miércoles, 18 de mayo de 2016

Perra duda

Carlos Alberto Patiño

Después de escribir de los gatos me surgió una duda, una perra duda.
¿Y los perros? ¿Tienen los perros —que ya han concurrido a este espacio— una carga ideológica que los ponga en el lado políticamente incorrecto?
Apenas terminaba de escribir estas líneas, cuando resonaron a lo lejos las risitas del perro “Patán” (Aquí la mascota de Pierre Nodoyuna: https://www.youtube.com/watch?v=oEs4KLy_Ovw)
“Perro” es un término lleno de significados. Lo mismo positivos, como “el mejor amigo del hombre”, que extremos, como el “perro infiel” de las guerras santas.
Disparidad tal debe relacionarse con el origen lobuno de estos animales: Canis lupus, el lobo; y Canis lupus familiaris, el chucho.
El asunto es que el perro representa la fidelidad, pero también el empecinamiento, la hipocresía y la traición.
En el Diccionario de la Lengua Española, (DLE), cosa curiosa, muchas de las explicaciones que se refieren a los canes tienen que ver con la cacería y con las costumbres pastoriles españolas.
Es el tipo de cuestiones que hacían las delicias de Nikito Nipongo cuando se dedicaba a criticar a la que él llamaba Madre Academia y a su diccionario, tratado como mamotreto las más de las veces.
Con esta edición del tricentenario habría hecho burla y escarnio sin contemplación.
Veamos las expresiones.
El “perro albarraniego” es cuidador de ganado trashumante. El “perro alforjero” es animal de caza enseñado a quedarse en el rancho guardando las alforjas. El “perro ardero” es el que caza ardillas; el “cobrador” es  el que “tiene la habilidad de traer a su amo el animal que cae al tiro, o de coger el que huye malherido”
El “perro de ajeo” es un perdiguero “acostumbrado a acosar tanto a las perdices, que las hace ajear antes de levantar el vuelo”. (Ajear: Dicho de una perdiz: Repetir, como quejándose, aj, aj, aj, cuando se ve acosada”.
“Perro lucharniego”, el que caza de noche; “perro quitador”, el que  evita que otros perros se coman la caza; “ventor” el que caza venteando, olfateando el viento.
El “podenco” merece un lugar especial. No por lo que dice el DLE (“Perro de cuerpo algo menor, pero más robusto que el del lebrel, con la cabeza redonda, las orejas tiesas, el lomo recto, el pelo medianamente largo, la cola enroscada y las manos y pies pequeños, pero muy fuertes. Es poco ladrador y sumamente sagaz y ágil para la caza, por su gran vista, olfato y resistencia), sino por su presencia en el inmarcesible Don Quijote, específicamente en el prólogo de la segunda parte de las andanzas del Caballero de la Mancha.
Cuenta Cervantes la historia de un loco que paseaba por la plaza y dejaba caer piedras sobre los indefensos perros. Un día lo hizo con uno cuyo dueño vio la operación y le puso tal paliza diciéndole “¿No viste, cruel, que era podenco mi perro?». Y repitiéndole el nombre de podenco muchas veces, envió al loco hecho una alheña” (hecho polvo).
El pobre hombre tardó en regresar a la plaza. Lo hizo provisto de su piedra, pero no la volvió a soltar, pues cada vez que se acercaba a un perro decía: “Este es podenco: ¡guarda!”
Los especialistas dicen que con ese loco, el escritor exhibía y ridiculizaba al suplantador Fernández de Avellaneda
Hay en el DLE también otras explicaciones del sustantivo.
Como la del “perro del mal”, que según el DLE, en México es perro rabioso, dato que no podemos constatar en el Diccionario de Mexicanismos. Ya sabemos, esa obra sólo llega a la “ñ”.
Con el manejo del “perro de agua” y de “los perros de aguas” hay que tener cuidado. Uno es una nutria (Lutra lutra) y los otros son ejemplares rechonchos y peludos.
El perro mudo es un mapache.
Hay expresiones que incluyen a nuestros amigos caninos, como “a otro perro con ese hueso” que sirve para rechazar a los portadores de engaños y patrañas.
“Cuando ataban los perros con longaniza”, sirve para hablar de un mítico pasado lleno de abundancia. “Como perros y gatos” es útil para describir algunos matrimonios, pero también a la forma en la que se dan las relaciones en algunos partidos  políticos. “Tiempo de perros” no requiere explicación.
“Echar los perros” para el diccionario español no es lo que en México entendemos. Allá es “vituperar, echar bronca”. Nuestro Diccionario de Mexicanismos ahora sí sale al quite: “pretender a alguien”.
Palabras que involucran a los perros tenemos abundantes:
“Aperrar”: “Emprender con tenacidad una empresa difícil.”
“Descalzaperros” es un barullo, una revuelta.
“Perrada” es un conjunto de perros, puede ser despectivo si se emplea para un conjunto de personas.
“Patiperrear” es la actividad del “pata de perro”, el que pasea o vaga.
Dejemos que ladren los perros. Por cierto, en ninguno de los dos tomos de El Quijote ni en el apócrifo de Avellaneda viene el dicho “Ladran, Sancho, señal de que caminamos”. No sé de dónde salió.
Se agradecerán comentarios y referencias perrunas personales.
.-.-.-.-.-
El Arca de Arena pidió el parónimo de un ritmo muy popular, pero también muy satanizado. Es, como la contera, un remate de hule o de metal en el extremo de la pata de un mueble.
Marielena Hoyo dio con el baile estigmatizado. Es el reguetón o reggaetón, danza en la que se perrea. Pero no con el vocablo.
El casquillo es un “regatón”. En el DLE sólo se le menciona como remate de una lanza para apoyarla, pero mi padre siempre se refirió a los hules de las patas de las sillas como regatones.
Ahora requiere El Arca una palabra que incluya la que ocupó este Giros, pero el sentido tiene que ver con la costura de libros, con la encuadernación de los viejos volúmenes que al paso de los años no se deshojan, como los de ahora. 

14 05 16

 
Publicado en La Crónica de hoy



No hay comentarios:

Publicar un comentario