miércoles, 11 de octubre de 2017

De manteles largos



 Carlos Alberto Patiño



Decimos que estamos de manteles largos cuando queremos lucirnos. Lo hacemos porque deseamos demostrar la importancia que le damos a un acontecimiento. Pues he aquí que en Crónica sacamos nuestras mejores galas este lunes. Es el día en el que se entregarán los Premios Crónica 2017.
Estos reconocimientos se otorgan a mexicanos que destacan en distintos ámbitos. Son personalidades que nos muestran lo que verdaderamente somos: un pueblo que se esfuerza, que tiene valores y que tiene mucho que aportar al mundo.
En esta ocasión los galardonados son: en ciencia y tecnología, el biólogo Antonio Lazcano Araujo; en Cultura, el arqueólogo Eduardo Matos; en Academia, el físico Gerardo Herrera Corral y en Comunicación Pública, la Universidad de Guadalajara.
Estos personajes e institución son motivo suficiente para enorgullecernos. Los méritos que les reconocemos no dejan lugar a dudas. Son ejemplo del México en el que creemos, son muestra de hasta dónde podemos llegar.
Ni el pasado, con los aportes del arqueólogo Matos, ni los misterios del universo con el físico Herrera, ni el origen de la vida, con el biólogo Lazcano, son límites para el desarrollo del conocimiento. Y en materia de comunicación, la labor de la UdeG es incomparable.
Estamos, pues de manteles largos. El lunes 9 de octubre estaremos en el Auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología e Historia, para hacer el reconocimiento a estos destacados mexicanos. Invito a nuestros lectores a acompañarnos. Será un honor contar con ustedes.
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De plácemes, también, debería estar la Academia Mexicana de la Lengua. Logró avanzar ¡dos letras, dos! de su Diccionario de mexicanismos.
La nueva edición de la obra impresa debió estar lista en 2016 e inmediatamente ponerse en el sitio web para su consulta en línea. Pero apenas vamos en la “ñ”, tan importante que sin ella no podríamos escribir “español”. Este carácter y la “n”, son los nuevos apartados del Diccionario.
Echemos un vistazo a lo que la Academia considera como mexicanismos con estas dos letras.
La primera definición es la de “na”, “no aprobado”. ¿De dónde sacan los ilustres académicos que ésa es una palabra? Dicen, además, que se debe pronunciar “éne a”. Es la calificación más baja que se utiliza en algunos sistemas educativos, explican. ¿En algunos? Entonces no debería figurar como palabra de uso corriente en México. Cuando yo estudiaba, la “ene a” era “no acreditado”.
“Naco”, “najayote”, “nacayote”, “nejayote”... Vaya que somos creativos. Son formas despectivas. Demuestran que en realidad sí somos una sociedad racista, aunque creamos que somos muy tolerantes. Los negritos nos caen bien, pero los indígenas no.
“Nacha” está y también “naguas”.
“Nixtamal” es un mexicanismo con todo derecho, ¿pero “nintendo”? Esa palabra ya pasó de moda y, en cambio, “nini” no está.
¿Es un diccionario de mexicanismos o del español hablado en México? Hay diferencia desde la concepción de la obra.
“Noosfera” es “conjunto de los seres inteligentes con el medio en que viven.” Ésta es la misma definición que da el Diccionario de la lengua española, el de la Real Academia. ¿Qué la hace mexicanismo? No es una palabra que yo oiga o lea muy seguido.
“Nana” sí aparece; “nenepil”, no. La primera como “útero guisado de la hembra del cerdo y de otros animales” y como abuela o niñera.
A “Nopalnocheztli” no la conocía. Es el nopal de la cochinilla, la especie de la planta en la que habita un insecto del que se obtiene colorante rojo.
Para “nopal” está la acepción que define la planta y su uso familiar para “tonto”. Tuvieron el buen sentido los académicos de no dejar fuera los nopalitos “navegates”. La receta de la Academia Mexicana incluye pencas tiernas, chile, epazote, cebolla y ajo.
