miércoles, 26 de septiembre de 2018

La primera noticia: El espantable terremoto de 1541

Carlos Alberto Patiño
 
El primer hecho noticioso publicado en este continente lo fue por Juan Pablos, el impresor enviado por Juan Cromberger a la Nueva España para instalar la primera casa de imprenta en América.
Fue la Relación del espantable terremoto que agora ha acontecido nuevamente en la ciudad de Guatemala: es cosa de grande admiración y de grande ejemplo para que todos nos enmendemos de nuestros pecados y estemos apercibidos para cuando Dios fuere servido de nos llamar.
Es una hoja volante que inaugura la circulación de noticias de una manera incipiente, pero que dejará huella.
Fue el tercer impreso salido de las cajas y tipos de Juan Pablos, apenas dos años después del inicio de sus operaciones. Sorprende que no sea una publicación de tipo religioso, pero nos da idea de los intereses de los novohispanos.
Autores hay que le dan calidad de reportaje a este documento, pues brinda información de un hecho sobresaliente y con testimonios de primera mano. Yo disiento, lo veo más cercano a la crónica y no creo que se deba valorar una relación del siglo XVI con criterios contemporáneos.
Ni en técnica ni en intención.
El largo título incluye un exhorto moralizante, quizá para que no hubiera objeciones eclesiásticas a la publicación.
El desastre ocurrió el 10 de septiembre de 1541 en la ciudad de Santiago de los Caballeros, segunda capital de Guatemala. La primera tuvo que ser abandonada por una rebelión de indígenas, y ésta lo sería a causa del
terremoto.
El autor de la hoja es el escribano Juan Rodríguez, quien se esmeró en recabar testimonios de los sobrevivientes y de reseñar su experiencia y acontecimientos inmediatos.
La ciudad era gobernada por doña Beatriz de la Cueva, segunda esposa del conquistador Pedro de Alvarado, el mismísimo Tonatiuh, el ejecutor del mítico salto en la huida de los españoles de Tenochtitlán en la Noche Triste y responsable de la matanza en el Templo Mayor cuando Cortés lo dejó a cargo de la plaza.
Era gobernanta doña Beatriz, pues tras ser favorecido el Adelantado por el rey otorgándole el mando en la capitanía de Guatemala y autorizándole una expedición de conquista de las islas especieras, fue requerido por el virrey Antonio de Mendoza para sofocar un levantamiento en Jalisco y ahí murió, no por un combate, sino atropellado por un caballo.
Doña Beatriz heredó el cargo en Guatemala. Se hacía llamar “La Sin Ventura” a causa de su viudez, sin saber que lo sería más el día del terremoto y avalancha. Era de familia influyente en España y casó con Alvarado, pues éste enviudó de la hermana mayor de Beatriz, doña Francisca, a causa de unas fiebres que le pegaron en Veracruz. Y, claro, el caballero no quería perder la influyente relación familiar.
Por su cargo y por su exagerada reacción a la muerte de Alvarado, la gobernadora figura de manera importante en la hoja volante de 1541.
Así empieza el documento:
“Sábado, a diez de septiembre de mil y quinientos y cuarenta y un años a dos horas de la noche, habiendo llovido jueves, y viernes no mucho ni mucha agua, el dicho sábado se aseguró como dicho es, y dos horas de la noche hubo muy gran tormenta de agua de lo alto del volcán que está encima de Guatemala y fue tan súbita que no hubo lugar de remediar las muertes y daños que se recrecieron; fue tanta la tormenta de la tierra, que trajo por delante del agua y piedras y árboles, que los que lo vimos quedamos admirados, y entró por la casa del adelantado don Pedro de Alvarado, que haya gloria, y llevó todas las paredes y tejados como estaba más de un tiro de ballesta.”
La mujer, que acababa de retirarse a dormir, buscó refugio con doncellas y familiares en la capilla de la casa, pero la avalancha de piedra y lodo arrasó con todos y los mató.
