sábado, 10 de junio de 2017

Lo que el tiempo se llevó (Oficios idos y por irse)



Carlos Alberto Patiño
Serenos y faroleros se fueron. Eran personajes importantes en las noches de las ciudades. El grito de los primeros daba la hora y anunciaba tranquilidad: “Las diez y sereno”. Eso si no se presentaba alguna situación que requiriera de voces de alarma.
El personaje tiene su monumento en la glorieta del Metro Insurgentes.
El farolero encendía las luces nocturnas cuando no había alumbrado eléctrico. Debía mantener provistos de aceite y mechas los faroles; llevaba una buena dotación de trapos, pues también era su deber mantener limpios los cristales para que la luz fuera clara y suficiente. Cuando se pasó al gas como sistema de iluminación, prendía la flama y debía cuidar que no hubiera fugas.
En el Reglamento formado de orden del exmo. sr. viirey conde de Revillagigedo, para el gobierno que ha de observarse en el alumbrado de las calles de Méjico (sic), de 1790, se establece que los guarda-faroleros “llevarán consigo su nombramiento impreso con expresión de los números de los faroles y de las calles á que deben asistir, para hacerse conocer de las rondas y patrullas. Cada uno cuidará de solos doce faroles: deben acudir desde el amanecer á la casa del guarda mayor por aceite y mechas: proveer los faroles y tenerlos limpios lo más tarde para las nueve de la mañana: encenderlos al toque de la oración en las noches oscuras, y en las de luna á la hora que se les señale.”
No sólo eso, también cumplían funciones de policía. Debían “estar vigilantes toda la noche desde el momento que se encienden los faroles, y en las que no se encendieren desde el toque de la retreta: pasar la palabra de unos á otros desde las once de la noche, diciendo la hora que es, y el tiempo que hace de cuarto en cuarto de hora, no valiéndose del pito, sino para reunirse cuando necesiten de auxilio; aprender los malhechores ó ladrones que encontrasen, depositándolos en la guardia, cuartel ó cárcel más inmediata.”
Había penas para los servidores que fallaran en sus obligaciones. El virrey Revillagigedo dispuso que “se despedirá inmediatamente al que faltare de su distrito, ó se encontrare borracho de noche, sufriendo además en este caso ocho días de cepo en el que se halla al público delante de la puerta de la cárcel. Al que disimulare ó encubriere robo ú otra maldad, se le castigará según el rigor de las leyes. Al que tuviere alguno ó algunos de sus faroles apagados ó sucios, por la primera vez se le reprenderá, despidiéndolo á la segunda.”
A cambio, “a los cocheros que atropellasen á los guarda-faroleros se darán doscientos azotes, y además pagarán los daños, pero si se ocultase el delincuente y no pareciere á las veinte y cuatro horas, los satisfará su amo.”
Otro oficio que se ha ido es el de boticario. La botica, su habitáculo, desapareció desplazada por los laboratorios y cadenas farmacéuticas. Ahora hay dependientes, algunos eficientes y amables, otros gruñones, que nos venden —que no administran—, los remedios prefabricados.
Afiladores todavía hay. Pocos, pero todavía se escucha el peculiar sonido de su silbato con forma de flauta de Pan. La cuchillería japonesa pronto terminará de extinguirlos.
El buhonero es el vendedor ambulante, pero de veras ambulante; el que recorre las calles ofreciendo su mercancía, no el vendedor informal que se apropia del espacio urbano. De esta estirpe son los merolicos, cuyo nombre deriva del doctor Rafael de Meraulyock. En el blog México de mis recuerdos, de @Don_Susanito, hay una buena historia sobre el personaje: “Merolyco y el secreto de la longevidad” (http://donsusanito.blogspot.mx/2013/09/merolyco-y-el-secreto-de-la-longevidad.html).
Un ropavejero (el Señor Tlacuache) compra ropa, trapos y utensilios usados. El chamarilero es un personaje cercano, como el de los “refrigeradores, colchones y fierro viejo que veeeendan…”
