sábado, 9 de julio de 2016

Eufemismos

Giros

Carlos Alberto Patiño

Un eufemismo puede ser una cuestión de tacto, de delicadeza. Es disimulo y muchas veces intento de engaño.  Es territorio fértil para lo “políticamente” correcto. Es una forma de edulcorar la realidad.    El Diccionario de la lengua española dice que es una “Manifestación suave o decorosa de ideas cuya recta y franca expresión sería dura omalsonante.”
Para el Diccionario del español de México es “Palabra que se juzga inofensiva o socialmente aceptable y que sustituye a otra cuyo uso o significado el hablante considera vulgar, ofensivo, violento o tabú.” Y pone como ejemplos “Como cuando se dice blanquillo en lugar de huevo, persona de color en vez de persona negra, o hacer el amor por tener relaciones sexuales.”
Los gobiernos son muy proclives a usar este recurso.
Verbigracia, cuando llaman “encharcamientos” a las inundaciones o cuando se refieren a “cortes viales” para disimular el cierre de calles.
Las zanjas son simplemente “baches” y las tormentas y tempestades son “lluvias atípicas”.
Vandalizar, bloquear calles y carreteras, agredir… son formas de la “libre manifestación”.
Se dice que los impuestos no subirán, sólo se hacen ajustes por la inflación, pero si a los sueldos no se les hace tal ajuste, los ciudadanos de a pie sí sufren un aumento.
También se hacen ajustes de personal para no causar pánico con la palabra despidos.
La reforma sigue en pie, solamente se revisa. Y el funcionario no fue destituido, su renuncia fue por motivos de salud.
En la vida cotidiana se usan para disimular insultos: la tiznada, la porra, la goma…
Chin, chin marín, chintetes, chifosca mosca…
Pero con lo políticamente correcto, tejones porque no hay liebres. Son a veces artísticas las piruetas que hacen algunos para maquillar defectos.
Veamos.
Antes, con un diminutivo cariñoso bastaba. A los ancianos les decíamos viejitos, abuelitos. Luego nos salieron con la nebulosa expresión “adultos mayores” (¿Mayores que quién?) y ese oxímoron de los “adultos en plenitud” (Sólo que sea por la plenitud de achaques).
Claro que la idea de la vejez ha cambiado y que cuenta la actitud del sujeto afectado por la edad, pero nada le quita la palabra “viejo” a un ruco.
La discriminación las más de las veces está en la mente del que atenúa las palabras para negar la realidad.
Un ciego es el que no ve, ¿a qué viene eso de invidente? Quizá como sinónimo.
Al miope le decíamos “cegatón”, “Mister Magoo”, hasta “cuatrojos”, pero la intención blandengue nos lleva a los “débiles visuales” y ahora a las personas con discapacidad visual.
Si a alguien le falta un brazo o lo tiene baldado es un manco y si perdió una pierna es un cojo.
¿Dónde está lo peyorativo en las antonomasias El Manco de Lepanto o El Manco de Celaya?
Pero hay quien piensa que enmascarar cambia la realidad, como con las “personas con capacidades diferentes”. ¡Mecachis! ¡Todos tenemos capacidades diferentes!
Que se busque respeto a quienes tienen limitaciones o padecen males incapacitantes, no implica el camuflaje. De hecho para resolver un problema primero hay que reconocer que lo hay. Con poner las cosas bajo la alfombra de los eufemismos no se arregla nada. Es una manera de hacerse como el Tío Lolo.
De otro tipo son expresiones como “voy al tocador” o “voy a polvearme la nariz”, pero esta última, en los tiempos que corren, podría causar suspicacias.
Cómo cambian los significados. Antes “hacer el amor” era hacer la corte. Hoy denota lo que dice el DEM en el ejemplo arriba citado.
Pensador, penitente, pendécuaro... difuminan el hacer del citado Tío Lolo.
Y ese mamema publicitario que invita a llamar clásico a un auto viejo. Dar una gratificación parece algo aceptable, pero si se le da a un servidor público, es una mordida monda y lironda, aunque sea sólo para los chescos.
Como si adornando las palabras desapareciera el feo trasfondo.
Las ahora llamadas sexoservidoras no necesitaban otra denominación, las hay en abundancia. Desde “la horizontal”, “la moza del partido”, “hetaira” y un largo etcétera. La palabra de cuatro letras es corta y directa, pero aunque muy útil por esas características, tampoco podríamos usarla para hacer titulares.
Los órganos genitales tienen su propio catálogo, tanto los masculinos como los femeninos.
Pero de esos, lectores, que cada quien se haga cargo y elabore su propio recuento.
.-.-.-.-.
A la petición de palabras oídas en la infancia, Bertha Hernández aportó “sorgatón” y “baquetón”, que equivale a “labregón”, y me recuerda la que en mi casa decían, “verdolagón” cuyo significado es como el de “grandecito”: “Ya estás muy sorgatón para andar con jueguitos”, “¡Eres un labregón sin oficio ni beneficio!”, “Tamaño verdolagón y todavía se chiquea”. El baquetón es un tremendo haragán, conchudo y cínico.
Marielena Hoyo propone la siguiente lista: Pachucho, que en el Diccionario breve de mexicanismos de Guido Gómez de Silva aparece como “pachichi”. Proviene “del náhuatl pachichina, de chichina ‘chupar’ [raíz: chichi ‘mamar’]) y significa pasado y arrugado”. Según el DLE también es flojo, alicaído, desmadejado.
“Aposcaguado” es la condición en la que queda la ropa que no se seca y se guarda húmeda. ¿Cómo le quito lo aposcaguado a esta camisa que se quedó en el rincón? El olor es muy peculiar.
Añada doña Marielena cachivache o trebejo, carromato, chincheros (una expresión), cuidadete, covacha y malandrín.

El Arca de Arena recibió la respuesta de la misma colega.
Opalino es la palabra para algo entre blanco y azulado. En femenino es un papel (cartulina opalina). Su anagrama forma parte de Europa (Polonia).
Y ya entrados en eufemismos, pregunta El Arca de Arena ¿A qué equivale “cometió un error porque experimentó una súbita disminución de facultades intelectivas”? Se vale contestar con otro eufemismo. 


09 07 16

Publicado en La Crónica de hoy

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