Un testigo que fue a ofrecer socorro, Francisco Cava, dejó constancia de lo verdaderamente desventurado de la viuda: “con gran trabajo pasó hasta el aposento de doña Beatriz, y halló la cama caliente, en la que si estuviera ella y su gente se salvara, porque sólo aquello de toda la casa se salvó.” Recuerda el cronista que la mujer muchas veces decía “que ya Dios no la podía hacer más mal de lo que la había hecho”. Y llegaron el sismo y el alud.
Otro testimonio refiere un hecho casi milagroso: “Aquí acaeció un misterio grande, que un niño de seis semanas y otro de cinco años, a cada uno llevó el hilo del agua, que fueron los más chiquitos y no saben de qué manera fueron a parar gran trecho; y en la mañana los hallaron vivos, y el mayor de cinco años se halló en casa de Espinar en un corredor. Parece grande milagro haber por donde llegar; y estuvo hasta que amaneció; y acaso entró un español y lo halló, y con una cuerda lo subieron en casa de Juan de Chávez, y acabado de subir el niño cayó toda la casa donde estaba.”
Pero el personaje más llamativo es un negro que rescató al regidor Francisco López. Quedó atrapado López con su mujer por una viga que les impedía moverse cuando apareció el negro desconocido que consiguió una palanca y logró mover la viga para liberar al regidor, pero la viga cayó sobre la mujer y la mató. Luego, el funcionario vio al negro alejarse caminando como si nada, “lo cual es imposible, porque había por la calle más de dos estados en alto el cieno.”
Refiere el escribano que “La tempestad vino tan presto que no hubo lugar de socorrerse unos a otros.”
Y en otro momento resume la situación, después de hacer la lista de algunos de los fallecidos: “La ciudad quedó tan destruida y maltratada y gastada y tan atemorizada la gente, que todos querían dejarla y despoblarla, que se quedase todo perdido; y esto es lo que se platica ahora; dando infinitas gracias a Dios que nos dejó vivos. Creen que al primer temblor las casas que quedaron se hundirán, y por no esperar otra ira de mano de Dios lo quieren dejar todo; porque fue una cosa tan espantable, que nunca tal se ha visto ni se ha oído, porque traía tanta tierra y cieno por delante que corría con tanta fuerza la piedra y arena, como ríos caudales; y las piedras como diez bueyes las llevaba como corcho sobre el agua, y esto en tanta cantidad que la ciudad está llena de una balsa de una lanza en alto. Quedaron las calles que es imposible pasar por ellas, que el cieno llaga (sic) casi a las más altas ventanas. Fue la cosa tan temerosa y con tanta oscuridad y viento y aguas, que los unos no podían socorrer a los otros, y cada uno que escapaba pensaba que él sólo había escapado, y pensaron que era todo hundido hasta que vieron el día.”
Entre las primeras medidas que tomaron los españoles después de la catástrofe fue la de asegurarse que los indios de la zona no intentaran un levantamiento al verlos tan desvalidos. Eso también consta.
De la Relación del espantable terremoto se conserva un ejemplar en la Biblioteca Nacional de Guatemala y la UNAM tiene una copia.
Una segunda impresión de la hoja volante se hizo en España al poco tiempo de su publicación en México, con dos variantes en el título para indicar que los acontecimientos ocurrieron “en las Indias en una ciudad llamada Guatemala”.
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De El Arca de Arena: El medianil es el nombre de la zona donde se pliega el papel en una publicación de dos o más hojas. También se denomina así al espacio entre columnas (al que algunos llaman calle). El cordonel es la pleca que se imprime en ese espacio.
La respuesta vino de Francisco Báez, Marielena Hoyo, Luz Rodríguez y Luis Demetrio Flores.
Bien, el Adelantado Pedro de Alvarado despierta la curiosidad de El Arca y se pregunta, ¿cuántos conquistadores podrán nombrar de memoria sus asiduos seguidores? Es de memoria, sin guglear.
 

Publicado en La Crónica de hoy
22 09 18

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