martes, 11 de abril de 2017

Está en español, pero ¿qué dice?




Carlos Alberto Patiño
De idiomas inventados se habló en Giros la semana pasada. Idiomas que, conservando la sintaxis de la lengua original y la combinación de vocablos, logran significación.
Ahora invito al lector a leer los siguientes párrafos.
“Piramidal, funesta de la tierra/nacida sombra, al cielo encaminaba/de vanos obeliscos punta altiva,/escalar pretendiendo las estrellas;/si bien sus luces bellas/exentas siempre, siempre rutilantes,/la tenebrosa guerra/que con negros vapores le intimaba/la vaporosa sombra fugitiva/burlaban tan distantes, que su atezado ceño/al superior convexo aún no llegaba(…)”.
“Y aquellas que su casa/campo vieron volver, sus telas yerba,/a la deidad de Baco/inobedientes/ya no historias contando diferentes,/en forma si afrentosa transformadas/segunda forman niebla/, ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,/aves sin pluma aladas (...)”.
¿Español? Sí, es obvio, pero ¿qué se entiende?
Tome el dato, es de Sor Juan Inés de la Cruz, la misma de los Hombres necios que todos conocen. Es parte de su Primero sueño. Un gran análisis de este poema está en Las trampas de la fe, de Octavio Paz (FCE, 1982).
Veamos otro ejemplo de nuestro idioma:
“Cercado es, cuanto más capaz más lleno,/De la fruta, el zurrón, casi abortada,/Que el tardo otoño deja al blando seno/De la piadosa yerba encomendada:/La serba, a quien le da rugas el heno;/La pera, de quien fue cuna dorada,/La rubia paja ——pálida tutora——/La niega avara y pródiga la dora”.
Más español que don Luis de Góngora no hay (bueno, sí, también está Quevedo). Es un fragmento de la Fábula de Polifemo y Galatea. Profundos análisis han merecido estas estrofas. Por lo menos desde el siglo XVII y en el XX por autores como Alfonso Reyes, Antonio Vilanova, Dámaso Alonso y el hispanista argentino Emilio Carilla.
Vamos a otro caso. Cambian época y género:
“La presencia de los chorros relativistas en las galaxias activas y su existencia en los microquásares responden a un mismo fenómeno: la acreción de materia hacia el agujero negro central”.  (Los agujeros negros, Las fuerzas extremas de la gravedad, RBA 2015, colección Un paseo por el cosmos).
Ni siquiera es ciencia pura. Es material de divulgación.
Nada más para contrastar, les pongo a José Lezama Lima:
“Brillando oscura la más secreta piel conforme/a las prolijas plumas descaradas en ruido/lento o en playa informe, mustio su oído/doblado al viento que le crea deforme./Perfilada de acentos que le burlan movedizos/el inútil acierto en sobria gruta confundido grita,/jocosa llamarada -nácar, piel, cabellos- extralimita/el borde lloviznado en que nadan soñolientos rizos”.
Es de Brillando Oscura…
A López Velarde todos lo conocemos y hemos escuchado o declamado por lo menos una vez La suave patria:
“Trueno del temporal: oigo en tus quejas/crujir los esqueletos en parejas,/oigo lo que se fue, lo que aún no toco/y la hora actual con su vientre de coco,/y oigo en el ruido de tu ida y venida,/oh trueno, la ruleta de mi vida.
“Sobre tu Capital, cada hora vuela/ ojerosa y pintada, en carretela”.
¿Y todo eso qué quiere decir?
J. E. Pacheco explicó en su Antología del modernismo (UNAM, 1970) que «López Velarde rescata en estos famosos últimos versos una imagen que desaparecerá muy poco después al generalizarse el automovilismo. Las cortesanas —esto es, las prostitutas de lujo— solían anunciarse paseando por la Avenida Madero (como se llaman San Francisco y Plateros desde el régimen carrancista) en coches de alquiler de cuatro asientos y cubierta plegadiza: las carretelas de bandera azul».
En una entrevista con Luis García Montero, Pacheco dijo “No tengo la menor idea de qué quiere decir con la hora actual con su vientre de coco”.
José Luis Martínez explica “Con este último verso nos dice que el presente, la hora actual, es una época vacía, hueca o sólo llena de agua como los cocos; dícese “cabeza de coco”, o si se prefiere “vientre de coco”, para decir que están huecos o sólo llenos de un líquido inocuo. El poeta prefiere “vientre” porque tiene cierto aire femenino y quizá juega también imperceptiblemente con la acepción mexicana del “coco” que asusta a los niños. Así, pues, desatada la síntesis de plurales significaciones, viene a decirnos: El tiempo presente tiene huecas las entrañas, carece de sentido y es como un espantapájaros o espantaniños”.
¿Ante qué estamos? Sin duda tiene que ver el vocabulario, que en los casos de Sor Juana y Góngora, nos es extraño por la distancia de épocas. Además, hay en ambos el uso de una figura llamada hipérbaton que consiste en trastocar el orden natural de la oración. Es un recurso muy usado por los autores barrocos. El trasfondo de referencia a las tradiciones clásicas y filosóficas no es accesible para cualquiera.
En el texto de astronomía, la complejidad es técnica y en Lezama y López Velarde nos enfrentamos a la metáfora.
Es la plasticidad de nuestra lengua la que permite hacer juegos tales.
Son exigencias  a los lectores avezados e interesados en penetrar en las complejidades de una lengua tan rica como la nuestra.
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Regaños. Toca a un texto de México desconocido: “Un estanque con peces multicolor rodeado de un jardín con motivos japoneses, hacen de este espacio uno de los más relajantes en la Ciudad de México”.
Si hay peces, en plural, el adjetivo va en plural: “peces multicolores”. Si el estanque es el multicolor, tenemos una construcción anfibológica por la inclusión de la palabra peces entre el sustantivo “estanque” y el adjetivo “multicolor”.
Radix. Mega es grande. El que sufre de delirio de grandeza es “megalómano” (manía, locura); “acromegalia” es una enfermedad rara causada por una disfunción de la hipófisis,  que hace crecer manos, pies y mandíbula. “Megatón” es la unidad de medida de las armas nucleares. Es la equivalencia explosiva de millones de toneladas de TNT (trinitotolueno). “Megaterio” es un enorme animal prehistórico. Se ha extendido el uso de “mega” para designar cualquier cosa más o menos extrema: “megaborrachera”, “mega-embotellamiento”.
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Pidió El Arca de Arena el nombre del artilugio que provee de corriente eléctrica al trole o pantógrafo de tranvías y trolebuses. Es la “catenaria”. Lo supieron Denisse Mendoza, Francisco Báez, Luz Rodríguez y Marielena Hoyo. Ella añadió que conocía también la palabra por su significado geométrico (es una curva).
Busca El Arca esta semana una palabra de sonido cercano a la anterior. Es epónimo que se aplica a un discurso muy vehemente dirigido contra alguien.

08 04 17

Publicado en La Crónica de hoy



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