Pseudo o
seudo quiere decir falso. Un nombre falso es un pseudónimo o seudónimo (ambas
formas están incluidas en el Diccionario de la lengua española).
Originalmente era con la “p”, que deriva de la letra griega psi. La
evolución de la lengua y la ley del mínimo esfuerzo se llevaron la “p”.
El falso
nombre es el que muchos autores eligieron para presentar sus obras.
“Heterónimo”
es otra palabra equivalente. Si usted la busca en Google no tardará en
encontrar el término asociado al poeta portugués Fernando Pessoa, cuyo nombre
completo era Fernando António Nogueira Pessoa. Escribió bajo 72 heterónimos.
Los más conocidos son Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis o Bernardo
Soares.
Hay autores
que son conocidos sólo por su pseudónimo y los hay que en algún momento de su
vida deciden usar uno en algunas obras, aunque conservan el nombre propio para
otras.
Robert
Galbraith, por ejemplo, es un escritor que rápidamente ganó fama con su primera
novela del género negro La llamada del cucú. La siguió El gusano de
seda. No pasó mucho tiempo para que se supiera que detrás de ese nombre
estaba la escritora J.K. Rowling, quien con ese apelativo trataba de liberarse
de la pesada cadena impuesta por su personaje Harry Potter.
Tras el
nombre Honorio Bustos Domecq se disimulaban los argentinos Jorge Luis Borges y
Adolfo Bioy Casares.
Entre los
pseudónimos más conocidos están Lewis Carroll (Charles Lutwidge Dodgson) y Mark
Twain (Samuel Langhorne Clemens).
El autor de
1984 y de La rebelión en la granja, George Orwell, era Eric Arthur
Blair.
Para rebasar
las barreras de la época a su condición femenina, Amantine (o Amandine) Aurore
Lucile Dupin adoptó el apelativo masculino George Sand. Igual caso es el de
Mary Ann Evans, conocida como George Eliot.
En
contraste, en nuestra historia tenemos a Sor Filotea de la Cruz que era hombre.
Filotea, que tan raro suena en nuestros días, quiere decir “la que ama a Dios”.
Y es el que escogió el obispo de Puebla, Manuel Fernández de Santa Cruz, para
rebatir la Carta Atenagórica de Sor Juana.
Fuera del
ámbito literario, no hace falta decir que Norma Jeane Baker era el nombre real
de Marilyn Monroe ni que (oh, volvemos a la literatura) Robert Zimmerman, es
Bob Dylan; Nicholas Coppola es Nicholas Cage, y Cedric Clapp, Eric Clapton.
Fred Astaire era Frederick Austerlitz y James Dean se llamaba Seth Ward.
Alberto
Aguilera Valadez saltó a la fama como Juan Gabriel y Mauricio Garcés era
Mauricio Feres Yazbek, según reza la lápida en su tumba del panteón Francés de
la Piedad.
La lista de
seudónimos en el medio artístico es larga.
Y en otros
ámbitos sobresale Francisco Villa, cuyo nombre, se sabe, era Doroteo Arango.
Cicerón era
Marco Tulio; Voltaire era François-Marie Arouet y Molière, Jean Baptiste
Poquelin.
El gran
Pablo Neruda tenía como nombre Neftalí Ricardo Reyes, la también chilena
Gabriela Mistral nació como Lucila de María del Perpetuo Socorro Godoy
Alcayaga.
José Emilio
Pacheco adoptó los heterónimos Carlos Núñez Arenas, Miguel G. Cansino, Ricardo
Ledezma y Pedro Durán.
Dos
importantes escritores mexicanos, ahora injustamente poco leídos, Alfonso Reyes
y Martín Luis Guzmán, ejercieron la crítica cinematográfica con el nombre
Fósforo.
El autor de La
sombra del caudillo, nos informa Bertha Hernández, también utilizó el alias
El Reportero Respondón. Lo hacía cuando dirigía el periódico de su
propiedad, El Mundo. Comentaba la información publicada por sus
competidores en torno a la renuncia de Adolfo de la Huerta a la Secretaría de
Hacienda. Fue seudónimo de corta vida, puesto que, dice la historiadora, “a
partir de esa renuncia y el inicio de la revolución delahuertista, Guzmán tuvo
que exiliarse y perdió el periódico.” Fue en su época de transterrado cuando se
asoció con Reyes.
El cronista
liberal mexicano del siglo XIX Guillermo Prieto escribía como Fidel y en su
vejez llegó a hacerlo como El Romancero. No podemos olvidar a su
contemporáneo, El Nigromante, Ignacio Ramírez.
