viernes, 15 de abril de 2016

Plagado de errores


Carlos Alberto Patiño

Ya hablamos del horroroso cambio de sentido de la palabra “bizarro”. Hemos señalado el mal uso del término “demasiado” y del equívoco empleo de “lucir”.
¿Se acuerdan del “panecito”?
Ya deberíamos saber que “previo” es adjetivo, no adverbio y que, por lo tanto, requiere de un sustantivo al cual modificar.
Y “a través”, con cuánta claridad lo explicó Archibaldo.
Bien… No, mal (¡Ah, las muletillas!).
Me he dado cuenta de que algunas agencias de noticias, cronistas, y reporteros creen que “plagado” equivale a lleno. Pero, si proviene de plaga no puede ser algo positivo, puesto que una plaga nunca lo es.
Publican los malescribientes “La alfombra roja se vio plagada de estrellas”.
Dicen los malhablantes “El escenario estaba plagado de celebridades…”
Debieron poner algo así como “Por la alfombra roja desfiló una multitud de estrellas”, “El escenario estaba lleno de celebridades…”
Siendo exagerados, podrían usar el término pletórico.
Si el enunciado es “la Condesa está plagada de hipsters”, el vocablo está bien empleado.
El problema, como en el caso de “demasiado” o de “lucir” es que se utilizan palabras sin conocer su significado. Y eso se debe a dos causas. La carencia de lecturas y la falta de consulta al diccionario.
La primera tiene fácil y obvio remedio, pero conlleva un requisito: que se entienda lo que se lee.
Es una pena. Me consta que en primarias y secundarias públicas y privadas, se realiza la práctica de la lectura de comprensión. He visto los exámenes correspondientes y… También he visto a egresados universitarios incapaces de entender lo que leen.
Es real. Lo he constatado como profesor y como profesionista, en niveles no sólo sorprendentes sino alarmantes.
Más allá del consumo de ácido fólico por parte de las madres de los afectados o la falta de ingestión de leche en la infancia, si se hace un esfuerzo, esta debilidad puede subsanarse atendiendo al segundo problema.
Consultar el diccionario ayudará a comprender lo que se lee.
Sé, también de manera directa, que en la primaria y en la secundaria es imprescindible contar con un diccionario escolar.
Ya les he relatado sobre mi interés por los diccionarios. Si ustedes no padecen ese vicio, por lo menos tendrán en casa el del pequeño Yovani, Jovanni, Geovani, Giovani, o como le haya tocado que se escriba el nombre del chico del hogar.
Y qué les digo. Hay, asimismo, glosarios para usarse en la PC, la lap, la tablet y hasta en el teléfono.
Nada más es cuestión de voluntad.
El procedimiento puede ser más o menos así. El paciente de confusión toma un libro, cualquiera, a condición de tener la seguridad de que está bien escrito.
Vamos, pues, leyendo. No pasando los ojos por las páginas y pensando en otras cosas (si dejó los frijoles en la lumbre, mejor sí piense en otra cosa y después siga leyendo). Tratemos de entender lo escrito. De pronto nos topamos con la palabra “hidalgo”, referida, como es evidente, al Caballero de la Mancha.
A los mexicanos, la palabra nos remite al apellido del héroe de la Independencia. Dudamos un poco y decidimos consultar el diccionario.
Si no deseamos interrumpir la lectura, usemos una tarjeta para anotar las palabras que luego consultaremos.
Busquemos el ejemplar impreso. Si vamos a usar la tecnología, tengamos cuidado. No hay que guglear la palabra. La internet está llena de basura. Podemos escribirla de todas las formas que se nos ocurra y la red arrojará resultados y definiciones falsas, en broma, engañabobos, delirantes y… hasta las verdaderas. Lo mejor es consultar directamente el diccionario, en este caso el de la Real Academia:
“hidalgo, ga
De fidalgo, y este del ant. fijo dalgo; literalmente 'hijo de algo'.
1. m. y f. Persona que por linaje pertenecía al estamento inferior de la nobleza.
2. adj. Perteneciente o relativo a un hidalgo. Familia hidalga.
3. adj. De ánimo generoso y noble. Actitud hidalga.”
(Si tiene un poco de tiempo mire más abajo la definición de “hidalgo de bragueta”, uno de esos términos de los que Nikito Nipongo solía hacer escarnio.)
Ya sabemos que nuestro personaje tiene cierto grado de nobleza.
En otra lectura podemos encontrar “retruécano” o “molacho”
Pues de nuevo al diccionario.
Así, aumentará la comprensión, se ampliará el vocabulario y sin quererlo, también se mejorará la ortografía.
.-.-.-.-.-.
El Arca de Arena recibió dos respuestas. La de la asidua Marielena Hoyo y la de nuestra historiadora Bertha Hernández. Va la de Marielena. La de Bertha, para la siguiente entrega.
Por razones de espacio sólo incluyo la relación de libros y algunos comentarios:
1. Primos hermanos (Roger Fouts)
2. Mentes Salvajes (Marc D. Hauser)
3. Sexo y política en los chimpancés (Frans de Waal)
Se lo recomiendo. Lo gozará…
4. Platero y yo (J. R. Jiménez)
“Que nunca me canso de repasar, e invariablemente lloro en la misma parte”.
5. El otro árbol de Guernica (Luis de Castresana)
6. The last panda (George Schaller)
7. Angélica. (Anne y Serge Golon)
“Los varios volúmenes que componen esta novela que implica una parte de la historia de Francia”
8. Staurofila (Ma. Nestora Téllez)
“A ver si termino por entenderlo”
9. La verdad sobre Arete (Pedro Pacheco)
“Que también me conmueve mucho, porque además conocí al Coronel, su autor, quien incluso amansó muy dulcemente a mi brioso caballo ‘Happy End’, para de esa forma compartir 27 años juntos. Él, siempre campeón”.
10. Un viejo que leía novelas de amor (Luis Sepúlveda)
Para los que extrañaron el reto de las palabras salidas de El Arca, va éste: el término para señalar a un personaje malvado, muy malvado, sumamente malo, de lo peor, impío e indigno del trato humano.

27 02 16

Publicado en La Crónica de hoy




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