Los aguadores parecían especie en extinción, pero la mercadotecnia los tiene vivitos y coleando. Ya no usan carretones provistos de cubas para llevar el agua a las colonias con problemas de abasto ni cargan barriles en burros para transportarla. Su medio ahora son los triciclos llenos de garrafones. También están los piperos, que se aprovechan de la escasez para hacer valer con todas las implicaciones la expresión “vital líquido” y sacar dinero a los necesitados .
Los copistas se fueron con la aparición de la imprenta. Los formadores paste up, aquellos que preparaban los originales de impresión montando tipografía con cera o pegamento, quedaron desplazados con el avance de las computadoras.
Ignoro si todavía hay plañideras dispuestas a pasar una buena noche de llanto en algún velorio.
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Regaños. La vaquita marina es una especie en grave peligro de extinción. Años hace que se dieron las primeras voces de alarma y no se ha logrado revertir el proceso. Hasta Leonardo DiCaprio viene a pedirnos cuentas.
Con tantas tribulaciones, algunos pierden la precisión, como lo hizo el World Wildlife Fund (WWF) en cuyo portal aparece la nota “Se esfuma la vaquita” ¿Se esfuma? Puesto así parece que es misteriosa la causa de la extinción y no lo es. Sabemos que es un problema de depredación de criminales que, en busca de un supuesto afrodisiaco, el buche de la totoaba, no dudan en eliminar a las vaquitas que atrapan con los peces.
Se esfuman los conejos a manos de los magos; se esfuman los dineros a manos de algunos gobernadores, pero la vaquita no se esfuma, se extingue por causas bien conocidas.
Otrosí, el diario español El País publica “La vaquita marina lucha por sobrevivir en aguas mexicanas”.
La pobre vaquita no lucha como especie ni lo hace ningún individuo. Simplemente, carece de conciencia del hecho. Tal vez perciba que hay pocos congéneres, pero definitivamente no lucha.
Los que deben luchar son los responsables del exterminio: los humanos, y lo debemos hacer con premura y energía.
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Radix. Pali, palin significa repetición, hacer algo otra vez, de nuevo. Este prefijo de origen griego lo tenemos en “palíndromo”, palabra o frase que se lee igual de adelante para atrás o de atrás para delante como “Anita lava la tina”, “luz azul” o “dábale arroz a la zorra el abad”.
“Palimpsesto” era la tablilla de cera que se borraba para volver a escribir. El nombre pasó a los papiros y pergaminos a los que se raspaba el texto para volver a utilizarlos. Obras importantes de los clásicos griegos y latinos se rescataron de vitelas utilizadas para escribir obras de autores cristianos. Afortunadamente, con las nuevas tecnologías se pueden tener las dos obras.
La “palifrasia” es la repetición patológica de una palabra o frase. También se conoce como “palilalia”.
“Palingenesia” es renacimiento, la recuperación de la vida después de la muerte. Es la transmigración de las almas en algunas religiones o la resurrección de Jesús para los cristianos. Para los griegos estaba representada por el Ave Fénix.
“Palinodia” es volver a cantar o recitar. Es un acto de retractación pública. El poeta Estesícoro fue el autor de la primera palinodia. Resulta que el hombre culpó en un poema a Helena de la guerra de Troya y fue castigado con la ceguera. Se desdijo en otro poema, la palinodia, y recobró la vista.
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Fácil fue responder a El Arca de Arena. Lo hicieron Luz Rodríguez, Francisco Báez y Mangel. El “agujero” es quien vende agujas, objetos que tienen un agujero en uno de sus extremos.
De El Arca sale una palabra que representa una cifra. Igual que en el primer ejemplo de Radix, se puede leer en los dos sentidos. El año del “comes y te vas” tiene esa característica. También el de la desaparición de la Unión Soviética. En el dominó se dice del triunfo que se obtiene con una ficha que embona en cualquiera de los extremos de la fila de fichas jugadas.
10 06 17
Publicado en La Crónica de hoy

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