viernes, 15 de abril de 2016

La kafkiana “K”

Carlos Alberto Patiño

La “k” es una  letra de uso extendido en las redes. La ocupan los jóvenes en el lenguaje taquigráfico con el que se comunican. La emplean los ingenieros para referir capacidades y la utilizan escribientes que necesitan incluir un kiosko o una kermés en sus relatos.
Es la undécima letra del alfabeto español y la octava de sus consonantes. La heredamos de la “kappa” griega.
El Diccionario de la lengua española dice que la tenemos “principalmente en préstamos de otras lenguas, como vodka o kayak, o en voces transcritas de lenguas que no emplean el alfabeto latino, como kebab o kipá.”.
Karma es una de ésas que nos vienen de otros idiomas.
La “k” tiene valor simbólico. Escrita en mayúscula representa al potasio o al quilate en joyería. Es también un aminoácido, la lisina, fundamental para los humanos.
En física es el Kelvin, unidad para medir las temperaturas absolutas.
En el béisbol representa a los ponchados.
En su forma minúscula, seguida de una “g” es expresión de la unidad de medida equivalente a mil gramos, si la sigue una “m”, es el kilómetro y si la sigue una “w” es el kilowatt o kilovatio.
“K” se llama el agente más experimentado de la organización Hombres de Negro. “Ka” es el nombre de la serpiente de El libro de la selva, de Rudyard Kipling.
El “Señor K” es personaje de las Historias del almanaque, de Bertolt Brecht y “José K”es el protagonista de El proceso, de Franz Kafka.
En la versión estadunidense del Scrabble en español, tiene un valor de 8 puntos y solo hay una ficha. En la que tengo yo, desafortunadamente  no hay ni una.
En el Diccionario esencial de la lengua española, de la Real Academia, hay 87 entradas para esta letra. El de mexicanismos incluye 32, aunque si ya nos dijeron que la letra se usa para vocablos prestados, ¿de dónde salen tantos “mexicanismos” con “k”.
Bueno, ya habíamos visto (http://giroscronica.blogspot.mx/2016/03/un-clavado-en-el-diccionario-de.html) que nuestros académicos no tienen empacho en considerar “kotex” como una palabra propia del español de México.
Una palabra interesante terminada en “k” es “amok. Significa furia repentina, y es de origen malayo. Hay un síndrome psiquiátrico así denominado.
Los afectados por el amok se llenan súbitamente de ira homicida y se lanzan sobre cualquiera al que consideren un enemigo.
Stefan Zweig escribió una novela con ese título, donde el personaje padece una obsesión extrema que lo lleva a echar por la borda su vida profesional y a suicidarse.
Julián Soler y María félix dieron vida a los personajes del libro en una película homónima que sirvió para popularizar el término en el México de los 40.
“Kiwi” es fruta y animal. La primera es de origen chino y el animal es originario de Australia. Paisano suyo es el “koala”.
Kimono, la prenda japonesa, está en el Diccionario de la lengua española y en el Esencial, también de la DRAE, pero por quién sabe qué clase de discriminación, no aparece “kilt”, la falda masculina escocesa e irlandesa. Curiosamente el Diccionario esencial de Larousse sí l a incluye. Por cierto que éste es el que menos entradas tiene para la “k” (43).
“Kriptón” es el elemento 36 de la tabla periódica y se representa como Kr.
“Krypton” no está en los diccionarios, pero todos sabemos que es el planeta de origen de Kal-el, conocido en la Tierra como Supermán. De los restos de ese planeta viene la “kriptonita”, letal para el superhéroe.
“Kirieleisón” es un canto para el oficio de difuntos. “Kori” se llamaba un popular chicloso de los años 70-80.
“Kris”, el arma favorita de los  Tigres de Mompracem, desde luego que tiene su lugar.
La palabra con “k”inicial más larga que registra el DLE es “kinesioterápico”.

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Vamos con El Arca de Arena. Para variar (el uso de esta forma de decir  tiene su tinte de ironía; los ultracorreccionistas sin humor ponen “para no variar”) Marielena Hoyo envió la “que podría ser la respuesta…: Propiocepción. Sistema mediante el cual nuestro cerebro recibe información sobre la posición y/o movimientos de las diferentes partes del cuerpo.”
Es casi sinónimo de la de El Arca: “Cenestesia”, que es la “sensación general del estado del propio cuerpo”.
La palabra de hoy tiene que ver con la prédica, con la conversión. Es la que describe el anuncio de El Salvador que se hace a los no creyentes.

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Daré mi lista de los libros de relectura en los seis meses finales. No me decidiré por El Quijote, porque hay que cumplir un plazo. Pero  sí lo haré con algunos capítulos. Todas las mañanas del mundo, de Pascal Quignard, sí que estará. De Umberto Eco, El cementerio de Praga, Baudolino  y Número Cero. Molloy, de Samuel Beckett; El tambor de hojalata, de Gunther Grass, las Narraciones extraordinarias, de Poe, en la traducción de Julio Cortázar. Y de éste, Historia de cronopios y famas y los capítulos 68 (Apenas él le amalaba el noema...), 41 y los de las  morellianas de Rayuela.
El tomo uno de los Paradaillán, de Michel Zévaco. El complot Mongol, de Rafael Bernal, el Halcón Maltés, de Dashiell Hammet; Estudio en escarlata y Un escándalo en Bohemia, de Arthur Conan Doyle, el capítulo sobre El Primero sueño en Sor Juana Inés de la Cruz o Las trampas de la fe, de Octavio Paz.
El capítulo “Esto matará aquello”, en Nuestra señora de París, de Víctor Hugo. Gödel, Escher, Bach. Una eterna trenza dorada, de Douglas Hofstadter; Los sonámbulos, de Arthur Koestler; Breve historia del tiempo, de Stephen Hawking.
Todavía me falta algo de Borges, de Donoso, de García Márquez, de Roa Bárcena, y de los cubanos y de…
¡Doctor, necesito otros dos años de vida!

12 03 16

Publicado en La Crónica de hoy   



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