“Normalista” es el egresado de la escuela donde se preparan los maestros de educación básica. No tiene ninguna connotación vandálica.
Me sorprende “npi”, pues no tenía idea de su significado: “ni puta idea” Malhablados sí somos, ¿Pero los mexicanos hablamos así, con siglas?
“Nuez” es un fruto, cuya forma mexicana va en la expresión “va de nuez
Llama la atención “nuncamente”. Yo no esperaría haberla encontrado en este lexicón pues es un auténtico barbarismo, pero ya ven cómo es la Academia.
A “nerd” ya se le dio carta de naturalización. Y a “nylon” y “naylon” se le usa como equivalente a nalga.
La entrada referente a “no” es interesante. De “no malos bigotes” a “no te calientes, granizo”, “si no es Chana es Juana”, “no jalen que descobijan”, hasta la extendida expresión que incluye la acción de succionar.
La “eñe” empieza con “ña” como una forma respetuosa, pero hipocorística: “doña”. Las definiciones de esta entrada, curiosamente, terminan con un equivalente “ñor”, “ñora”.
“Ñaca” se usa en fórmula doble “ñaca ñaca. Para el Diccionario es expresión de alegría con un toque de malicia: “‘ñaca ñaca’, nuestro equipo pasó a finales y el suyo no”. Sirve también para expresar suspenso: “‘ñaca ñaca’, la que nos espera”
“ñango” o “ñengo” es enclenque.
“Ñáñara” es expresión de temor indefinido, repugnancia o comezón en el ano. “Ñerez”, “ñeris” y “ñero” no podían faltar.
“Ñoño” no me parece mexicanismo. Pero sí la palabra con “eñe” que designa al órgano genital masculino... una de tantas que tenemos para eso.
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El Arca de Arena preguntó ¿cómo se medían los sismos en la antigüedad? Y aludía a la época de la Colonia.
Francisco Báez respondió que en avemarías. Luz Rodríguez nos dice: “Respecto a la pregunta de su columna encontré que los temblores se medían en rezos u oraciones, específicamente “Padres Nuestros”, y entonces el temblor no duraba segundos ni minutos, sino el número de oraciones que se hubiera hecho…”. Gloria Dupré no quiso quedarse con la duda y se lanzó a investigar. Encontró en internet la referencia a los rezos y salmos. Eduardo Morales nos dice que en credos.
Bertha Hernández explica que “credos, padrenuestros y avemarías eran los instrumentos que el miedo y la fe daban a los novohispanos para intentar descifrar el misterio y el pánico que los envolvían cada vez que temblaba. Un par de ejemplos: el fuerte sismo de enero de 1653 duró dos credos; el de septiembre de 1667 duró tres credos, según los testimonios que se conservan.”
Así es. En cuanto se percibía el movimiento telúrico, las personas se arrancaban a rezar para pedir a Dios clemencia y luego hacían el recuento de sus oraciones para estimar qué tan corto o largo les había parecido el temblor.
Fernando Benítez, en La ruta de Hernán Cortés, hace esta cita “Un cronista de la Colonia relacionaba los sucesos de su reseña a los sacudimientos de la tierra y decía así: ‘Hoy, mientras el virrey contemplaba desde un balcón de palacio la marcha de los soldados que salieron a combatir contra Lorencillo el Pirata, ocurrió un temblor de tres credos’”.
Doña Bertha nos refiere que sus amigos colonialistas, los jóvenes historiadores Iván Martínez y Mario Carlos Sarmiento, calcularon en dos padrenuestros y tres avemarías el terremoto del 7 de septiembre.
La sorpresa y el miedo que nos causó a todos el sismo del 19 impidieron hacer la medición correspondiente.
El Arca encontró un tuit de la Academia Mexicana de la Lengua que preguntaba por el significado de una palabra. Es la que describe la acción de poner un palo o caña para mantener derecha una planta. El sustantivo del que deriva el verbo puede también ser tutor a criado anciano que se destinaba como compañía a las señoras.

07 10 17 

Publicado en La Crónica de hoy 

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