sábado, 23 de julio de 2016

De países extintos y tierras imaginarias

Hay países que ya no existen. Desaparecieron por los avatares de la historia. Hay otros que no tienen materialidad porque forman parte del reino de la imaginación.          
Cuando yo estudiaba, el mapamundi incluía naciones que se desvanecieron en menos de 50 años.     
Había, por ejemplo, una Yugoslavia, una Checoslovaquia y una Unión Soviética.
Cuando mi madre estudiaba, su libro de historia contemporánea llegaba a la Primera Guerra Mundial. Y había otros países, como los Imperios austrohúngaro, otomano y ruso.
Hubo en el siglo XX países efímeros como El Manchukuo, de gobierno chino fantoche al servicio de los japoneses en la Segunda Guerra Mundial; la República de Saló (República Social Italiana), títere nazi en el norte de Italia; o Vietnam del Sur, formado tras la salida de Francia de Indochina, antes Cochinchina.
Los hubo que duraron siglos y ahora son sólo recuerdo como al-Andalus.
De aquel imperio donde no se ponía el Sol, queda la memoria, como permanece la de su enemigo ancestral, la pérfida Albión, cuya añoranza de las épocas de gloria la llevaron al Brexit.
De incas, aztecas y mayas nos quedan ruinas y genes.
La herencia griega la absorbimos todos. Y no se diga de Roma.
La península balcánica dio origen a la palabra balcanización, que significa desintegración, fraccionamiento de un territorio en entidades generalmente hostiles. Hace falta un grueso volumen para entender el rompecabezas de esos estados que se componen, se descomponen  y se recomponen.
Hay países que permanecen a pesar de haber sido repartidos, invadidos, fragmentados y vueltos a reunificar. Tal es el caso de Polonia o de las Repúblicas Bálticas (Lituania, Estonia y Letonia) conocidas ahora como los Estados Bálticos.
No conformes con la multiplicidad de naciones, los humanos nos hemos hecho de un importante catálogo de lugares imaginarios. La lista es larga como grande es la capacidad de invención.
Los hay que figuran en la literatura y en las tradiciones y los hay inalcanzables, aquellos que se persiguen como un ideal al que nunca se accede, pero donde la riqueza y la felicidad campean.
En primerísimo lugar está la ínsula “Barataria”, que con tanto tino gobernó Sancho Panza a partir de los sabios consejos de su señor don Quijote.
“Macondo” es otro fundamental. El terruño de los Buendía tiene tan fuerte personalidad que muchos amigos y conocidos provincianos, cada vez que hablan de sus pueblos, los llaman Macondo, aunque las diferencias ambientales sean tales como las que distinguen a la zona colombiana del sitio original con las de, por ejemplo, Caborca, Sonora.
Para citar otro territorio recientemente vuelto a la fama por el cine, está “La Comarca”, hogar de Bilbo y los otros hobbits.
En esta lista, hecha sobre todo de memoria, no puede faltar “El País de las Maravillas”, donde el Conejo, la Liebre de Marzo y el Sombrerero reciben a Alicia.
En “La Tierra de Nunca Jamás”, Peter Pan, el muchacho sempiterno, con su grupo de niños perdidos, combate al capitán Garfio.
La isla de “Mompracem” es el refugio donde Emilio Salgari ubica a Sandokán, Yáñez de Gomara y los valientes Tigres de la Malasia. “Yoknapatawpha” es el mítico condado de Mississippi que William Faulkner usó para alojar a los Sartoris, los Snopes, los Compson y los Sutpen.
En otra isla, “Lilliput”, Jonathan Swift hace recalar a Gulliver para ser capturado por los personajes diminutos que luego lo hacen su amigo.
“R’lyeh” y “Arkham” son escenario para los personajes de H.P. Lovecraft, desde el formidable Cthulhu a Nyarlathotep y el soñador Randolph Carter, quien en sus viajes oníricos va en busca de la desconocida “Kadath” y traspasa las enormes puertas de “Perdóndaris”, talladas en una sola pieza de marfil.
En las Montañas de la Locura (Antártida) habitan seres prodigiosos. En ese relato, Lovecraft da continuación a La narración de Arthur Gordon Pym, la única novela de Edgar Allan Poe.
Utopía, de Tomás Moro, prototipo del mundo ideal, es de referencia obligada.
La “Shangri-la”, de Horizontes Perdidos (James Hilton) es también un paraíso.
Del “Reino del Preste Juan”, de tradición medieval, hace Umberto Eco objetivo de su personaje Baudolino.
Al “País de la Cucaña” suele llamársele  también “Jauja”, pero este último lugar sí existe. Es una ciudad en Perú, célebre por sus riquezas, tantas, que se convirtió en referencia mítica de país de la abundancia.
En cambio, “El Dorado”, “La Cíbola” y “La Quivira” son lugares míticos que despertaron la codicia de los conquistadores de América y que contribuyeron a extender las exploraciones a lugares de difícil acceso.
¿Y la “Fantasía” que Bastián Baltasar Bux debe salvar para resguardar a la Emperatriz Infantil?
No encuentro la manera de concluir este “Giros”.
Faltan regiones como el “Hades”, el “Olimpo”, “Asgard”, “Mictlán”, el “Edén”.
¿Y todas la Ciudades Invisibles, de Italo Calvino, o Camelot?
Faltan planetas como “Vulcano” y “Kriptón”, origen, respectivamente, del Señor Spock y de Kal-el, conocido como Supermán. Ciudades como la “Gótica” y “Metrópolis” merecen su lugar.
Faltan los continentes perdidos de “La Atlántida”, “Mu” y “Lemuria”.
Y por no ignorar al universo de los cómics, van “Patolandia”, “Ixtac” y “La Coyotera”, residencias de Donald y sus sobrinos; Chanoc y Tsekub; y del cacique don Briagoberto Memelas, compadre de Borola Tacuche de Burrón.
No se agota el compendio. ¿Qué sitio fantástico incluirían los lectores?

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Al juego de moda, el Pokémon Go, le sobra la tilde. Por artificial que sea, la palabra es grave terminada en “ene”. Y como sabemos, a esas palabras no se les pone acento escrito.

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Corrió con suerte El Arca de Arena, pues recibió respuesta de Marielena Hoyo, Francisco Báez, Claudia Sánchez, Gerardo Galarza y Mario Vázquez. Las pequeñas tiras del pantalón que sujetan el cinturón son las trabillas o presillas.
El Arca pide ahora la palabra que describe al lugar de tormento desde donde Quasimodo veía a Esmeralda, y luego tuvo la fortuna de recibir su consuelo. También es anagrama de una disciplina de la física y de la casa en la que se mercan espejuelos.

23 07 16

Publicado en La Crónica de hoy

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