sábado, 3 de junio de 2017

De chalanes, cuijes, changos y otros seres



Carlos Alberto Patiño
 “...y pájaros de oficio carpintero.”
Ramón López Velarde

"Chalán”, “cuije” y “chango” son ayudantes. Con estos apelativos se denomina a personas que apoyan en las labores a otros trabajadores.
Los dos primeros son casi sinónimos. El “chalán” es sobre todo personaje en las construcciones. Es el ayudante de albañilería, aunque el uso del término se ha generalizado para cualquier auxiliar. Si el chalán está dispuesto a ascender y pone empeño llegará a ser un “media cuchara” y algún día, con mucho esfuerzo y determinación llegará a ser “maestro (maistro) de obras”.
El “cuije” es, según el Diccionario de Mexicanismos de la Academia Mexicana de la Lengua, “muchacho joven que trabaja como ayudante”. Es un “achichincle”, pues. En realidad, implica un grado de explotación. El cuije hacía el trabajo del “estibador” y éste cobraba. El estibador es el responsable de la carga y descarga, originalmente de un buque y después de cualquier medio de transporte.
El “chango” ya tiene una cierta especialización. Es un trabajador petrolero como lo es el “cabo”.
El primero es el “ayudante de perforación rotaria” que se desempeña en las alturas. Dirige el movimiento de las tuberías y está capacitado “para actuar como responsable del área de las bombas de lodos, las presas de trabajo y el control del fluido”, según nos informa el blog de sitio www.empleospetroleros.org.
El mismo sitio nos dice que el “cabo” es “el elemento de la tripulación autorizado para cubrir ausencias cortas del perforador. Es el supervisor de los trabajos a realizarse en el equipo”.
Otro famoso ayudante es el “pinche de cocina”, conocido como “marmitón”. En la cocina también está “la mayora” que es la verdadera mandamás en la confección de los guisos. Es una cocinera empírica, pero las hay que podrían ganar con creces la distinción cordon bleu.
Fuera del área de preparación de los alimentos están los “garroteros”, responsables de “recoger los muertos”, es decir levantar trastes y limpiar las mesas.
Comparten el nombre con operarios del gremio ferrocarrilero. Allá el garrotero era el responsable de frenar los vagones a la indicación que daba el maquinista, generalmente con el silbato de la locomotora. Y en el ferrocarril laboraban “guardagujas” (hay que releer a Juan José Arreola) y “fogoneros”, cuando las máquinas se movían con el vapor de una caldera.
Sus primos menores en los tranvías eran el “motorista” y el “conductor”. El primero manejaba el vehículo y el segundo recibía al pasaje y cobraba los boletos. En la película de Luis Buñuel La ilusión viaja en tranvía (1953) se puede ver a estos personajes.
Son oficios desaparecidos, como el de “cajista” y el de “linotipista” que figuraron en el catálogo de salarios mínimos profesionales hasta 2013.
El primero de ellos era el responsable de componer letra por letra las líneas de texto para imprimir.
El “linotipista” era el operador del linotipo, la gigantesca máquina que hacía lo mismo que el cajista, pero a partir de un sistema de fundición de plomo que incluye un crisol en el propio aparato y un impresionante conjunto de engranajes y palancas. A partir de un teclado y con un sistema de transporte se iba colocando la matriz de cada letra para fundir las líneas de plomo. Con ellas se formaría la teja que se montaría después en la rotativa.
¿Se acuerdan de la que iba a ser la “carrera del futuro”? Era la de perforista de tarjetas, que con el desarrollo de la computación parecía tener un amplio horizonte. Pero los lenguajes cibernéticos, los soportes físicos y la tecnología rápidamente desplazaron a los jóvenes que aprendieron el oficio.
A punto de desaparecer están los “evangelistas”, aquellos escribanos que laboraban en la plaza Santo Domingo de la Ciudad de México. Escribían, primero a mano y luego a máquina, cartas de amor, comunicaciones familiares y documentos oficiales.
En la nomenclatura mexicana de los oficios ocupa un lugar destacado el “cácaro”. Son varias las versiones sobre el origen del mote para el encargado de la proyección de las películas, pero todas coinciden en que el primer cácaro tenía la cara marcada por cicatrices de la viruela (ahora ya ni viruela hay) y se le gritaba (y grita) cuando fallaba la proyección. La expresión de compañía “ya deja la botella” seguramente era puro bullying.
Como mexicanismo también tenemos “guarura” para los escoltas. “Mecapaleros” había como herederos de los tamemes prehispánicos. Ahora los sustituyen los “diableros”.
“Torcedor” es quien hace a mano los cigarros puros y el “barretero” era el trabajador de las minas que con una barreta o pica hacía perforaciones en las paredes para extraer el mineral o colocar explosivos.
En otras latitudes está la “dame o madame pipí”. Es la persona, generalmente mujer, encargada del servicio en los baños de lugares públicos. Administra el acceso, ofrece papel o toallas y complementa sus ingresos con las propinas de las parroquianas.
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Pavel Luna buscaba la palabra “fodongo” y se topó con que la grafía para la Real Academia Española es “fondongo”, y, en el colmo de la fodonguería, asienta la Academia que es mexicanismo.
La correspondiente Mexicana en su diccionario sí incluye la palabra como la usamos: alguien perezoso, descuidado en su apariencia y en sus actividades.
Probablemente los académicos españoles quisieron asociar la palabra con “fondón” (“Dicho de una persona: Que ha perdido la gallardía y agilidad por haber engordado”). Puede ser.
Lo que sí es un hecho es que para el Colmex y su Diccionario de Español de México no existe el término. No sé si es por fodonguez que no lo consideran.
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Regaños. Publica el portal LOPEZDORIGA DIGITAL: “Reimprimirán las boletas electorales en Veracruz por error ortográfico”. Dice “que se advirtió de un error gramatical en el apellido del candidato petista a la presidencia municipal de Veracruz, al plasmar Ruiz en lugar de Ruz.”
Caro les saldrá la falla a los contribuyentes y merecido tiene un regaño el Organismo Público Local Electoral de Veracruz. Aunque esta vez es para “la redacción” del portal que firma la nota.
Como es evidente, el error no es ortográfico ni gramatical. Es tipográfico. Sólo es una errata. Hay que repasar los manuales de estilo y aguzar la precisión.
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“Indicioso” es el “sospechoso parónimo de aquel que engaña de modo oculto, el que arma asechanzas; es malicioso, intrigante y doloso”; el “insidioso”. El Arca de Arena avisó que la pista, el indicio, estaba en la raíz.
Ahora, ya que de oficios se habló, El Arca busca el de quien, si fuera negro, sería supermasivo y atraparía; si de ozono, exterminaría. La palabra está en el extremo del objeto que vende o fabrica el personaje.

03 06 17
Publicado en La Crónica de hoy



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