miércoles, 27 de septiembre de 2017

El demonio Titivillus y el duende de la redacción

Carlos Alberto Patiño





Los personajes del título son responsables de los errores en manuscritos, papiros, pergaminos, libros e impresos como los periódicos.
Escribanos y copistas eran víctimas frecuentes del demonio; escritores, redactores y correctores lo son del duende.
En la Edad Media se decía que el diablo, en su afán de confrontar a Dios, causaban distracciones a los amanuenses para distorsionar la palabra divina, ya sea en las traducciones o en las transcripciones.
Otra de sus funciones era la de anotar los pecados que veía en los conventos.
La especialista en la historia del santuario de Santiago de Compostela Jeanne Vielliard lo llama, con un juego de palabras en francés, “démon des copistes et de moins étourdis o sea, “demonio de los copistas y los monjes aturdidos”.
Precisamente, Titivillus era también encargado de llevar la cuenta de los monjes que se distraían durante las celebraciones religiosas y rezos.
El personaje hacía “diabluras” a los monjes. Pero, como se sabe, las costumbres monacales no están desprovistas de maña, y los que fueron víctimas transmitieron la culpa al diablillo y le atribuyeron a él las fallas que más frecuentes se hacían en cuanto crecía la demanda de libros.
Con la invención de Gutenberg se multiplicó la producción de textos… y la de las erratas. De hecho, los abades tradicionalistas atribuían al demonio el origen de la imprenta.
Con la aparición de las publicaciones periódicas creció exponencialmente el número de erratas, aunque ya había especialistas —los correctores— dedicados a expulsar a los demonios. De hecho, con la preponderancia del laicismo, los hijos de Belcebú fueron perdiendo terreno en el panteón de los redactores, pero dejaron su lugar a los duendes.
“¿Qué pasó?”, se oye la voz tonante de un directivo. ¿Nadie vio tan tremendo error? “Nadie, ni usted”, se oye decir a un corrector temerario, a lo que revira el jefe: “¡Malditos duendes!”
Al duende de la redacción nadie lo ha visto (bueno, conocí a un redactor que decía que sí, pero era cuando estaba en cataclísmico estado etílico), pero como se dice de las brujas: “de haberlas, las hay”
En la historia del periodismo mexicano está el famoso caso del Diario de México. Ese día el duende se cargó al periódico. Ocurrió en 1966, en los años del gobierno de Gustavo Díaz Ordaz, a quien el pueblo  llamaba “chango”.  En un acto organizado por dueños de gasolineras, una gran imagen del Presidente encabezaba la reunión. El mismo día llegó al Zoológico de Chapultepec una par de monos.
El duende, seguramente conocedor del papel de gorila que tendría el mandatario, intercambió los pies de grabado. El de los monos decía
“Convención de gasolineros”. En el otro quedó el pie: “Se enriquece el zoológico. En la presente gráfica aparecen algunos de los nuevos ejemplares adquiridos por las autoridades para divertimento de los capitalinos.”
Díaz Ordaz mandó clausurar el periódico. Desconfiado como era, nunca creyó en el papel del duende.
Recientemente, El Sol de Hermosillo fue pasto de las redes sociales, tan intolerantes como GDO. Se anunciaba la visita a México de un funcionario estadunidense, el secretario de Seguridad Interior John F. Kelly.
Esta vez el duende se puso nostálgico y consiguió que el formador pusiera una foto de John F. Keneddy. “Las iniciales son las mismas”, susurra nuestro personaje.
Los duendes pululan en las redacciones del mundo. Por ejemplo en los diarios españoles han dejado su huella en gazapos como éste, del diario de Bilbao El Nervión. La nota trataba de un encuentro de waterpolo con un clima poco favorable. El titular rezaba:  “sfsadfjksadlfjkasdlfjasl djf lñasdjfasfasdf”.
Eso me recuerda una errata que nos ocurrió por aquí. El pie de foto decía: “Aquí debe ir un pie de foto”. Debía, pero no fue.
Cuando las cosas se hacían a mano, los formadores revolvían la tipografía de líneas y hasta de párrafos. A eso se le llamaba “empastelar”. Y ese pastel lo disfrutaban los duendes cuando el  galimatías llegaba a los lectores.
