lunes, 30 de julio de 2018

¡Palabra!

Carlos Alberto Patiño






“—Repetid mis palabras

—Mis palabras, mis palabras”

Cartas de color

Les luthiers





Las palabras son tema de este espacio. Hemos abordado aquí significados, usos, historia, etimologías y el mal empleo de algunas.
Son importantes las palabras. Sin ellas no tendríamos una comunicación eficiente. Habladas o escritas son esenciales para la humanidad.
La palabra “palabra” significa, según el Diccionario de la lengua española, “Unidad lingüística, dotada generalmente de significado, que se separa de las demás mediante pausas potenciales en la pronunciación y blancos en la escritura”. También es la “Representación gráfica de la palabra hablada”, la “facultad de hablar”, la “aptitud oratoria” y el “empeño que hace alguien de su fe y probidad en testimonio de lo que afirma.”
Equivale, según la misma fuente a “promesa u oferta”´y al “derecho, turno para hablar en las asambleas políticas y otras corporaciones. Pedir, conceder, tener, retirar la palabra; hacer uso de la palabra.” E incluye la acepción de “ninguna cosa” como en “no logré entender palabra. Se fue sin decir palabra”.
El Diccionario del Español de México, del Colmex, incluye otras definiciones: Es la “unidad del vocabulario de una lengua, formada por una o más letras o sus sonidos, a la que corresponde un significado, como todas las que están escritas y separadas por espacios en este diccionario: “Niño, cantó, sorda, un, muy y pero son palabras del español”
Añade el DEM la explicación de “Mala palabra, palabra gruesa, palabra malsonante o palabrota” que es “la que se usa para insultar a una persona o la que molesta su sensibilidad, por significar cosas socialmente consideradas como malas o prohibidas.”
Palabra viene del latín “parábola” y ésta deriva del griego equivalente. Con apego estricto a la etimología, significa algo así como lanzar desde un lado, lo que no me parece muy claro. Parábola es también una figura literaria, muy socorrida en los Evangelios, y define a una curva.
Es difícil entender esta etimología. Hay autores que se remontan a raíces más antiguas para decirnos que palabra y habla se relacionan en su origen por una reproducción onomatopéyica.
Andrés Bello, el gramático del español de Iberoamérica, y a quien dedicaremos una próxima entrega, clasifica las palabras “atendiendo ahora a los varios oficios de las palabras en el razonamiento, podemos reducirlas a siete clases, llamadas Sustantivo, Adjetivo, Verbo, Adverbio, Preposición, Conjunción, Interjección.”
Podemos clasificar las palabras fonológicamente, por su pronunciación. Así tenemos las agudas (oxítonas), de las que todos sabemos que cargan la pronunciación en la última sílaba. Las hay, recordemos, con la tónica en la penúltima. Son la graves o llanas (paroxítonas). Las esdrújulas (proparoxítonas) marcan el acento en la antepenúltima y las sobreesdrújulas (preproparoxítonas) en las sílabas anteriores.
Otra de las múltiples formas de clasificación es por el número de sílabas. Monosílabas, bisílaba, trisílabas, tetrasílabas, pentasílabas...
¿Se acuerdan de las más largas, como electroencefalográficamente?.
Desde el punto de vista semántico, las palabras son símbolos. Representan objetos ajenos al lenguaje. Son portadoras de conceptos.
La palabra “palabra” aparece en expresiones coloquiales como “te doy mi palabra”, “es un hombre de palabra”.
Alguien es de “pocas palabras” cuando es parco al hablar.
Con “quitar la palabra” tengo una anécdota. Cuando estudiaba esta (apasionante) carrera en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales (UNAM), el periodista Alberto Bailey nos daba clase de entrevista. Explicaba él algunas técnicas para la práctica del género, cuando de la parte media del salón salió una voz. Era la compañera Connie. “Profesor, preguntó, ¿cómo podemos hacer si el entrevistado se extiende mucho o se sale del tema?
El profesor sonrío y dijo: “Exactamente como usted lo acaba de hacer”.
Ocurre a las parejas, y en otras circunstancias, que se llega al punto de “hacerse de palabras”. Pero si uno de los involucrados se da la vuelta y se va, deja al otro “con la palabra en la boca”. Pueden ser de ésos que siempre quieren tener la “última palabra”.
“Bajo palabra” o “a la palabra” es hacer las cosas con plena confianza de los demás.
De las “palabras domingueras” ya se ha comentado en este espacio.
Las “palabras mágicas” son las que obran prodigios, como “abracadabra”, “ábrete sésamo” y “hocus pocus”, pero también son las que exigen las tías regañonas: “gracias” y “por favor”.
Las “palabras mayores” son, entre nosotros, las de gran importancia: “¿Que te vas a casar? ¡Ésas son palabras mayores!”. Palabras mayores es el título de una novela de Luis Spota, de su serie La costumbre del poder, que cuenta la historia del destape de un candidato.
Sin embargo, para la Real Academia Española, las mayores son las malas palabras, las injuriosas.
En contraparte, están las “buenas palabras”, las que expresan cortesía y sirven para salir de un problema de buena manera: “Al final, todo quedó en
buenas palabras.”

La “palabra de rey” es un hispanismo que va perdiendo vigencia y gracia. Se suponía que era la buena; dice el DLE que se usa: “para encarecer o ponderar la seguridad y certeza de la palabra que se da o de la oferta que se hace.” Pero, vista la actuación del monarca emérito de España, don Juan Carlos de Borbón, poca confianza resta en ella.
Las palabras cruzadas son crucigramas.
Quién sabe por qué, para el DLE, las “palabras libres” son las deshonestas. Es extraña esa asociación entre libertad y
deshonestidad.

Ésta es buena. “Palabras de oráculo”: “Respuestas anfibológicas que algunas personas dan a lo que se les pregunta, disfrazando lo que quieren decir”. Conste que es a propósito, no como muchas notas periodísticas a las que nadie entiende.
Entre otras locuciones está “beber las palabras de alguien” que significa, según el diccionario académico, escuchar con extrema atención.
En cambio, “comerse las palabras” es omitirlas, en el habla y en los escritos.
“En una palabra” o “en cuatro palabras” es resumir, es explicar de manera breve. Pero una “media palabra” es signo de incomprensión: “No entendí ni media palabra.”
Tener “una sola palabra” no es evidencia de escasez de vocablos, sino señal de probidad, de formalidad, pero no tenerla es conducta de bellacos.
“Juego de palabras”, “facilidad de palabra”, “palabra del Osito Bimbo”... No me alcanzan las palabras…
Mejor nos apalabramos para después.

.-.-.-.-.
Regaños.
Estos van con dedicatoria a las secciones financieras. La palabra automotriz es femenina (de género, nada que ver con el sexo).
Automotor es el adjetivo masculino. Si a usted le presentan una nota sobre el “sector automotriz”, lo están engañando. Eso no existe. Si es sector, sustantivo masculino, debe ser automotor. La industria sí es automotriz (femenino con femenino). Es concordancia elemental.
.-.-.-.-.-.-.-
A la inquietud de El Arca de Arena por conocer el nombre de la tabla que sirve de soporte a una colección de armas de esgrima como floretes y sables, denominación que comparte con una armadura formada con todas sus piezas y con la rama de la arqueología que estudia las antiguas armas de mano y las armaduras, respondieron Bertha Hernández y Marielena Hoyo. Es la panoplia.
El Mundial de futbol le dejó una duda a El Arca. ¿Por qué se llama balón la pelota que sirve para ese espectáculo?

 07 21 18
Publicado en La Crónica de hoy


No hay comentarios:

Publicar un comentario