido. La sentencia contiene un juicio y suele estar relacionada con una doctrina o moral.
La greguería es una forma literaria breve e ingeniosa. Su creador y exponente fundamental es el español Ramón Gómez de la Serna.
El proverbio se encamina a la enseñanza moral o a la crítica y comparte esta característica con el refrán, cuyo origen es eminentemente popular.
Todas estas formas tienen en común la brevedad y la intención de impartir una enseñanza o una experiencia.
La característica que diferencia al aforismo es que no es necesariamente moralizante, es más un producto de la experiencia, pero, para cumplir con su objetivo debe ser inevitablemente ingenioso.
Hay autores a los que se les entresaca alguna parte de sus obras para convertirlas en aforismos y los hay que deliberadamente los escriben.
Otros términos afines son “pensamientos”, “apuntes”, “voces”, “nótulas”…
En México, Francisco Sosa cultivó el género. Así nos lo refiere el historiador literario Javier Perucho. En un artículo publicado en Nexos, en diciembre de 2010, el especialista nos habla del libro Breves notas tomadas en la escuela de la vida, donde el escritor campechano-coyoacanense publica lo que Perucho considera “punto de partida para establecer la historiografía literaria del aforismo” en México.
Perucho asienta que: “Por su naturaleza, el aforismo se sitúa en un punto equidistante entre los géneros tradicionales como la adivinanza, el chiste, la leyenda y el refrán, entre otros soportes vernáculos, pues son los formatos de una tradición oral que, por su condición, exigen el anonimato, la creación colectiva y el dominio público, que son justamente los rasgos contrarios a los géneros literarios. En los géneros de tradición oral su soporte yace en la memoria de la colectividad, su vehícu­lo de transmisión y recreación. Por otra parte, el aforismo también suele lindar con el microrrelato, la fábula, la greguería e incluso la parábola.”
Hay leyes de la ciencia que constituyen auténticos aforismos: “A toda acción, corresponde una reacción, de la misma magnitud, pero en sentido inverso”, reza la Tercera Ley de Newton y muy cerca está la Ley de la Gravitación Universal: “Todos los objetos se atraen unos a otros con una fuerza directamente proporcional al producto de sus masas e inversamente proporcional al cuadrado de la distancia”.
No se queda atrás Kepler con su primera ley. “Todos los planetas se desplazan alrededor del Sol describiendo órbitas elípticas, con el Sol como uno de sus focos”, o con la segunda que dice que “En su recorrido, los planetas barren áreas iguales en tiempos iguales”.
Ojo, no son axiomas, pues éstos enuncian verdades que no requieren demostración, por ejemplo: “Por dos puntos pasa una única recta” o “una recta contiene un número infinito de puntos”.
Ya entrados en las formas, habría que poner en el vecindario a los poemínimos de Efraín Huerta. Ya los especialistas aclararán qué tan cercanos o lejanos son.
Hay aforismos autorreferentes como el que utilicé como epígrafe de esta entrega. Otro es el del escritor austriaco Karl Kraus que dice: “Un aforismo nunca puede ser la verdad completa; puede ser una verdad a medias o una verdad y media”.
Uno más, del ucraniano Lleonid. S. Sukhorukov: “Un aforismo es una novela en una línea”.
Aunque, si admitimos esta idea, no tendríamos razón para no incluir a Augusto Monterroso y su famoso cuento breve: “Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba allí.” Pero creo que esto ya entra en el terreno de la narrativa. Veo una frontera muy delicada, sobre todo si notamos que el cuento del escritor se ha difundido tanto y se ha adaptado para tantas cosas, que bien podríamos incluirlo. Son sutiles los límites.
Veamos ejemplos de aforismos de autores reconocidos.
El escritor británico y católico J.K. Chesterton, además de los relatos de El padre Brown y El hombre que fue jueves, nos dejó buenas muestras del género: “Las costumbres, por lo general, no son egoístas; los hábitos casi siempre lo son.”
Éste es muy aplicable entre políticos y publicistas, más en tiempos de campañas: “Las falacias no dejan de serlo porque se pongan de moda”. Uno más: “La prueba de una buena religión es si se pueden hacer bromas sobre ella.” Y otro: “Los hombres que realmente creen en sí mismos están, todos, en el manicomio.”
De don Jesús Reyes Heroles tenemos éstos sobre política: “La política es técnica de aproximación, no ciencia exacta.”
“En un país democrático, si las realidades cambian, cambia el derecho; pero también, mediante el derecho, se cambian las realidades.”
“Oponerse, inhibirse o temer a los cambios, será ignorar que toda época es, en el fondo, época de transición, puente entre lo que tiende a acabarse y aquello que está naciendo, que tiende a surgir.”
“En política siempre se elige entre inconvenientes.”
“En política, la línea recta casi nunca es la más cercana entre dos puntos.”
Federico Nietzsche es un autor prolífico en la materia, pero sólo rescataré uno: “La tierra tiene una piel, y esa piel tiene enfermedades. Una de esas enfermedades se llama hombre”.
Uno de Woody Allen: “El dinero es mejor que la pobreza, así sea sólo por razones financieras.”
De Fiodor Dostoievski: “Creo que la mejor definición del hombre es la de bípedo ingrato.”
Ludwig Wittgenstein nos deja éste para reflexionar: “Los límites de mi lenguaje representan los límites de mi mundo.”
No podemos olvidar a Oscar Wilde: “Felizmente, creo que no soy un ser normal.” Y estos otros: “¿La diferencia entre literatura y periodismo? El periodismo es ilegible y la literatura no se lee. Eso es todo.” “Una idea que no es peligrosa no merece de ninguna manera el nombre de idea.”
Uno de Heinrich Heine: “Dios me perdonará. Ése es su negocio.”
Tres greguerías paro no olvidar a Gómez de la Serna: “El cometa es una estrella a la que se le ha deshecho el moño”. “El arcoíris es la cinta que se pone la naturaleza después de haberse lavado la cabeza”.
“El vapor es el fantasma del agua”.
 Terminar esta entrega sin citar al filósofo de Güemez es imposible. Aquí están tres de sus aforismos: “Así pasa cuando sucede”. “El que sabe, sabe. El que no, es el jefe”. “Andamos como andamos porque somos como somos”

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Sobre las “maquias”, Pavel Luna sugiere: “¿Podremos inventar la chairomaquia con los tiempos que corren?”
Y el lector que firma como Gatobeodo de la Albarrada comenta y alude a El Arca de Arena: “A mí, el cuento de la gatomaquia me hizo levitar hasta las carcajadas. Jajajajaja…”

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El Arca de Arena pidió la semana pasada el vocablo que define a objetos, animales o personas que se elevan sin la intervención de agentes físicos conocidos —como los yoguis y santones— o por intervención magnética, como los trenes de alta velocidad.
Marielena Hoyo propone “levitar”, que corresponde a la acción, no al ejecutante. Si de caminar viene caminante, el correspondiente es “levitante”. Luz Rodríguez y Bertha Hernández lo encontraron con alguna ayuda.
El Arca se guardó para el final una palabra relacionada con el tema de hoy. Es un dicho breve y sentencioso; su autoría es generalmente de algún personaje ilustre. Es parónimo del término que describe a la recta que va del centro de un polígono a cualquiera de sus lados. En México, asociamos la palabra con uno de los más célebres de nuestros próceres.

Publicado en La Crónica de hoy

18 08 18

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