Carlos Alberto Patiño
De metáforas
hablamos la semana pasada. Es la poesía su ámbito natural.
“Es como”
nos da la fórmula para establecer comparaciones. Asociar, sublimar, por esos
caminos discurre la metáfora.
Ortega y
Gasset dijeron (je, es broma). Don José nos mostró que la ciencia también se
vale de la metáfora.
Vino a mi
mente, al leer el ensayo del español, un artículo que apareció en la revista Plural,
en los años 70.
Mi nebulosa
memoria no me permite recordar al autor y sí un poco del contenido.
El sentido
general era que en la física está la verdadera poesía.
La idea se
quedó ahí.
Cuando leo
libros de divulgación científica, especialmente los de física cuántica, a veces
hago reflexiones filosóficas, pero la poesía siempre está ahí, en el fondo.
Por ejemplo,
con el gato de Schrödinger. Es el famoso experimento mental que diseñó el
físico austriaco para explicar la superposición de los estados.
En resumen
se trata de un pobre minino que es confinado a una caja con un dispositivo que
emite una partícula radiactiva. Dadas las impredecibles conductas de las
partículas puede o no desintegrarse. Si lo hace, provoca la liberación de un
veneno que matará al gato, pero si no abrimos la caja no sabremos qué ocurrió y
el gato está entonces vivo o muerto o vivo y muerto. Sólo abriendo la caja
sabremos si vive o es cadáver.
Para no
restarle emoción, la teoría de los universos paralelos de Hugh Everett
tiene al gatito vivo y muerto para siempre.
Al gato de
Schrödinger lo asocio siempre con el de Cheshire, de Alicia. Este otro minino
tiene la capacidad de aparecer y desaparecer a voluntad en cualquier lugar.
Borges no
concibió bichos tales, pero sus senderos que se bifurcan pueden darle guía a
Everett.
Entre las
partículas que forman el universo están los quark. El término proviene
directamente de la literatura. Los científicos que plantearon la existencia de
estas partículas (Murray Gell-Mann y Kazuhiko Nishijima) tomaron la palabra del
Finnegans Wake de James Joyce.
Pues los
quarks no se conforman sólo con su nombre. Poseen “encanto”, “sabor”, “color” y
“extrañeza”. Son cualidades que no corresponden a lo que los mortales comunes y
corrientes entendemos con esas palabras.
Pero a los
físicos les encanta usar metáforas.
Entender
cómo las partículas se entrelazan sin importar la distancia no es fácil. Son
ecuaciones complejas. Significa que si conocemos el estado actual de una
partícula sabremos el de su partícula asociada.
Lo explican
los divulgadores dividiendo una moneda de forma que el águila quede en un lado
y el sol, en el otro. Sin saber cuál tenemos, le damos la otra a un viajero
interestelar al que mandamos a recorrer el universo (y más allá). En cualquier
momento, veremos nuestra mitad y sabremos cuál tiene el viajero. Bueno, no es
tan sencillo, pero más o menos.
A Einstein
le fascinaban los experimentos mentales. Imaginó por ejemplo a un observador
que pudiera viajar a la velocidad de la luz y se sorprendió cuando se dio
cuenta de que al alcanzar al rayo lumínico, el perseguidor lo vería congelado.
(Como esto no es posible, Einstein desarrolló la idea de que era el tiempo el
que se congelaría).
Tiene su
grado de poesía imaginar a Newton atolondrado por un manzanazo que luego lo
llevó a descubrir las leyes de gravitación universal.
O a Kepler
buscando armonías estelares y la música de las esferas, para terminar
encontrando las órbitas elípticas y los recorridos de los planetas.
¿Y qué me
dicen del heptasílabo: “Sin embargo se mueve”. de Galileo? Casi un haiku.
De la física
cuántica se ha dicho que nadie la entiende. En palabras del físico español
Enrique F. Borja “La mecánica cuántica es una teoría física tan difícil de
entender como de explicar. Se afirma incluso que no hay nadie capaz de
comprenderla, y que permite fenómenos que escapan a toda experiencia. De hecho,
existe una diferencia tan grande entre los comportamientos cotidianos a nuestra
escala y los típicamente cuánticos que somos incapaces de plasmarlos en forma
de imágenes y ejemplos. Decimos no entender la teoría cuando lo que queremos
decir es que no sabemos imaginarla.” (El vacío y la nada, RBA, 2015)
(Las negritas son mías)
No sabemos
imaginarla... no sé por qué me viene a la mente la definición de patafísica, la
disciplina inventada por Alfred Jarry y cultivada por Boris Vian y Julio
Cortázar, entre otros: “La Ciencia de las Ciencias, dedicada al estudio de las
soluciones imaginarias y a las leyes que regulan las excepciones” y otorga
“simbólicamente a las delineaciones de los cuerpos las propiedades de los
objetos descritas por su virtualidad”.
