Carlos Alberto Patiño
Propagandistas y publicistas saben que el escándalo jala. Utilizan
cualquier recurso para atraer la atención de votantes o consumidores. Lo
hacen con la ortografía, la prosodia y la sintaxis.
En reciente campaña, los promotores de la candidata del Partido Verde
Ecologista de México al gobierno de la Ciudad, Mariana Boy, suponen que
es muy ingenioso jugar con la homofonía del apellido de la abanderada
con la primera persona del verbo ir.
Es pobre el recurso y representa un problema en un país que requiere reforzar su educación... desde la ortografía.
El chistecito va a contribuir a que muchos ciudadanos confundan la
grafía, como lo hacen secundarianos, preparatorianos y hasta
posdoctorantes con “o sea”, cuya forma de escritura creen que es “osea”.
Quizá habrá quien piense que exagero, pero hay riesgo sin ganancia.
¿O de veras en las filas del Verde creen que el jueguito de palabras les
va a dar votos? #Boycontodo, #BoyconlaCiudad. No me harán decir
“Boyavotar”.
En tiempos pasados, una vidriería, la Cabañas, en Santa María la
Ribera, jugó también con el choque ortográfico. Su lema era “Bidrios, lo
escribimos mal pero los colocamos bien”. La provocación lograba su
efecto, aunque sí dejaba claro que la ortografía no era la correcta.
Con la misma intención, una casa fabricante de bolsas ponía su rótulo “volzaz” en la Avenida Fray Servando.
Son casos deliberados, como los son los neologismos mal logrados que sólo dejan confusión.
Fue el caso del Banco Internacional que se convirtió en “Bital”
¿Saben cuántos alumnos me ponían el líquido “bital”? Así lo leían en las
marquesinas y en los anuncios y su endémica falta de otras lecturas
producía ese resultado.
Ocurre ahora con la Clave Bancaria Estandarizada, pues su acrónimo “clabe” hace sus estragos en la escritura.
De Fox y su “Yo tampoco. Yo nunca. No puedo ni pensar en ‘hechar’ por
la borda mi querido País”, no hay que decir más que los hay que creen
que sí echó al país por la borda, y nos demuestra que a la ortografía
también, aunque no se diera cuenta, como con mucho de lo que hizo.
(¡Ah!, la columna de los chistes fue la semana pasada).
Y “haiga sido como haiga sido”, ¿cómo fue? Lo escudó Felipe Calderón
con la expresión “como dicen en mi tierra”. Vale, pero deja abierta la
justificación para usar el lenguaje saltándose las normas. A fin de
cuentas, “lo dice así el pueblo”, “lo decían así mis tías”… Es salirse
por la tangente con un chistorete lingüístico.
Ni qué decir del dialecto tabasqueño. Como López, las personas hablan
así en sus rumbos. Son sus maneras y eso no es criticable. Sí lo es el
abusivo uso de términos descalificadores que hace el perenne candidato. Y
además son arcaísmos en el semiabandono. Solo él les dice “fifís”
(“fifíes”) y “pirrurris” a sus contrincantes, y lo hace de manera
discriminatoria. No argumenta, bulea.
Célebre fue en los años 80 la campaña de la mueblería K2, la de la
indestructible melamina ponderosa (los jóvenes y aun los de mediana edad
se preguntarán qué es eso, pero los de mayor sabiduría —je, edad— sí
que entenderán).
Hablaba Julio Alemán, un actor de la época, y promovía camas a
increíbles precios. Para hacer más atractiva la oferta incluía un juego
de (sic) “buroes”.
No tardaron en llegar las críticas al deficiente manejo lingüístico
del galán en funciones de locutor. El caso mereció la atención del
académico José G. Moreno de Alba en su columna “Minucias del lenguaje”.
En siguiente comercial se defendió Alemán. Explicó “buroes, porque es aguda”, y siguió con su parlamento.
Ya nadie le dijo que la regla de la “e ese” en los plurales de palabras agudas se ocupa con las vocales débiles.
Recordemos, las vocales son débiles (i, u) y fuertes (a,e,o). Los
plurales para las fuertes se hacen con una ese. “Mamás”, “cafés”,
“burós”.
El plural de las agudas débiles es el que toma la terminación “e
ese”: “Ajíes”, “rubíes”, “jabalíes”, y era “menúes” y “tabúes”, pero,
hoy en día se aceptan formas como “menús”, “tabús”, “saudís” y
“saudíes”, y se usa ya solo en textos literarios el que antes era una
excepción “maravedís, “maravedíes”, “maravedises”. Eso sí, los “buroes”
no sobrevivieron a la década de los 80 del XX.
La “expulsación” entra en la publicidad con falta al hablar, como muchas de las barbaridades que acabó por imponer Chespirito con sus subnormales personajes.
En la misma línea queda el nombre del programa Cien mexicanos ‘dijieron’.
.-.-.-.-.-
Samuel Schmidt escribió a este periodista para agradecer la columna
sobre los chistes. Nada qué agradecer, doctor. Al contrario, sus textos
fueron base para concretar la entrega.
.-.-.-.-.-.
Una anécdota sobre chistes políticos pidió El Arca de Arena. Preguntó
¿Cómo llamó un famoso cómico de la televisión a uno de los más
emblemáticos presidentes de México? Ya encarrerado, el comediante
también le cambió el nombre a la ilustre esposa.
Fue Manuel El Loco Valdés el autor del chiste: En 1972 (El Año de Juárez, por decreto de Luis Echeverría) durante una de las transmisiones de El show del Loco Valdés, el
personaje preguntó al aire: ¿Quién fue el primer presidente bombero? Y
contestó: “Bomberito Juárez”. Tremenda multa le impuso la Secretaría de
Gobernación por su chiste. Los que se quejan ahora, deberían haber
conocido lo que era la censura entonces.
Sin empacho alguno, en el siguiente programa Valdés pidió el nombre
de la esposa del Benemérito. Su respuesta fue “Manguerita Maza de
Juárez”. Y de nuevo le cayó la multa y ahora con amenaza de clausurar el
programa.
Un antecesor del cómico en las carpas fue Palillo. Hacía
sketches políticos y dos gendarmes que presenciaban las funciones se lo
llevaban detenido a la delegación. El público, divertido y solidario le
lanzaba monedas al actor para que pagara su multa y siguiera burlándose
de los políticos.
Francisco Báez, Bertha Hernández, Luz Rodríguez, Marielena Hoyo, Miguel Ángel Castañeda y Gustavo Adolfo dieron la respuesta.
El Arca quiere revisar homófonos. Pretención y
pretensión; atizar y atisar; sabia y savia; tuza y tusa; zopa y sopa.
¿Son válidos todos los enlistados?
Publicado en La Crónica de hoy
14 04 18
No hay comentarios:
Publicar un comentario