Algunos creyeron que los duendes sería erradicados con ayuda de la tecnología, pero pronto se descubrió que se habían disimulado en  los autocorrectores y en el autocompletar.
Ya lo habrán parecido, parecito, panecito... padecido.
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Los momentos que vive el país han dejado salir a la luz a los verdaderos mexicanos. Mujeres, hombres, jóvenes, mayores, niños, milenials… demuestran algo de lo que siempre hemos estado convencidos en Crónica. Contamos con personas valiosas, valerosas, buenas. Nunca faltan negritos en el arroz. En muchos casos son motivo de nuestra atención por las características de nuestra actividad. Pero esas excepciones no deben opacar a quienes sí hacen los necesario por nuestro país.
Con esa idea, en 2010 el diario decidió reconocer a mexicanos cuya labor contribuye a la grandeza de México. El Premio Crónica se otorga en el mes de octubre en un recinto que lleva el nombre de un gran mexicano, el auditorio Jaime Torres Bodet, del Museo Nacional de Antropología.
Ahí estaremos el 9 de octubre, orgullosos de nuestro México y de los galardonados.
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Radix.
“Premio” viene de términos latinos que significan “escoger antes” y que cobra el sentido de “escoger al primero”.
“Galardón”, de origen germánico, es recompensa por los méritos o servicios.
“Reconocimiento” es el acto de destacar. Tiene en prefijo “re” que denota reiteración y “conocer”, que etimológicamente es “todo en la vida”.
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Regaños.
Los hay para todos. Medios impresos, electrónicos, redes sociales, comentaristas, críticos, locutores, redactores y hasta rumoradores.
Desde inicios de este siglo los sismos ya no se miden en grados Richter.
Los sismólogos han establecido una unidad de medida que supera los inexactitudes de la escala referida.
Explica el Servicio Sismológico Nacional (UNAM), en su sitio electrónico:
“Existen diferentes formas de medir la magnitud, esto quiere decir que existen diversas fórmulas matemáticas para calcularla. De hecho, actualmente ya no se usa la escala de Richter original, la cual es algo antigua y en su momento se hizo para ser utilizada con un tipo de sismómetro que ya no se usa y en otra región geográfica diferente a México.    “Las magnitudes que usamos ahora son: La magnitud de coda Mc, la magnitud de energía Me, la magnitud de momento sísmico Mw, entre otras. Cada una de estas formas de calcular la magnitud tiene sus ventajas y sus limitaciones. Algunas son más rápidas de calcular pero menos precisas, otras son más precisas pero su cálculo necesita más tiempo; unas son más confiables para sismos pequeños, otras para sismos grandes. Esta es una de las razones por la cual, para algunos sismos, la magnitud preliminar -la primera que se reporta- a veces se cambia un tiempo después, cuando ya se pudieron realizar cálculos más precisos.”
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El Arca de Arena se había emocionado con los términos médicos, y pidió “el que se usa para describir la excesiva producción de líquido por glándulas de la piel. Es algo que provoca incomodidades al saludar. Para evitarlo los practicantes de la halterofilia se ponen magnesia.”
Francisco Báez y Rigoberto Aranda respondieron “hiperhidrosis palmar”. Luis Demetrio Flores solo dijo “hiperhidrosis”. Marielena Hoyo y Octavio Martínez refieren “diaforesis”, que sí es sudoración excesiva, pero de todo el cuerpo.
(Doña Marielena, la omisión de su respuesta a la pregunta anterior, la del “búmeran”,  es completamente atribuible a Titivillus, quien junto con el duende que por aquí campea, consiguieron ofuscarme).
Bien, el término que El Arca busca esta vez describe el efecto que nuestros personajes lograban producir en la mente copistas, redactores y correctores. Tiene que ver con las nubes.

23 09 17 

Publicado en La Crónica de hoy


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