sábado, 18 de junio de 2016

Lo que es obvio, ¿para quién es obvio?

Carlos Alberto Patiño

Les voy a contar un par de historias, experiencias que me sirvieron para no dar por supuesto que hay cosas evidentes para todos. Que no hay obviedades, por decirlo, así, universales.
Antes, veamos lo que dice el DLE:
“Obvio: Que se encuentra o pone delante de los ojos.
Muy claro o que no tiene dificultad.”
De la forma adverbial “obviamente”, dice:
“De manera obvia. Usado frecuentemente como expresión de asentimiento o confirmación. — ¿Y aceptaste el regalo?—Obviamente”.
El Diccionario del Español de México (DEM) (http://dem.colmex.mx, El Colegio de México, A.C. 2016) explica que obvio es:
“Que es claro, evidente, que sólo tiene una posibilidad o alternativa: ‘Es obvio que desde el punto de vista de Freud, no hay esperanza de ningún mejoramiento fundamental de la sociedad’, ‘Resulta obvio que la baja calidad del producto reduce la demanda de los consumidores’, ‘Si no tengo dinero y me pides un préstamo, la respuesta es obvia’”.
Y de obviamente, dice: “De manera obvia, sin duda, por supuesto: ‘Obviamente los precios de los víveres seguirán subiendo, mientras no haya seguridad en el campo’, ‘Obviamente, la formación de un yacimiento es parte de algún episodio de la historia geológica’, ‘Obviamente al desaparecer los peces se multiplican los microorganismos de que se alimentan’”.
Obviamente todas estas explicaciones topan con la cruda realidad.
El primer caso en el que me enfrenté a la falta de comprensión común de un tema me resultó un poco de pena ajena, pues los protagonistas eran pasantes de Pedagogía, a punto de egresar de la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM.
Hacían su Servicio Social en un organismo público dependiente de la SEP. Entre sus tareas estaba la de hacer etiquetas y pegarlas en sobres para enviar información.
Al revisar el trabajo, ¡oh sorpresa!, veo una etiqueta remitida a una dirección de la delegación ¡“Venito (sic) Juárez”!. ¡Alto! Mandé a parar y los convoqué. Seis años de primaria, en los que cada 21 de marzo les pidieron la estampita y la monografía del pastorcito de Oaxaca. Tres años de secundaria con la ceremonia en honor al Benemérito. Todas las discusiones en el  bachillerato sobre los méritos y deméritos del personaje. ¡Cuántas calles, colonias municipios en el país con el nombre del prócer, les dije, y todo para que un universitario me ponga una “V”, donde obviamente va una “B”! Tienen que reflexionar e incluso ver a un especialista, puede ser un problema de dislexia.
No había CNDH y apenas se gestaba la idea de los Derechos Humanos, si no hubieran ido a levantarme una denuncia. Con la directora del sistema hicieron tremenda demanda. Que si los insultaba, que les pedía cosas que no eran de su especialidad (imagínense pedagogos titulados sin ortografía).
Pero eso sólo es el preámbulo.
Ya desconfiado, revisé con cuidado su trabajo y… Me llega un conjunto de sobres con la etiqueta ¡en el reverso! Los llamo de nuevo. El destinatario como si fuera el remitente, les espeto.
Ponen cara de ¿qué nos quiere decir?
¿No es obvio que el destinatario va al frente? (Los sobres tienen frente y revés, les tuve que aclarar).
Mismas expresiones de no saber por qué el reclamo.
Ya no les dije nada. Yo no les firmé la carta del Servicio. Lo dejé en manos de la directora.
La otra lección la padecí con menos trauma, pero me sirvió para ya no dar nada por supuesto.
La historia va así:
«Fue la secretaria de uno de los lugares donde trabajé. Tenía una presencia capaz de hacer olvidar a algunos de sus jefes las faltas de ortografía que llenaban sus escritos.
Era guapa y deliciosamente ignorante.
María tenía una larga lista de admiradores, dispuestos a revisarle los memos, a darle un masaje en el tobillo cuando se lo falseaba, o si estaba tensa, en el cuello.
La historia de siempre. Una chica agradable y un montón de tipos prestos a ayudarla, no sin otros intereses.
María me dio una lección.
Dura, fuerte.
Me hizo ver algo que quienes ejercemos el oficio de la información no debemos olvidar.
Nuestros lectores no piensan como nosotros. Los periodistas que queremos revelar la verdadera verdad, tenemos que esforzarnos por entender los intereses y procesos de nuestros lectores.
Todo esto quiere decir que nunca debemos de dar por supuesto que lo que nos parece obvio, lo es para todos.
Un día, María no llegó a trabajar. Y hacía falta mandar un fax.
Entonces eso era una novedad. [A los más jóvenes hay que decirles que era un artilugio tecnológico que servía para mandar textos e imágenes por teléfono… Pero sin pantalla, con una impresora como parte del teléfono (Es increíble que en tan poco tiempo sea necesario explicar lo que en su momento fue un aditamento revolucionario y, ahora esté totalmente desplazado)].
Y nadie sabía usar ese aparato del demonio. Buscamos el manual en el archivo. Buscamos y buscamos... En fin, lo resolvimos.
Al día siguiente le pregunté, “Mari, ¿dónde está archivado el instructivo del fax? Nunca lo pude encontrar”.
Me respondió con un candor envidiable. Pues en la “R”. ¿En la “R”?, le pregunté.
Claro, dijo, en la “R”.
¿El fax en la “R”?, volví a preguntar.
Es obvio, dijo, la fresca Mari. En la “R” de relacionado con el fax  ¿Dónde más?, comentó.
Pues sí, era obvio, ¿verdad?
(El texto original está en: http://alvuelo.blogspot.mx/2005/01/mara-es-obvio.html)
Para rematar, insto a los legisladores a que lo piensen bien antes de proponer un asunto para su “urgente y obvia resolución”. No vaya a ser.
.-.-.-.-.
La respuesta a El Arca de Arena la dio Marielena Hoyo. Adsorber, que es “Dicho de un cuerpo: Atraer y retener en su superficie moléculas o iones de otro cuerpo.” Es parónimo de absorber.
La petición de hoy es el sinónimo que se come de un hipocorístico. No está en los diccionarios y se dice que se originó en el norte del país.

18 06 16

Publicado en La Crónica de hoy

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