viernes, 25 de marzo de 2016

Clavícula de la expresión escrita


Carlos Alberto Patiño

Les voy a revelar la clave, la fórmula secreta, la piedra filosofal de la redacción.
No se aperplejen ante la magnitud del conocimiento.
Es llave maestra, pero, como a todas, hay que manejarla con tino.
Ahí va el conjuro:
S-V-C.
Si la correctora, el redactor, los estudiantes, escribientes, editores, suspirantes y público en general recitan la fórmula con la debida concentración, en un cruce de caminos, en el conticinio… No pasará nada.
No es asunto mágico ni de buenos deseos; es cuestión de lógica y de práctica.
Aquí viene la develación:
S=Sujeto
V=Verbo
C=Complemento
Así  de sencillo, pero así de complejo.
Se puede expresar una sensación simple, como “tengo frío”, o se puede escribir El Quijote.
Como la fórmula del triángulo, ¿se acuerdan?: Base por altura sobre dos
S=b*a/2.
Pero si meten a Pitágoras, se nos complica el panorama.
“La suma del cuadrado de los catetos es igual al cuadrado de la hipotenusa”.
Para que se entienda de manera fácil vean este video: https://www.youtube.com/watch?v=1er3cHAWwIM
Si usted le tira a escribir como James Joyce o como Samuel Becket, arranque desde las alturas pitagóricas, pero si su aspiración es expresarse con claridad, use mi fórmula: Sujeto+verbo+complemento.
Fíjese, usted, aquí le vengo ofreciendo la neta completa, no descafeinada, en una sola dosis. Mire, usted, solamente tiene que aplicar la fórmula en el momento adecuado y saldrá adelante, con claridad y quizá con elegancia. Sus ideas quedarán presentadas debidamente.
No se me achicopale. Con un poco de práctica conseguirá usted uno de los cometidos más difíciles de la vida: ¡Lograr que lo entiendan!
Ya en serio, la clave no tiene misterio, pero sí requiere respeto.
Vayamos por partes.
El sujeto, recordemos, es una persona, animal, objeto o entidad abstracta.
Es el protagonista del enunciado. Puede estar representado por un pronombre, e incluso puede no estar (el implícito).
Así, el hombre camina, la mujer piensa, el perro ladra, la piedra rueda, el amor predomina, él habla…
Aquí tenemos un pequeño compendio de sujetos. Unos sustantivos y un pronombre. Pueden ser palabras aisladas, pero, al acompañarlas de un verbo, ya no son simples vocablos. Ahora son parte de una oración.
Y es el verbo el que consigue la transmutación.
El verbo nos dice qué ocurre con el sujeto.
En la gramática tradicional, se decía que el verbo representaba “acción, pasión o movimiento”.
Es un poco más complejo, pero atendamos a la idea que ya mencionamos. Es el elemento que nos da la información básica de la oración.
Incluso, el puro verbo puede ser una oración. Por ejemplo, en el modo imperativo: ¡Camina! ¡Cállate! O en una oración descriptiva: “Murió”, “huyó”, “cayó”…
El verbo tiene una característica. Nos indica si lo escrito se refiere al presente, al pasado, al futuro o a tiempos probables o inexistentes como el antefuturo del subjuntivo.
Y tiene otra característica que no se debe olvidar: Debe concordar con la persona gramatical, singular o plural. El mal ejemplo: “El grupo dijeron...”. Otro de notas policiacas: “Un comando armado atacaron...” (Son reales, se los juro).
La tercera parte de la oración, el complemento, nos dice cómo ocurrieron las cosas.
Entonces, tenemos algo o alguien, a quien le ocurrió algo de alguna manera. Estamos ante la oración en persona.
Veámosla en acción.
“El perro camina rápido”.
El perro es nuestro sujeto; el caminar, el verbo; y el complemento, el cómo, es la velocidad.
Es una oración clara, concisa, comprensible. Hay una idea completa.
Trabajemos un poco más.
El perro amarillo (negro no, ya conocemos las veleidades de los caninos de ese color) camina rápido hacia el mercado.
Empezamos a modificar la idea y a ampliarla. Expandimos la oración modificando al sujeto y añadiendo elementos al complemento.
Podemos sumar más datos. Pero, ¡ojo!, entre más información demos, más complejo será el enunciado y más difícil de entender para el lector. Hay que extremar el cuidado para lograr la claridad.
“El perro amarillo y flaco camina rápido hacia el mercado lejano, donde buscará un trozo de carne.”
Otra vuelta de tuerca: “El perro amarillo, flaco y pulgoso camina rápido, pero con dificultad, hacia el mercado lejano y ruidoso, donde buscará un trozo de carne que seguramente le negará el carnicero gordo”.
Podemos seguir rizando el rizo, pero, ¿para qué? Mi consejo es que separemos las ideas. Si ya tenemos una completa y queremos añadir datos, hagámoslo con otra oración. Al principio, pareceremos un poco telegráficos, pero con la práctica alcanzaremos buenos registros.
“El perro amarillo y flaco camina rápido hacia el mercado. El lugar está alejado, y nuestro can experimenta cierta dificultad, pues lo invaden las pulgas. Lleva la intención de obtener un trozo de carne, aunque conoce al carnicero gordo y sabe que se lo negará”.
Ésa es mi versión, separando ideas en oraciones.  Dan ganas de seguir con la historia, ¿no?
.-.-.-.-.
Como ya se hizo costumbre, Marielena Hoyo y Pancho Báez respondieron a las demandas del Arca de Arena. “Apodíctico” es incondicionalmente cierto, necesariamente válido. Axiomático e irrefutable son sinónimos adecuados.
Voy a ser indiscreto. Nuestra colega Hoyo, a pesar de conocer el vocablo, no resistió la tentación de ampliar su conocimiento de la palabra y acudió al Diccionario de uso del español, de María Moliner, que define el término como: "Decisivo o concluyente: que demuestra la cosa de que se trata sin dejar lugar a duda o discusión".
Sale del Arca una interrogante ¿Por qué la “clavícula” en el título de esta entrega?

06 02 16

Publicado en La Crónica de hoy




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