sábado, 3 de diciembre de 2016

¡Aguas!


Carlos Alberto Patiño
La del título es expresión de alerta, de advertencia, como la voz que llamaba a tomar las armas para la defensa: “Al arma”, alarma. No es, la primera, de tipo bélico. Se usa para pedir a alguien que avise si hay un riesgo: “Échame aguas si vienen los papás de mi novia”. “Si ves que regresa el jefe, me echas aguas”.
El origen de la expresión es para avisar que se lanzaban los residuos de los orinales y bacinicas por la ventana o desde el balcón cuando no había drenajes. Las aguas menores y mayores (del uno y del dos) salían disparadas y el grito debía prevenir a los incautos peatones.
Al agua la llamamos elemento desde antiguas épocas. Empédocles la unió al aire, la tierra y el fuego. Luego, Aristóteles llamó al conjunto el de “los cuatro elementos”. Vino Hipócrates y los asoció a los “humores” que, supuestamente, determinaban la salud (aire-sangre, fuego-bilis amarilla, tierra-bilis negra y agua-flema).
En realidad, el agua no es un elemento en el sentido moderno del término. Es un compuesto, son átomos que forman moléculas.
El Diccionario de la lengua española (RAE) contiene 16 definiciones y más de 400 referencias a la palabra.
La primera acepción establece que es un “Líquido transparente, incoloro, inodoro e insípido en estado puro, cuyas moléculas están formadas por dos átomos de hidrógeno y uno de oxígeno, y que constituye el componente más abundante de la superficie terrestre y el mayoritario de todos los organismos vivos. (Fórm. H2O).”
El conjunto de definiciones incluye lo que serían perfumes y bebidas: “Líquido que se obtiene por infusión, disolución o emulsión de flores, plantas o frutos, empleado como refresco o en medicina y perfumería. Agua de azahar, de cebada, de limón.”.
En términos marineros, refiere a la estela que dejan las embarcaciones: “sigue las aguas del buque”. También alude a las corrientes marinas: “Las aguas tiran hacia el Este”.
Está el “agua angélica”, que es un purgante, y la “bendita” de uso religioso.
El “agua tofana” (“Arsénico en disolución que se usaba como veneno”), el “agua oxigenada”, popular antiséptico y el “agua de borrajas” que es decepcionante: “Todo quedó en agua de borrajas”
“Aguas blancas”, de ingrata memoria en nuestro país, son las aptas para beberse.
Curiosa expresión es la de “aguas del pantoque”, también de la marina: “En el sentido horizontal, aguas que median entre las de proa y popa; y en el vertical, las inferiores a los llenos de proa.”
“Aguas del menguante” son el reflujo del mar.
Las “aguas jurisdiccionales” son gratas a Luis Echeverría con sus “200 millas náuticas de la zona económica exclusiva del mar territorial”.
Sólo añadiré que, como ya se dijo en este espacio, la primera definición que reciben los ingenieros cuando empiezan a estudiar hidráulica es “el agua es cabrona” (vid. “El agua tal cual” http://giroscronica.blogspot.mx/2016/02/el-agua-tal-cual.html).
Y recordé estos versos populares: “Agua de las verdes matas/tú me tumbas/tú me matas/tú me haces andar a gatas”
Dejaré en El Tintero otra revisión de los usos de la palabra.
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Regaños. De temporada. Sale a cámara un joven rodeado de poinsettias y dice “hay nochebuenas de color rojas”. Para remachar, aparece un texto en la pantalla que repite la tontería.
Color es sustantivo masculino y singular, luego, el locutor (alguien así no puede llamarse periodista) debió haber dicho “nochebuenas de color rojo” o “nochebuenas rojas”... o amarillas o jaspeadas, que ahora tan variadas son.
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Eimy Arriaga recordó otra palabra compuesta de las que le leyó a Campobello (apellido que también es palabra compuesta). Es “camposantero”, el guarda y cuidador de un camposanto, según asienta el DLE. Es distinto al panteonero, que en México es el sepulturero o enterrador.
Sin embargo, creo que “camposantero” también podría aplicarse a quienes recorren los cementerios para admirar el arte funerario, visitar a los personajes históricos y a sus contemporáneos, así como a revisar los epitafios.
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El Arca de Arena pidió una parasintética que nos deja atónitos, pasmados por el buen aspecto o cualidades de alguien o algo. Nos dio una pista generacional: En los años sesenta se asociaba con “sabor italiano”.
Y eso produjo la inmediata respuesta de Francisco Báez: “Despampanante”. También Marielena Hoyo respondió. Lo mismo hizo Hugo Martínez, quien, al reconocer la señal añadió, “Según el doctor Báez, viene del apellido de Silvana Pampanini”.
Sería una bonita etimología, pero no.
El término, según el Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana, de Joan Corominas, viene de “pámpano” (en latín pampanius) que es la hoja de la vid.
Entonces, atendiendo al prefijo “des” que implica una negación, tenemos que despampanante es “sin pámpanos”.
¡Repámpanos! ¿Cómo es que quitar pámpanos se relaciona con producir pasmo, dejar atónito? Pues las fuentes dicen que el pámpano en cuestión era el que cubría las partes nobles de Adán y de Eva, y que al quitarlo dejó a ambos sorprendidos por el buen aspecto o cualidades de las zonas descubiertas… Con las consecuencias para la humanidad conocidas.
Hay también el verbo “despampanar” que en el DLE es “Quitar los pámpanos a las vides para atajar el vicio (¿? frondosidad excesiva), pero también, dejar atónito.
No dejaré en El Tintero a doña Silvana. Ella fue reconocida actriz italiana, Miss Italia en 1946, contemporánea de Gina Lollobrigida, Silvana Mangano y Sofía Loren. Hizo dos películas en México: Sed de amor (Alfonso Corona Blake, 1959) y Tres mil kilómetros de amor (Agustín P. Delgado, 1967).
Y aquí viene lo bueno. Quizá el publicista Ramón Diez Fernández asoció el apellido de la actriz con el efecto que le producía la dama e ideó un comercial de chocolates. La bella intérprete aparecía en la pantalla comiendo la golosina, mientras la voz del locutor (creo que era Pepe Ruiz Vélez) decía “Chocolates La Colonial, con un despampanante sabor italiano”.
El promocional se transmitió en los años sesenta durante el programa semanal sabatino Estrellas infantiles Toficos.
El Arca escarba entre la arena y, a propósito de las aguas mayores, encuentra una palabra que puede referirse al contenido de tales líquidos, pero que, paradójicamente, tiene un homófono relacionado con la teología de los finales.


04 12 16
 
Publicado en La Crónica de hoy

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