Bertha nos
aporta más datos: “Hacia septiembre de 1867, y con los sueldos atrasados de su
puesto como coronel de caballería, Ignacio Manuel Altamirano fundó el periódico
El Correo de México. En sus páginas escribieron los siguientes
personajes con los siguientes seudónimos: Ignacio Manuel Altamirano era
Próspero; José Tomás de Cuéllar fue Facundo.”
Jacobo
Dalevuelta, periodista del Universal en las primeras décadas del siglo
pasado, pergeñó la gran “volada” periodística sobre el robo de los huesos de
Morelos. La historia la cuenta Bertha Hernández en su blog El reino de todos
los días. (https://reinodetodoslosdias.wordpress.com/2010/08/17/%C2%BFsabe-usted-que-cosa-es-volar-la-historia-de-jacobo-dalevuelta-y-el-falso-robo-de-los-restos-de-jose-maria-morelos/)
Dalevuelta
se llamaba en realidad Fernando Ramírez de Aguilar.
El Duque Job
(Manuel Gutiérrez Nájera) también firmó como Puck, Junius, Recamier e Ignotus.
Amado Nervo suscribió sus crónicas sobre moda como Oberón. Faltan Micrós o Tic
Tac (Ángel de Campo), Azorín (José Augusto Trinidad Martínez Ruiz) y Leopoldo
Alas (Clarín).
Ya en el
siglo XX, el periodista Manuel Buendía escribió en El Día la columna
“Para control de usted” como J. M. Tellezgirón.
Durante la
presidencia de Miguel de la Madrid, un columnista de Excélsior firmaba
como Pedro Baroja y se trataba nada menos que del compañero Rafael Cardona.
Pepe Grillo fue mucho tiempo la firma de Emilio
Viale en las páginas de nuestro diario. Y en estas páginas ha aparecido Bárbaro
Gastélum, cuya identidad no revelaré.
A Mario
Munguía, de Ovaciones, le ganó la metonimia. Él usaba el nombre Lirirón
en su columna de temas policiacos “Matarili”, pero al público le pareció que
Matarili era el apelativo del periodista y así quedó.
El
internacionalista Hernando Pacheco murió con el nombre de Juan María Alponte.
Periodista español nacionalizado mexicano, con una juventud franquista, en realidad
se llamaba Enrique Ruiz García.
Stalin,
Lenin y Trotsky son seudónimos muy conocidos de la historia soviética (Iósif
Vissariónovich Dzhugashvili, Vladimir Illich Ulianov y Lev Davídovich
Bronstein, respectivamente).
Remataré
recordando a La Morsa y El Carpintero, pseudónimo que Bertha Hernández y un
servidor usamos para escribir la columna gastronómica “Bodegón” en los primeros
años de Crónica.
.-.-.-.-
A los Regaños
de la semana pasada respondió la subdirectora de Difusión de TV UNAM. Dice:
“Leí su columna de hoy y le agradezco mucho sus comentarios. En efecto, no
podemos ni debemos tener estos errores. Tomaremos medidas al respecto para que
esto no vuelva a ocurrir”.
Confío en
que así será.
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Antes de
llegar a aparecer en los Regaños, la agencia Notimex y el diario La
Jornada corrigieron sus errores, pero quedó constancia de ellos en las
redes sociales. En el caso del diario, en su edición del 2 de enero, en su
“Rayuela” apareció este texto “El arranque del Año Nuevo nos regaló una Luna
que invita a fantasear las mejores ‘profesías’”
La falta
ortográfica la compusieron en la versión electrónica, pero la sintaxis se quedó
igual.
Por lo que
toca a la Agencia de Noticias del Estado Mexicano, su texto “‘José Antonio
Meade va a ponchar a Andrés Manuel López Obrador, ‘viene el tercer ‘strait’
y se va a regresar a su rancho’, dijo Aurelio Nuño, coordinador de la
precampaña del precandidato priista” fue reproducido tal cual por distintos y
descuidados medios. La agencia corrigió ya, pero sus abonados se quedaron con
la errata.
.-.-.-.-.-.-
“Antañada”
es una forma poco usual para referirse a una antigualla o a la noticia o
relación de sucesos muy antiguos. A El Arca de Arena respondió Marielena
Hoyo.
La primera inquietud de El Arca en 2018 es saber
con qué pseudónimo publicaba sus obras Albert Otto Maksymilian Feige, personaje
al que, mediante intenso trabajo periodístico, identificó Luis Spota en 1948 y
lo publicó en Mañana, la revista censurada de los periodistas Regino
Hernández Llergo y José Pagés Llergo, antecesora de Siempre!Publicado en La Crónica de hoy
06 01 18
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