lunes, 8 de octubre de 2018

Palabras con dudoso pasado

Carlos Alberto Patiño






No pocos jóvenes, muchos egresados de las carreras de comunicación, creen que vándalo se escribe “bándalo”, así con la “b” de barrica. Piensan, supongo, que la palabra deriva de “banda”, como las pandillas que forman con sus compinches. (“Hey, bandita”, se suelen saludar.)
Ignoran u olvidan que el sustantivo vándalo proviene del nombre de un conjunto de tribus germánicas que por allá en el siglo V de nuestra era se dedicaron a importunar a los ciudadanos del ya decadente Imperio Romano. Invadían, guerreaban, saqueaban y destruían, por eso su denominación se convirtió en sinónimo de bárbaro, destructor, o salvaje.
Los sonidos similares conducen a este tipo de equívocos. La apariencia nos lleva a crear lazos que no existen. Así es el cerebro, rellena huecos o interpreta conjuntos que no existen. Por eso, en las nubes encuentra formas de animales, de caras o augurios. Pareidolia se llama esta propensión.
Adelantamos pasos o sacamos conclusiones. Es un producto de la evolución, pero a veces se cometen errores.
La palabra “idiosincrasia” es una muestra. Se suele escribirla como “ideosincracia”, con doble falta. La primera, por la tendencia a asociar las primeras sílabas con la palabra “idea”. Al oído le es más familiar este sonido, lo percibe con más frecuencia que la palabra que puede ser de uso menos cotidiano.
La segunda falta viene de asimilar la terminación “cracia”, como en “democracia”, a este término que no tiene nada que ver con las formas de gobierno.
Recordemos, idiosincrasia es el conjunto de “rasgos, temperamento, carácter, etc., distintivos y propios de un individuo o de una colectividad.” (DLE-RAE). Viene de los vocablos griegos “idios” que significa singular, personal, y “sýncrasis”, temperamento.
“Antisonante” me acaba de llegar en una página que revisaba. Es como en el caso de vándalo. La idea de que una palabra se use para insultar parece que requiere una “anti” que muestre enfrentamiento y no, como es, “altisonante”, que suena fuerte.
El uso de “bizarro” fue una de las primeras observaciones de esta columna (Un mundo Bizarro [29-08-15] y Retorno al mundo bizarro [26-09-15]) Sabemos que significa valiente, arriesgado, lúcido y no extraño o raro. Viene del italiano bizzarro, hombre de pelo en pecho, y no del inglés bizarre, que lo toma del francés, donde sí significa raro, extraño.
“Testigo” es otra palabra que tiene una larga historia de confusiones. Si ustedes la guglean, aparecerá la falsa etimología que la relaciona con testículo. También pueden encontrar la real.
La primera se la oí en la escuela a un profesor de secundaria, que incluso decía que los romanos, al prestar juramento, se agarraban esas partes, y alegaba que, entonces, una mujer no podía ser “testiga”.
Muchos años tomé como cierta esa referencia. ¡Me la había dado un profesor! Pero luego conocí la auténtica. Testigo viene de terstis, el tercero, la tercera persona que puede confirmar algo, el que da testimonio.
Otra leyenda —no urbana, lingüística—, es la que liga la palabra a la certificación de los papas. Supuestamente, una vez que el cónclave había elegido al pontífice, uno de los cardenales debía tocar con las manos los genitales del elegido para comprobar que era hombre, no se fuera a colar alguna papisa.
Caro data vermibus” es otra etimología chapucera. Fue otro maestro, éste de la prepa (no el profe Torres Lemus, el de la materia de Etimologías) quien la presentó. Es, decía el docente, el origen de la palabra “cadáver”. Significa “carne dada a los gusanos”. La palabra para el cuerpo muerto sería, entonces, el acrónimo “ca-da-ver”. La versión más confiable es la que relaciona el término con el verbo cadere, caer, como metáfora del fin de la vida.
De cualquier manera, recordemos la novela El complot Mongol, de Rafael Bernal, donde  Filiberto García, el matón devenido en detective, sentencia: “Cadáver el de Juárez. Éste es un pinche muerto”.
Mujer tiene un pasado dudoso.  Me refiero a la palabra. Su origen es el latín mulier, que significa… mujer. Es como un bucle, el origen nos devuelve a la palabra actual. Se asocia con la persona de sexo femenino. Y tiene muchas acepciones, por ejemplo, mujer que ha llegado a la edad adulta a diferencia de la niña: “Ya eres toda una mujer” O en sentido de reconocimiento: “¡Esa sí que es una mujer!” “Es muy mujer”.
Pero también están las de tinte machista, como “mujer de la calle”, o “mujer de gobierno” que para el Diccionario de la lengua española no es la que gobierna, como Angela Merkel y, próximamente, Claudia Sheinbaum. Es la “mujer de su casa” o a lo sumo, la  “criada que tenía a su cargo el gobierno económico de la casa.”
¿Se acuerdan de la rebambaramba que se armó porque un grupo de feministas quería que se quitara del diccionario la expresión “mujer fácil”?
Nuestra palabra está relacionada con “hembra”, que viene del español antiguo fembra y éste de femna, el cual surge del latín femina. El DLE añade que es  “Pieza con una concavidad o un agujero donde se introduce, encaja o engancha otra destinada a este fin, para sujetar entre sí dos cosas o permitir una conexión. La hembra de un enchufe. (...) Corchete hembra” o  “Concavidad o agujero que hay en una pieza hembra.”
Como para recordar a Octavio Paz en su ensayo “Los hijos de la Malinche”, del Laberinto de la Soledad.
Una de las más célebres falsas etimologías es la que atribuye a Julio César el origen de la palabra “cesárea”, el nombre de la operación para extraer bebés del vientre materno realizando un corte.
Pero no. La cirugía debe su denominación a la lex cesarea que obligaba a intervenir a las madres que en las últimas semanas de embarazo  enfrentaban grave riesgo de muerte. La idea era salvar, antes que nada, al producto. “Cesarea” sale de caedere, cortar.
En cambio, el mes de julio sí es epónimo del César, como agosto lo es del primer emperador romano.
Ambos tienen 31 días porque Octavio no quería tener un mes con menos días que el de su padre putativo, así que, como él, se lo tumbó a febrero.

* * *
El maniquí que derribaba a torpes caballeros en competencias y entrenamientos medievales era el “estafermo”. Respondieron a El Arca de Arena Bertha Hernández,  Francisco Báez, Luis Demetrio Flores, Marielena Hoyo y Miguel Ángel Castañeda.
Explica don Miguel Ángel que estafermo viene “del italiano «stà» y «fermo» (‘está firme’ o ‘está quieto’), que es un maniquí con figura de hombre que se utilizaba en la Edad Media para entrenamiento de la caballería”.
El Arca repasó etimologías y orígenes de palabras, y se encontró una que ahora es un insulto para personas necias, inconsistentes, tontos, bobos, de poco juicio. Tiene origen mozárabe y antiguamente era un guiso de poca consistencia. Como pista adicional está que las dos primeras sílabas corresponden a las del apellido de un actor y cantante mexicano que vivió en la calle de Jalapa de la colonia Roma y de quien sus amigos decían que era el más viejo de todos. Fue compañero de Leticia Palma en la cinta Hipócrita.

Publicado en La Crónica de hoy

06 10 18

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