.-.-.-.-.-
Bertha
Hernández me hizo llegar un texto que llamó su atención en el libro Breve
historia de este puto mundo, de Daniel Samper Pizano (Aguilar, 2016). De
alguna manera le recordó la entrega “El perro ladra, la vaca muge... ¿Y la
jirafa?” (http://giroscronica.blogspot.mx/2016/10/el-perro-ladra-la-vaca-muge-y-la-jirafa.html)
Dice así: “La
vida en las cavernas
“No era
fácil la vida para los homínidos. En las cuevas de Atapuerca, región española
no muy lejos de Burgos, donde hoy sólo se consigue jamón, morcilla y
paleontólogos, el paisaje era bastante azaroso hace 800 000 años.
“Rondaba el
rinoceronte, corría el gamo, rumiaba el ciervo, bullía la rata, pinchaba el
puercoespín, trisaba la alondra, ululaba el búho, crascitaba el cuervo,voznaba
el cisne, crotoraba la cigüeña, arruaba el jabalí, estridulaba la langosta,
glugluteaba el pavo, graznaba la urraca,tauteaba la zorra, himplaba la pantera,
rugía el león, y ronrroneaba hambriento el tigre dientes de sable.
“Los tigres
comían hombres, los hombres comían tigres y, si era menester, los hombres
comían hombres.”
.-.-.-.-.-
Regaños. En la cubierta de un suplemento de
viajes se lee: “Tequila, vuelo entre agaves” y nos muestran un helicóptero.
Veo difícil
que un aeronave tal pueda volar entre agaves. No me cuadran los tamaños.
Lamento decir
que Plaza Sésamo fracasó. No logró que los niños que se convirtieron en
los actuales editores entendieran la diferencia que tienen “entre” y “sobre”.
Un
helicóptero puede volar sobre las plantas, no entre ellas. Tal vez un dron
pueda hacerlo.
En el sumario
sí aciertan y promueven el sobrevuelo para competir con el ferrocarril en el
turismo en la zona tequilera.
.-.-.-.-.-
Radix. La raíz “magno-na” significa
grande, como en Alejandro Magno y en Carta Magna. La encontramos en “magnate”,
que es persona ilustre. En “magnánimo” que es quien tiene grandeza y elevación
de ánimo. “Magnavoz” es el aparato que amplifica el sonido y “magnífico” es
excelente, espléndido.
“Magnicidio”
es el asesinato de un personaje de poder.
Magneto no
tiene nada qué hacer aquí. Su raíz es otra (magnes, imán)
.-.-.-.-
Pidió El
Arca de Arena la palabra que “describe un plano largo y estrecho que une
dos superficies planas en lugar de una esquina. También es la modificación de
las aceras para permitir la entrada de vehículos a las cocheras. Un actor
cómico mexicano lo tomó como nombre artístico. Trabajó con Fernando de Fuentes,
entre otros directores. Un par de sus películas incluyen su apelativo en el
título.”
Francisco
Báez respondió, más por el nombre del cómico que por la descripción, según
explicó. Marielena Hoyo nos dice que al “chaflán” también se le dice “ochava”.
Y del actor Carlos López y Valles nos informa que nació en Durango en 1887 y
murió en Chiapas 1942.Las dos películas que en su título incluyen su apelativo
de “El Chaflán” son: Los millones de Chaflán (1938) y La última
aventura del Chaflán (1945).
Añado, como
dato curioso, que en la película ¡Ay Jalisco, no te rajes!, donde se
consagró Jorge Negrete, el cómico cobró más que el cantante.
Bien, a una
persona de buenas costumbres que ha logrado templar o moderar los excesos de
los afectos se le llama… El Arca de Arena espera con templanza.
14 05 17
Publicado en La Crónica de hoy
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