Carlos Alberto Patiño
“...y pájaros de oficio carpintero.”
Ramón López
Velarde
"Chalán”,
“cuije” y “chango” son ayudantes. Con estos apelativos se denomina a personas
que apoyan en las labores a otros trabajadores.
Los dos
primeros son casi sinónimos. El “chalán” es sobre todo personaje en las
construcciones. Es el ayudante de albañilería, aunque el uso del término se ha
generalizado para cualquier auxiliar. Si el chalán está dispuesto a ascender y
pone empeño llegará a ser un “media cuchara” y algún día, con mucho esfuerzo y
determinación llegará a ser “maestro (maistro) de obras”.
El “cuije”
es, según el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la
Lengua, “muchacho joven que trabaja como ayudante”. Es un “achichincle”,
pues. En realidad, implica un grado de explotación. El cuije hacía el trabajo
del “estibador” y éste cobraba. El estibador es el responsable de la carga y
descarga, originalmente de un buque y después de cualquier medio de transporte.
El “chango”
ya tiene una cierta especialización. Es un trabajador petrolero como lo es el
“cabo”.
El primero
es el “ayudante de perforación rotaria” que se desempeña en las alturas. Dirige
el movimiento de las tuberías y está capacitado “para actuar como responsable
del área de las bombas de lodos, las presas de trabajo y el control del
fluido”, según nos informa el blog de sitio www.empleospetroleros.org.
El mismo
sitio nos dice que el “cabo” es “el elemento de la tripulación autorizado para
cubrir ausencias cortas del perforador. Es el supervisor de los trabajos a realizarse
en el equipo”.
Otro famoso
ayudante es el “pinche de cocina”, conocido como “marmitón”. En la cocina
también está “la mayora” que es la verdadera mandamás en la confección de los
guisos. Es una cocinera empírica, pero las hay que podrían ganar con creces la
distinción cordon bleu.
Fuera del
área de preparación de los alimentos están los “garroteros”, responsables de
“recoger los muertos”, es decir levantar trastes y limpiar las mesas.
Comparten el
nombre con operarios del gremio ferrocarrilero. Allá el garrotero era el
responsable de frenar los vagones a la indicación que daba el maquinista,
generalmente con el silbato de la locomotora. Y en el ferrocarril laboraban
“guardagujas” (hay que releer a Juan José Arreola) y “fogoneros”, cuando las
máquinas se movían con el vapor de una caldera.
Sus primos
menores en los tranvías eran el “motorista” y el “conductor”. El primero
manejaba el vehículo y el segundo recibía al pasaje y cobraba los boletos. En
la película de Luis Buñuel La ilusión viaja en tranvía (1953) se puede
ver a estos personajes.
Son oficios
desaparecidos, como el de “cajista” y el de “linotipista” que figuraron en el
catálogo de salarios mínimos profesionales hasta 2013.
El primero
de ellos era el responsable de componer letra por letra las líneas de texto
para imprimir.
El
“linotipista” era el operador del linotipo, la gigantesca máquina que hacía lo
mismo que el cajista, pero a partir de un sistema de fundición de plomo que
incluye un crisol en el propio aparato y un impresionante conjunto de
engranajes y palancas. A partir de un teclado y con un sistema de transporte se
iba colocando la matriz de cada letra para fundir las líneas de plomo. Con
ellas se formaría la teja que se montaría después en la rotativa.
¿Se acuerdan
de la que iba a ser la “carrera del futuro”? Era la de perforista de tarjetas,
que con el desarrollo de la computación parecía tener un amplio horizonte. Pero
los lenguajes cibernéticos, los soportes físicos y la tecnología rápidamente
desplazaron a los jóvenes que aprendieron el oficio.
A punto de
desaparecer están los “evangelistas”, aquellos escribanos que laboraban en la
plaza Santo Domingo de la Ciudad de México. Escribían, primero a mano y luego a
máquina, cartas de amor, comunicaciones familiares y documentos oficiales.
En la
nomenclatura mexicana de los oficios ocupa un lugar destacado el “cácaro”. Son
varias las versiones sobre el origen del mote para el encargado de la
proyección de las películas, pero todas coinciden en que el primer cácaro tenía
la cara marcada por cicatrices de la viruela (ahora ya ni viruela hay) y se le
gritaba (y grita) cuando fallaba la proyección. La expresión de compañía “ya
deja la botella” seguramente era puro bullying.
Como
mexicanismo también tenemos “guarura” para los escoltas. “Mecapaleros” había
como herederos de los tamemes prehispánicos. Ahora los sustituyen los
“diableros”.
“Torcedor”
es quien hace a mano los cigarros puros y el “barretero” era el trabajador de
las minas que con una barreta o pica hacía perforaciones en las paredes para
extraer el mineral o colocar explosivos.
En otras
latitudes está la “dame o madame pipí”. Es la persona, generalmente
mujer, encargada del servicio en los baños de lugares públicos. Administra el
acceso, ofrece papel o toallas y complementa sus ingresos con las propinas de
las parroquianas.
.-.-.-.-
Pavel Luna
buscaba la palabra “fodongo” y se topó con que la grafía para la Real Academia
Española es “fondongo”, y, en el colmo de la fodonguería, asienta la Academia
que es mexicanismo.
La
correspondiente Mexicana en su diccionario sí incluye la palabra como la
usamos: alguien perezoso, descuidado en su apariencia y en sus actividades.
Probablemente
los académicos españoles quisieron asociar la palabra con “fondón” (“Dicho de
una persona: Que ha perdido la gallardía y agilidad por haber engordado”).
Puede ser.
Lo que sí es
un hecho es que para el Colmex y su Diccionario de Español de México no
existe el término. No sé si es por fodonguez que no lo consideran.
.-.-.-.-
Regaños. Publica el portal LOPEZDORIGA
DIGITAL: “Reimprimirán las boletas electorales en Veracruz por error
ortográfico”. Dice “que se advirtió de un error gramatical en el apellido del
candidato petista a la presidencia municipal de Veracruz, al plasmar Ruiz en lugar
de Ruz.”
Caro les
saldrá la falla a los contribuyentes y merecido tiene un regaño el Organismo
Público Local Electoral de Veracruz. Aunque esta vez es para “la redacción” del
portal que firma la nota.
Como es
evidente, el error no es ortográfico ni gramatical. Es tipográfico. Sólo es una
errata. Hay que repasar los manuales de estilo y aguzar la precisión.
.-.-.-.--
“Indicioso”
es el “sospechoso parónimo de aquel que engaña de modo oculto, el que arma
asechanzas; es malicioso, intrigante y doloso”; el “insidioso”. El
Arca de Arena avisó que la pista, el indicio, estaba en la raíz.
Ahora, ya
que de oficios se habló, El Arca busca el de quien, si fuera negro,
sería supermasivo y atraparía; si de ozono, exterminaría. La palabra está en el
extremo del objeto que vende o fabrica el personaje.
03 06 17
Publicado en La Crónica de hoy
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