Carlos Alberto Patiño
La palabra “gandul” la incorporé a mi léxico hace muchos años. La adopté de la literatura española, por supuesto, pero pocas oportunidades tenía de ocuparla. Con “ganapán” pasó más o menos lo mismo.
Eran palabras interesantes , pero de difícil aplicación en mi entorno.
Imaginen a un niño o adolescente tratando de motejar a sus compañeros de gandules. No me hubiera ido muy bien, sobre todo con los verdaderamente gandules.
La primera oportunidad que tuve no la aproveche. Fue cuando empecé a tener cuñados. Eran objetivo específico del término, pero mi hermana es mayor que yo… En fin, no les apliqué el adjetivo. Quizá, ahora, tantos años después, podría hacerlo con uno que ronda por ahí.
La ocasión se dio después de manera natural.
Mi hija, la mayor, trajo a casa a su primer pretendiente. Sin mucho pensarlo las palabras pasaron de mi memoria a mi boca.
“¿Y este gandul quién es?¿Qué quiere el ganapán?¿Qué busca el tunante?
Con mi hija, la menor, ocurrió algo parecido. Gandules y ganapanes las rodeaban.
Qué podía yo hacer, sino buscar sinónimos.
Pícaros y truhanes, bellacos y belitres.
Un buen día, mi hija la mayor, y mi hija, la menor, me confrontaron, y me dijeron: “Para ti, todos nuestros novios y amigos son gandules”.
Tras un lapso de incómodo silencio, alcancé a decir “sí… no… no sé”
Creo que no les hacía mucha gracia mi lenguaje del Siglo de Oro.
Debo aclarar que los calificativos eran estrictamente para novios y pretendientes, no para los amigos… bueno, admito que también para los “mejores amigos”.
A mi hija, la mayor, no hay que confundirla con mi hija, la menor, como no hay que confundir el pie con el pie al subir las escaleras, según instruye Julio Cortázar.
El caso es que a ambas tengo que decirles que excepto alguno verdaderamente gandalla, ninguno de los interfectos era un pillastre, era sólo mi perspectiva (celosa) paterna.
Con los sinónimos que he empleado,el significado de los vocablos debe quedar medianamente entendido.
Aun así, nunca hay que dejar que la ambigüedad se apodere del ambiente.
Aquí están las definiciones del Diccionario de la Lengua (http://www.rae.es//):
gandul, la
Del ár. hisp. ḡandúr 'truhan', este del ár. clás. ḡundar 'mimado', y este del persa gundār 'de un color particular'.
1. adj. coloq. Tunante, holgazán. U. t. c. s.
ganapán
De ganar y pan.
(...)
2. m. coloq. Hombre rudo y tosco.
belitre
Del fr. belitre, y este del germ. *bettler 'mendigo'.
1. adj. coloq. Pícaro, ruin y de viles costumbres. U. t. c. s.
tunante, ta
Del ant. part. act. de tunar.
Para el f., u. t. la forma tunante.
1. adj. Pícaro, bribón, taimado. U. t. c. s.
pícaro, ra
Etim. disc.
1. adj. Listo, espabilado. Apl. a pers., u. t. c. s.
2. adj. Tramposo y desvergonzado. Apl. a pers., u. t. c. s.
(...)
5. m. y f. Personaje de baja condición, astuto, ingenioso y de mal vivir, protagonista de un género literario surgido en España en el siglo XVI.
Y me faltan bellaco, truhan, periñán y granuja.
Pero en aras del espacio y de picar la curiosidad, dejo al lector interesado la opción de consultar el diccionario.
.-.-.-.-.
De los frutos que dio El Arca de arena la semana pasada, el “tejolote” fue ignorado por el público, no así la mano del metate, cuya denominación “metlapil” fue respondida por Marielena Hoyo y Beatriz Maya. Así se llama la piedra cilíndrica con la que se muele en el metate.
El “tejolote” es la mano del molcajete, la piedra o muela con la que se trituran alimentos en ese mortero de origen precolombino.
Las mejores salsas se preparan en un molcajete. Un buen mole requiere de un metate. Tal vez un procesador de alimentos o una licuadora ofrezcan rapidez, pero la sazón que se logra con los instrumentos prehispánicos es incomparable.
Los amigos Yuri de Gortari y Edmundo Escamilla (http://www.esgamex.com/)pueden hablar largo de estos objetos de gran importancia para la cocina mexicana.
De El Arca de arena surge un adminículo. Es el casquillo de metal o de goma que recubre la punta del bastón.
12 12 15
Publicado en La Crónica de hoy
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