martes, 5 de diciembre de 2017

Pobre niño; niño pobre

Carlos Alberto Patiño




Las frases que intitulan esta colaboración tienen las mismas palabras, pero no el mismo significado.
Donde el adjetivo antecede al sustantivo estamos ante una expresión de lástima, de conmiseración por un pequeño.
Cuando el sustantivo “niño” va seguido del adjetivo “pobre”, tenemos a un muchacho carente de recursos, de bienestar.
No derivan de la posición de las palabras los distintos sentidos, aunque poner delante el adjetivo enfatiza el sentimiento y nos permite distinguirlo de la otra variante.
Podríamos decir “pobre niño pobre” para entrelazar las dos ideas.
Lo que hay es un caso de homonimia.
Recordemos que los homónimos son palabras que se escriben igual, suenan igual, pero tienen significado diferente.
En el caso en el que el adjetivo va primero, pobre es: “Infeliz, desdichado y triste”, según el Diccionario de la lengua española.
En el otro es “necesitado, que no tiene lo necesario para vivir”.
En “pobre diablo”, el término corresponde a una persona “de poca valía”: “Fulanito no es más que un pobre diablo”.
El DLE indica que se puede referir también a un “hombre bonachón”, pero por mis rumbos nunca le hemos dado esa connotación. Por menguado que esté, un diablo no puede ser bonachón, a menos que esté tramando alguna fechoría.
Pobre también es sustantivo: “Bienaventurados los pobres, porque de ellos es el reino de los cielos” o el lema pejiano “Por el bien de todos, primero los pobres”.
Como otro adjetivo, el término representa carencia de cualidades: “Es un mineral muy pobre”, “la tesis de Fernando es pobre de ideas”.
El diccionario de la Real Academia Española lo hace equivalente a “mendigo” (no confundir con el mexicanismo acentuado. ¡Lo que hace un méndigo acento!).
Habla el DLE del “pobre de solemnidad”, que es el que “acudía a pedir limosna en las fiestas solemnes.”
Está el “pobre voluntario”, el que “voluntariamente se desapropia de todo lo que posee, como hacen los religiosos con el voto de pobreza.” y como Bill Gates (je).
“Pobre de ti” nada tiene que ver con la conmiseración. De hecho, es una amenaza: “Pobre de ti si te sorprendo haciendo trampa”.
De “pariente pobre” se dice “Persona o cosa más desfavorecida con respecto a las demás de su grupo. La cultura ha sido siempre la pariente pobre.”
Quien “teniendo necesidad de auxilio o socorro, procura ocultarlo no admitiéndolo, o el que no se contenta con lo que le dan o con el favor que le hacen, por creerse merecedor de más” es el “Pobre y soberbio”.
En la entrada del DLE correspondiente a pobre está la siguiente acepción: “Pobre esguízaro”. Me dio la tentación de mandarla a El Arca, pero dados los reclamos habidos por el grado de dificultad, mejor lo explico.
Esguízaro es “suizo”, que, además del gentilicio, habla de un soldado de infantería. Conjeturo que debe tener que ver con la España de los tercios, cuando en las tropas se contaban muchos mercenarios.
Nuestro personaje, dice la obra de marras, es “hombre muy pobre y desvalido.”
Y, sigo especulando. Si estaba en esa condición, sería por la muy española costumbre de la corona de retrasar u olvidarse de la paga de sus soldados.
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Llamó la atención la entrega sobre la divulgación. Por una parte, el lector Luis Sandoval, a quien agradezco sus comentarios, nos recomienda la lectura de Cazadores de Microbios (Editado, por: EUM. 1a. reimpresión. 2016. México.), de Paul De Kruif, también autor de El combate de la vida, Los vencedores del hambre, Vida entre médicos, Healt and Wealt, The male hormone y la autobiografía: The sweeping wind: a memoir.
Nos sugiere la lectura de la obra del etólogo alemán Vitus B. Dröscher; Sobrevivir (La gran lección del reino animal, cómo manejan el estrés los animales), editada por Planeta. Del mismo autor y editorial es Un cocodrilo para desayunar, que ya desde el título se antoja. El subtítulo nos da una idea de su tema: Historias sorprendentes de la conducta animal.
Por otra parte, Bertha Hernández hizo llegar a sus seguidores la columna sobre la divulgación, pero reclamó el peso que se dio a la física y a la astronomía y, señala, con justicia, que a las humanidades les urge tomar conciencia de la importancia de extender el conocimiento a la sociedad. Nos proporcionó dos textos de historiadores tan relevantes como Luis González y González y Álvaro Matute, ambos excelentes formadores de profesionales de la historia sólidos impulsores de la divulgación.
Explica don Luis en su artículo “La dosificación del saber histórico”: “La educación permanente procura la ingestión de cápsulas informativas y formativas sin distraer al adulto de su trajín y su trabajo. Trata de darle los saberes que el adulto pide, entre ellos el histórico tan apetecido por él, quizá porque la extensión menos artificial del conocimiento común es la historia (...).
“Se requiere (de) maestros de historia que enseñen fuera de las aulas, de unos maestros sin palmeta y sin dogma, simpáticos, finos, cultos, cariñosos, alegres y hábiles que sepan orientar el aprendizaje histórico de los adultos, que provean de agua histórica pura al adulto común y corriente, y que no procuren subirse a ningún podio ni tener una estatura superior a sus alumnos.”
En el artículo “De los Episodios nacionales a las telenovelas. Balance de la divulgación histórica” (2001), El doctor Matute dice: “La divulgación… no difiere de la actividad docente en cuanto al hecho de que se trata de la comunicación de conocimientos. La diferencia estriba en que dicha comunicación no será evaluada, ni siquiera sistematizada. Requerirá, como ésta, de un esfuerzo mayor o menor de investigación, según se trate de las necesidades que plantee el producto, tanto en su forma como en su contenido.
“La palabra forma es aquí la clave. El acto de divulgar conocimientos puede requerir del uso de lenguajes diferentes a los empleados para comunicar resultados de una investigación a los miembros del medio o a los estudiantes de los diferentes niveles del sistema educativo.
“La divulgación histórica es la actividad que propicia una mayor posibilidad de experimentación con los lenguajes o medios de comunicación que se quieran emplear para lograr una mejor garantía de que el conocimiento que se transmite sea bien aprovechado, adecuadamente comunicado, inteligible.
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Marielena Hoyo aclara que su observación sobre los roedores no era un regaño. Lo tomé para la sección, pues, si me la paso viendo las pajas en el ojo ajeno, no podía quedar impune. Pero, sobre todo, para cumplir con el fin de ese espacio que, aunque lo parezca, no es para evidenciar errores, sino aprovecharlos a fin de mejorar nuestras formas de expresarnos.
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“Alcahuete” fue palabra que llegó a El Arca de Arena de varios lectores, como el vocablo de origen árabe que equivale a mediador o intérprete. En nuestro uso actual, corresponde a quien media para conseguir favores sexuales, como la Celestina. Pero esta expresión no incluye al salmónido ni al hombre. Hugo Martínez, Octavio Martínez y Marielena Hoyo respondieron “truchimán”. Tiene las formas “trujimán”, “trujamán”, “turgumán” y “dragomán”.
Para despertar la curiosidad, El Arca encuentra entre sus arenas un homófono de filosofía moral o de las normas que rigen la conducta de un individuo o de un conjunto. Con la variación de una letra, es un enfermo que, dicen las leyendas, tiene un oído muy agudo. El mal lo padecieron Chopin, Margarita Gautier, y Mimí, de La bohemia.


Publicado en La Crónica de hoy 
 
 25 11 17

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