domingo, 13 de marzo de 2016

La importancia de José Alfredo



El martes 19 de enero fue el nonagésimo aniversario de José Alfredo Jiménez, cantante y autor (abomino del término cantautor) muy reconocido y querido. Tanto que llega a reemplazar a personajes de nuestra historia.
Les contaré una experiencia que tuve en un viaje a Guanajuato por allá en 2008.
Conseguimos boletos para el recorrido denominado Ruta de la Independencia, que incluía la visita a Dolores Hidalgo, Atotonilco y San Miguel de Allende.
Nos fuimos al hotel para hospedarnos. Y salimos a cenar a un sitio con gran nombre, nada de concepto y aceptable cocina: Se llama el Gallo Pitágorico, pero ya les digo sólo es el nombre, sin ninguna razón en el decorado o en la carta que justifique llevar como nombre el seudónimo de aquel periodista del siglo XIX (http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/sites/fondo2000/vol1/gallo/html/indice.html), especializado en hacer rabiar a don Antonio López de Santa Anna (si siguen la liga, vean el capítulo dedicado a los periodistas)
Al día siguiente, pasó el guía Javier a recogernos al hotel y partimos rumbo a Dolores.
Javier nos dijo que antes de llegar a Dolores, pasaríamos a un poblado, en la parte alta de la sierra, donde José Alfredo Jiménez se solía detener a embriagarse cuando iba a su pueblo natal.
Nos pareció un dato curioso y ya. No sabíamos lo que seguiría.
De nuevo en el transporte, nos explicó que el primer sitio que visitaríamos sería la tumba de José Alfredo Jiménez. Luego se arrancó a contarnos la verdadera-verdadera biografía del cantante y después invitarnos a entonar algunas canciones del autor.
Como no hubo quórum para la cantada, el guía dejó que sonara su disco (también nos lo ofreció en venta) e hizo una explicación del trasfondo del corrido de El caballo blanco (aquí la versión de wikipedia https://es.wikipedia.org/wiki/El_caballo_blanco).
En algún momento Bertha llamó mi atención sobre lo que se oía en el disco. Era la canción El perro negro. Es esa que dice en alguna estrofa:
“Un día que no estaba el perro
salió buscando al rival
Gilberto estaba dormido
ya no volvió a despertar...”

Siempre nos hemos preguntado ¿por qué no estaba el perro, si era fiel guardián de Gilberto, el valiente? ¿Qué negocio perruno hizo que descuidara su labor?
Bueno, perdonen la digresión, pero es una duda válida.
Llegamos al panteón, todos los asistentes se agruparon alrededor del guía, para oír hablar de José Alfredo, para apreciar la bonita tumba con forma de sarape y enterarnos de que, según él, es la más visitada del mundo.
En fin, partimos rumbo a la iglesia donde nació la Independencia. Breves explicaciones ante una de las estelas de la Ruta de Hidalgo, y fuimos al museo.
Un museo como de exposición de fin de año de la secundaria. Lo recorrimos rápidamente y nos salimos.
Nos acercamos a Javier para coordinarnos, y nos preguntó ¿vieron que la última sala está vacía?
Respondimos afirmativamente. Y entonces nos explicó. Está así porque la familia de José Alfredo Jiménez retiró los objetos que ahí se exhibían.
Bertha no se reprimió y le dijo “Qué bueno. Qué tenían que hacer en un museo dedicado a la Independencia.”
Nos dijo que ya era hora de partir rumbo a Atotonilco, el sitio de donde tomó el cura Hidalgo su estandarte de la Virgen de Guadalupe.
Pero nosotros queríamos ver el interior de la iglesia, así que acordamos alcanzarlos en el vehículo.
Tuvimos suerte, pues, aunque era domingo, coincidimos con el fin de la misa y pudimos apreciar el esplendor barroco del templo (Hidalgo no se la pasaba mal en su curato, si nos atenemos a la riqueza de los decorados. Con razón tenía tiempo para conspirar)
Regresamos a la camioneta. Había que caminar hasta la esquina de la casa donde nació José Alfredo Jiménez, y dar ahí la vuelta.
Ya en marcha el mostré a Bertha una escuela del siglo XIX. Preguntó ella al guía sobre el plantel y sólo nos enteramos de que en esa escuela estudió… ¡José Alfredo Jiménez!
Si nos descuidamos, le dije a Bertha, le van a cambiar el nombre al pueblo. Será Dolores de José Alfredo….
P.S.
De todo esto se puede concluir que: Javier, el guía sabe algo de la Independencia, casi todo sobre José Alfredo, pero seguro que no sabe por qué el perro negro no estaba en el día clave. ¿Alguien lo sabe?
La versión original del relato puede leerse en De cómo la Ruta de la Independencia devino en los Caminos de Guanajuato (http://relatosdemiguel.blogspot.mx/2008/01/de-cmo-la-ruta-de-la-independencia.html)
.-.-.-.-.-.
Mexiqueño, dice la Real Academia que es el gentilicio para los oriundos de la  Ciudad de México. No me gusta. Además, ¿por qué tendría que ser la monárquica la que nos defina? ¿Qué dice la Academia Mexicana de la lengua?
¿Mexicanense? No sé
.-.-.-.-.-.
El Arca de Arena. “Nefelibata” es la palabra para designar a quien vive en las nubes, no como en la canción de José Alfredo Tú y las nubes.
La raíz es griega: nephele=nube.
Francisco Báez llegó a ella a partir de otra palabra: “nefelomante” que es quien practica la “nefelomancia”, el arte de adivinar por la lectura de las nubes.
Marielena Hoyo se esforzó y no sólo encontró la palabra sino que proporcionó su etimología.
Bien, sale de El Arca otra palabra poco común: Remate, coronación, parte más alta de algo que termina en punta. También con sentido médico: la fase más crítica de un padecimiento.

23 01 16

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario